
Aunque la crisis hondureña está lejos de resolverse, no es demasiado pronto para sacar algunas conclusiones.
La situación es más o menos así: el martes pasado los representantes de la OEA habían tirado la toalla porque no conseguían que el dictador Micheletti diera un paso al costado. Al día siguiente llegó una comitiva estadounidense encabezada por el subsecretario de Estado Thomas Shannon y en menos de un día logró un acuerdo casi milagroso que todo el mundo festejó. Según el acuerdo, el Congreso debía “decidir” la restitución del presidente legítimo, Manuel Zelaya, que sigue exiliado en la embajada brasileña en Tegucigalpa. Claro, ningún acuerdo puede ordenarle a un Congreso soberano lo que tiene que votar. Por eso, en lo formal, la decisión quedaba en manos del Congreso. Era obvio que si el Congreso no votaba la restitución, el acuerdo se caía. Eso fue lo que pasó. Zelaya no consiguió los votos necesarios, algo previsible, dado que ese mismo Congreso había avalado el golpe hace menos de cuatro meses. En lo formal, en el cuidado lenguaje diplomático que se había utilizado para no ofender a los usurpadores, el acuerdo sólo exigía la formación de un gobierno de “unidad nacional”. Entonces el dictador Roberto Micheletti se agrandó y anteayer anunció su nuevo gabinete de “unidad nacional” sin la participación de los zelayistas. Mientras tanto, el presidente daba por muerto el diálogo, Brasil movilizaba la enésima condena regional al golpe y llamada a la restitución de Zelaya, esta vez en el ámbito del Grupo Río, y Estados Unidos daba señales de “hasta acá llegué” y se mostraba dispuesto a aceptar el resultado de las elecciones programadas para dentro de tres semanas, con lo cual terminaría de legitimar el golpe. Descartada la ingenuidad de Shannon, es dable pensar que Clinton engañó a Zelaya, no tanto porque quisiera perjudicarlo, sino porque quería terminar la crisis de la manera más rápida y menos costosa.
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Pinochet ya sabe que sus agentes han envenenado al padre de ese joven, pero igual se hace presente y hasta busca a Frei con la mirada. Eduardo todavía no sabe que ése es el hombre que mandó a envenenar a su padre, que tiene el descaro de presentarse a su funeral, pero siente el frío de su mirada asesina.
Entonces Frei lo mira sin inclinar la cabeza, ni bajar los ojos, ni arquear las cejas ni dar ninguna señal de saludo. El duelo de miradas dura un segundo, hasta que Pinochet gira la cabeza levemente, mira al altar y sigue caminando hasta ocupar su lugar.
Esa mirada sostenida contra el máximo símbolo de la dictadura en el momento más difícil de la historia chilena, el conmovedor relato que hizo Frei en off de las imágenes que se mostraron por televisión, ese relato que hizo Informe Especial, dirían los semiólogos, revitalizó la campaña del candidato de la Concertación.
“Nunca me arrepentí de no haber saludado a Pinochet”, dijo Frei en el programa de televisión. El hombre que parecía frío, distante, anodino, se había transformado, según el relato, en la viva imagen de la sobriedad, la dignidad, la seriedad, en un digno heredero de las luchas que dieron origen a la Concertación y sentido a su proyecto político.
La campaña cobró vida. En la misma semana se sucedieron el funeral popular de Víctor Jara y la visita de Michelle Bachelet a los emblemáticos Hornos de Lonquén, donde la dictadura enterraba a los campesinos fusilados sumariamente, en el Día Universal de los Derechos Humanos. En ambos eventos la popular presidenta se encargó de resaltar la figura de Frei Montalva y fue una gigantografía del caudillo democristiano la que presidió el acto de cierre de su hijo. Los teléfonos del comando central de la calle Bilbao, en Providencia, no paraban de sonar. Conmovidos, miles de chilenos que habían admirado a su padre llamaban para expresar su solidaridad. Llamaron de Suecia, de Canadá, de Turquía, de todas las regiones y de la vuelta de la esquina.
“Muchísima gente llamó y eso provocó más fuerza en los comandos de la Democracia Cristiana y el Partido Socialista. No se olvide de que Frei Montalva fue uno de los que abrieron las puertas para que los presidentes Lagos y Bachelet pudieran tener gobiernos exitosos”, dijo la secretaria del Comando Frei, Marisol Martínez, 40, que ayer en la sede ultimaba los detalles para el día del voto con media docena de trabajadores de campaña.
Martínez dice que lo conoce a Frei y que nunca le pareció una persona distante. Una vez lo saludó en un evento y Frei le preguntó si ella creía en él. Pero lo ve mejor todavía desde que se supo lo del envenenamiento. “Lo veo más relajado. Enfrentó la situación y eso le dio más fuerzas.”
Humanizado, revitalizado por las muestras de cariño, otra vez en control de la agenda mediática, Frei parecía empujado por un nuevo sentido del deber histórico cuando llamó esta semana a la formación de un frente electoral en la segunda vuelta para derrotar a la derecha.
La movida descolocó al candidato independiente y principal escollo para llegar al ballottage, Marco Enríquez-Ominami. Con su actitud vacilante entre ubicarse como corriente interna del espacio de centroizquierda o como tercera fuerza que abreva de las dos coaliciones mayoritarias, Enríquez-Ominami dejó pasar la oportunidad de acortar distancias en los últimos y cruciales días de la campaña.
El candidato de la derecha, Sebastián Piñera, tampoco pudo instalar con fuerza su prédica de mano dura y sólo atinó a quejarse largamente por la supuesta utilización de la Justicia por parte de la Concertación para instalar el tema de los crímenes de la dictadura como estrategia de campaña.
Con las principales espadas del gobierno comprometidas para meterse en la campaña en la segunda vuelta, con el izquierdista Jorge Arrate haciendo explícito su apoyo al frente antiderechista y Enríquez-Ominami acorralado porque si su silencio se prolonga significaría un apoyo tácito a la derecha, Eduardo Frei ha empezado a recomponer la alianza antipinochetista que gobierna Chile desde 1990.
Pero dos amenazas acechan. Enríquez-Ominami podría dar el batacazo y birlarle a la Concertación la primera vuelta. O Piñera podría ganar directamente en primera vuelta, o al menos sacar una ventaja indescontable. El nerviosismo se siente en el bunker de Frei. Marisol Martínez dice que Piñera y Enríquez-Ominami son “dos payasos” porque ayer organizaron un picadito de fútbol y una fiesta, respectivamente, como excusa para convocar a la prensa y aparecer en pantalla en plena veda electoral.
“En cambio Frei es un señor. Está recluido con su familia y se ha llamado a silencio porque considera que él ya transmitió su mensaje y la campaña ha terminado.”
Mientras tanto, a seis cuadras de allí, en sábado soleado y caluroso, el Museo Frei Montalva de la calle Hildenburg aguardaba a su primer visitante de la tarde. Allí se preserva la casa del ex presidente asesinado y se exhibe un video sobre su vida. Pero las circunstancias que rodearon su muerte hasta ayer no formaban parte del guión de la visita guiada, y el video sólo dice que “falleció inesperadamente.”
El museo pertenece a una fundación que dirige una nieta del ex presidente y su manejo está a cargo de una gestora cultural. Ayer ninguna de las dos estaba presente. La encargada de la visita guiada, Pamela Fuentes, 21, dijo que al día siguiente de Informe Especial el museo recibió un aluvión de gente. Y que los visitantes, que antes preguntaban por la muerte de Frei Montalva, y por los avances en la causa, ahora directamente expresan condolencias y dan el pésame. Pero a Fuentes no le gusta hablar de eso con los visitantes. “Son cuestiones políticas y nosotros tratamos de evitarlas. Cuando preguntan contesto, pero si insisten trato de cambiar de tema.”
Pero no se trata de política sino de una parte muy importante de la historia de Frei Montalva y de la historia de Chile. Un magnicidio, nada menos.
Contesta otra empleada del museo, Magdalena Von Holdt, 27 años, ojos verdes y mirada frontal: “Es que esto se sabía desde hace harto tiempo. A mí no me importó la noticia, pero sí me impactaron las reacciones. Mucha gente se acercó superconmovida. Pero también están los que dicen que en época de elecciones, para ganar, la Concertación revive muertos de la dictadura”.