Al nuevo presidente de Egipto le dicen El Faraón, porque se
quedó con todo el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial y ahora quiere
imponer una constitución escrita exclusivamente por sus simpatizantes. Para
imponer la nueva constitución, el presidente anunció que sus superpoderes
expiran el día en que entre en vigencia la nueva Carta Magna, que antes debe
ser aprobada por plebiscito nacional. Como incentivo para votar una
constitución, suena bastante extorsivo: o la aprobás, o sigue la dictadura.
Tampoco hay por qué creerle al presidente egipcio Mohamed Mursi, apodado El
Faraón. Prácticamente no existen ejemplos en la historia de autócratas que
renuncien voluntariamente al poder absoluto a los pocos días de asumirlo.
Una pena. Llegamos a este punto justo cuando Mursi y Egipto
se llevaban todos los aplausos por su activa intervención para conseguir un
alto el fuego entre israelíes y palestinos, trabajando codo a codo con los
estadounidenses. Mursi parecía el líder de un gobierno musulmán moderado y
democrático que apostaba a la paz en una zona conflictiva. ¿Entonces qué pasó?
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Pero claro, eso no es lo que dicen Mursi y sus asesores.
Ellos dicen que están en medio de una pelea entre las viejas instituciones del
dictador Mubarak y las nuevas instituciones de la democracia. Señalan que las
cortes de la anterior dictadura han disuelto el Parlamento y una asamblea
constituyente con distintos fallos judiciales. Así, dicen, impidieron que el
partido del presidente, aliado a los Hermanos Musulmanes, imponga en esos cuerpos
su legítima mayoría, ganada en elecciones limpias y competitivas.
En junio, la junta militar gobernante había disuelto el
Parlamento un día antes de la asunción presidencial. Mursi intentó restituirlo
en sus funciones, pero la Corte Constitucional ratificó la decisión de los
militares. En agosto, tras forzar la renuncia de los principales comandantes
que habían acompañado a Mubarak, Mursi disolvió la junta militar y asumió
plenas facultades ejecutivas y legislativas. El 22 de noviembre, Mursi volvió a
la carga con el decreto que dice que ninguna de las decisiones del presidente
pueden ser apelables judicialmente.
El decreto también remueve a un fiscal general que venía
molestando al presidente y ordena que se repitan los juicios al dictador
Mubarak y sus principales colaboradores, violando el principio de que nadie
puede ser juzgado dos veces por el mismo crimen. El primer juicio a Mubarak
había terminado con una condena a cadena perpetua, pero no le adjudicaba
responsabilidad directa en los asesinatos cometidos por sus fuerzas represivas,
abriendo la puerta para una apelación.
El anuncio del decretazo del 22 de noviembre despertó
protestas en todo el país y la plaza Tahrir se llenó como en sus mejores
épocas. El colegio de jueces llamó a una huelga indeterminada. La oposición se
unió y llamó a una protesta masiva para el martes. Los Hermanos Musulmanes
convocaron a una contraprotesta el mismo día para apoyar al presidente. La
tensión volvió a las calles.
Rápido de reflejos, Mursi mandó a su vocero a desactivar el
conflicto. El vocero declaró que la inmunidad presidencial sólo abarcaba temas
de “soberanía”, como por ejemplo declarar una guerra. Las demás acciones del
presidente eran perfectamente judiciables, aclaró el vocero. Con respecto a
repetir los juicios contra Mubarak y su gente, el vocero aclaró que sólo se
haría si aparecen nuevas evidencias. A su vez, Mursi se reunió con los miembros
de la Corte Suprema para aclarar que se sometía al imperio de la ley y salió
por televisión aclarando que sus poderes eran tan necesarios como transitorios.
Dijo que había asumido sus superpoderes para impedir que las cortes disolvieran
una segunda asamblea constituyente, que ayer, a las apuradas, le entregó al
presidente un borrador de lo que vendría a ser la nueva constitución.
Después de recibir el borrador, el presidente llamó a un
referéndum ratificatorio de la constitución propuesta, para el 15 de diciembre.
Pero va a ser difícil que ese plebiscito se lleve adelante con normalidad
porque debería ser organizado por altas autoridades judiciales, y sin embargo
esas autoridades no están de acuerdo con lo actuado por el presidente.
Aun si fuera revalidada por plebiscito, la nueva
constitución carecería de legitimidad en amplios sectores de la población
porque al menos 25 de los 100 constituyentes, representantes de partidos
laicos, cristianos, de izquierda y árabes moderados, se retiraron de la
asamblea porque dijeron que los Hermanos Musulmanes y sus aliados salafistas no
tenían en cuenta sus puntos de vista.
Hay mucha discusión sobre lo que dice el texto de la
constitución, porque, según la prensa egipcia, todo el tiempo le están metiendo
modificaciones. En principio, el documento contempla el multipartidismo
político, la alternancia pacífica del poder, la separación de poderes del
Estado y la soberanía de la ley. El articulo 2 señala, al igual que la
Constitución de 1971, la que regía hasta ahora, que “los principios de la
sharia (ley islámica) son la fuente principal de la legislación”. Esta era la
principal demanda de los grupos laicos contra la embestida salafista, que
insistía en una estricta aplicación de la ley islámica como “única fuente” de
la legislación.
Aunque este crucial lenguaje se mantendría, otras
concesiones al islamismo duro han despertado la alarma de grupos de defensa a
los derechos de la mujer. Concretamente el artículo 36, que dice que las
mujeres y los hombres tienen los mismos derechos,”salvo cuando estos derechos
entran en conflicto con la ley islámica”. De los cien asambleístas que redactaron
la constitución, sólo siete eran mujeres, y las siete fueron renunciando una
por una. Las ONG que defienden los derechos de las mujeres en Egipto exigen que
la Constitución se vote por secciones, así pueden organizar la oposición al
capítulo 36, que las discrimina.
Vulnerado el umbral de la democracia, todo parece indicar
que se vienen días difíciles en Egipto.
Publicado en Página/12 el 2 de diciembre de 2012
Imagen: EFE
Y sí, está bien lo que dice. El informe de CPJ –y en particular lo que dice de la situación de Siria– muestra el estado actual del oficio, o lo ilustra, o al menos sirve para hablar de él. De ese oficio al que Simon define, yendo a su esencia, como “ser testigo de los hechos”.
Si bien reconoce que el periodismo está mutando, el director del CPG no pone en duda la vigencia e importancia de lo que el oficio representa. “Aunque la tecnología ha transformado prácticamente todos los aspectos del periodismo, la función central que desempeñan los periodistas continúa inalterable”, analizó.
Sin embargo, el informe también aporta información que pone en duda la propia existencia de lo que CPJ dice defender: un cuerpo mundial de “periodistas” cuya “función central” es “ser testigos.” O sea, un grupo de personas que son distintas de las demás porque cumplen la función de comunicar en forma masiva. Personas especialmente capacitadas, en muchos casos con entrenamiento específico, para “ser testigo” y brindar testimonio de manera eficiente y creíble, facilitando así un mejor entendimiento de la sociedad.
Lejos de refrendar tal concepto, el estudio revela hasta qué punto, gracias a las nuevas tecnologías, el dar testimonio ha dejado de ser una especialización. Según CPJ, de los 28 periodistas muertos este año en Siria, “al menos 13 fueron muertos mientras cubrían el conflicto y actuaban de fuentes de las organizaciones noticiosas internacionales”. O sea, ciudadanos comunes que filmaban con sus celulares o sacaban fotos o llamaban y contaban lo que veían. Si todos somos periodistas, la palabra pierde contenido, el aura desaparece. ¿Cuál es la diferencia entre periodista, testigo o vecino?
El informe alude también a la polarización mediática entre los medios estatales que controla el gobierno sirio y que tienen el monopolio de la información dentro del país y los medios extranjeros, que recién pudieron ingresar a Siria en los últimos meses, junto a la intervención de las Naciones Unidas. “Al estar prohibido el ingreso al país de la prensa extranjera y al estar la prensa nacional bajo el control estatal, los periodistas ciudadanos sirios han pagado el mayor precio”, dice CPJ.
Otro dato de CPJ: casi la mitad de los periodistas muertos fueron asesinados como represalia. Muchos de ellos murieron en países sin ley como Somalia o en medio de una guerra narco, como México y Colombia. Pero vale la imagen para ilustrar otra tendencia. En un ambiente violento, el periodismo activista, en cualquiera de sus variables (militante, corporativo o militante-chivero), por su propia naturaleza, tiende a atraer represalias. La polarización pone al periodista en peligro porque lo corre de su lugar de testigo. En tanto la propaganda es parte de la guerra, los propagandistas son blancos legítimos. En un mundo de comunicación corporativa con posiciones tomadas y alineamientos rígidos, muchas veces detrás de intereses opacos, la figura del periodista se diluye entre la ideología y la publicidad. El testimonio pierde valor, el oficio pierde sentido.
“A nivel mundial, los periodistas que trabajan en Internet constituyeron más de un tercio de los caídos en 2012, un drástico aumento en comparación con el 20 por ciento registrado en 2011”, continúa el informe. CPJ también advierte sobre un aumento en las muertes de periodistas no contratados o “free-lance”.
Todo lo cual nos lleva a pensar que en medio de la peor guerra o a la vuelta de la esquina, cualquiera puede sacar una foto o subir un texto a Internet, hacer de “free-lance” o “periodista ciudadano”.
CPJ también les dedica un par de párrafos en su informe a dos países de la región, México y Brasil:
“En Brasil, cuatro periodistas murieron en relación directa con la labor periodística, la cifra más elevada del país en una década. CPJ investiga otras cuatro muertes, con el propósito de determinar el motivo. A pesar del creciente liderazgo de Brasil en el escenario global y de sus avances para mejorar la gobernabilidad, los periodistas fueron objeto de represalias por sus denuncias de corrupción.
”Por su parte, aunque en México se ha empleado una violencia inusitada para censurar la prensa, la falta de una investigación adecuada (o la ausencia absoluta de investigación en algunos casos) hace que sea difícil determinar el motivo. CPJ pudo confirmar que un periodista fue muerto por su labor y continúa indagando el motivo en otros cinco casos”.
El informe de CPJ de periodistas muertos llega todos los años en esta época desde 1992 y te deja pensando. El año pasado estuvo la racha de periodistas asesinados en Honduras. Este año me acuerdo del bombardeo israelí de las oficinas de la cadena Al Jazeera en Gaza, durante la última escalada en Medio Oriente. Los grandes medios no son neutrales y no son vistos como neutrales en los conflictos armados, lo cual pone en riesgo a quienes practican el oficio de dar testimonio.
Más allá de eso, el contenido del informe es en un punto predecible. A veces los países no son países sino trampas mortales para curiosos y no tanto. Otras veces los países son países pero no en la totalidad de su territorio. El mapa de periodistas muertos es muy parecido a cualquier mapa mundial de la inseguridad.
Otro tanto puede decirse de otro informe de CPJ que se publicó en estos días y que anuncia que la cantidad de periodistas encarcelados este año alcanzó una cifra record. A nadie le puede sorprender que el ranking lo encabezan países musulmanes y regímenes comunistas: Turquía, Irán, China, Eritrea, Siria, en ese orden, Vietnam, Azerbaiján, Arabia Saudita y Uzbekistán redondean el top ten. “Vivimos en una época en que los delitos contra la seguridad del Estado y los calificativos de ‘terrorista’ se han convertido en los instrumentos preferidos de los gobiernos para intimidar, detener y encarcelar a los periodistas”, analiza Simon.
Vivimos en una época en que se confunden las fronteras entre periodismo, propaganda y publicidad, en que la tecnología hace accesible al público no especializado la comunicación masiva, en que los medios se han convertido en extremos de distintas corporaciones o grupos de interés. El informe anual sobre periodistas muertos es un estado de situación pero sirve también como metáfora.
Es la historia de un viejo oficio que va dando paso a un nuevo modelo de comunicación más directa, cruda e interactiva, donde el periodista-especialista no existe o, mejor dicho, sos vos.