El juego mezcla diplomacia, marketing y relaciones públicas. Alrededor del discurso en la Asamblea suceden reuniones bilaterales, firmas de tratados, encuentros casuales, plantones, ninguneadas, conferencias de prensa, doctorados honorarios en universidades, entrevistas en cadenas de televisión, seminarios abiertos al público, sesiones en estricto off-the-record, propuestas formales y borradores de propuestas, hoteles seis estrellas, traslados en helicóptero y visitas guiadas a las iglesias más pobres de Harlem. Audios, videos, fotos y palabras escritas para todos los idiomas e ideologías. Imágenes, relatos, historias y coreografías de los más poderosos, pintorescos y rebeldes líderes mundiales, todos juntos y en descarnada competencia por la atención de una audiencia global.
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Este año, como casi siempre sucedió desde el fin de la Guerra Fría, volvió a ganar un clásico: el enfrentamiento Islam-Occidente, con Estados Unidos e Irán como principales protagonistas de un culebrón de acercamientos y distanciamientos que se suceden al compás de la irrupción y desenlace de distintos conflictos laterales, como pasa ahora con la guerra civil siria. Hubo otras historias, claro, en Nueva York. A nivel regional, por ejemplo, Dilma llevó su queja por el espionaje estadounidense y reiteró su reclamo por un asiento en el consejo permanente de la ONU para Brasil, Cristina cargó contra los fondos buitre, Evo chicaneó a Piñera por la salida al mar y Pepe Mujica dijo “nuestro mundo necesita menos organismos mundiales, que sirven más a las cadenas hoteleras, y más humanidad y ciencia.” Pero salvo con sus respectivas audiencias cautivas, ningún latinoamericano movió el amperímetro.
Como viene pasando en las últimas asambleas, la historia dominante fue la del líder islámico en el centro del capitalismo. ¿Cómo se ve bajo las luces, marquesinas y carteles publicitarios de la Gran Manzana? ¿Es informal y amigable o sobrio y distante? ¿Está cómodo o está enojado? ¿Vino a pelearse o a arreglarse? ¿Vino a ganarse a los estadounidenses o enfrentarlos para hacer puntos con los iraníes que lo miran por tevé?
Este año la zaga tuvo galán nuevo y final hollywoodense. Hizo su estreno en la asamblea el nuevo presidente iraní, Hasan Rohani, elegido en junio con el mandato de ampliar los derechos ciudadanos en Irán y mejorar las relaciones con Occidente. En Nueva York lo esperaba una agenda acorde con la ocasión: discursos en el Council for Foreign Affairs y la Asia Society, pieza editorial en el Washington Post, entrevistas con las cadenas NBC y CNN y un mano a mano con Charlie Rose en la televisión pública, PBS. También lo esperaba Obama ,el otro protagonista, el más conocido, el que juega de local. Un presidente demócrata ni paloma ni halcón, más bien pragmático, que venía golpeado por un escándalo de espionaje a sus propios aliados y que acababa de echarse atrás en su intención de bombardear al principal aliado de Irán, Siria, por haber usado armas químicas en su guerra civil.
Las expectativa se venía armando desde antes del comienzo de la Asamblea. Se sabía que en la víspera Obama y Rohani habían intercambiado cartas personales privadas. Si bien el contenido completo de las cartas no se había dado a conocer, desde ambos lados se había filtrado que ambos líderes habían coincidido en que que valía la pena resolver el principal obstáculo en la relación. Esto es, la falta de controles sobre el programa nuclear iraní y la subsecuente imposición de duras sanciones económicas de Naciones Unidas, en particular la imposibilidad de hacer transacciones financieras a través del sistema internacional SWIFT. En sus discursos ante la Asamblea, tanto Obama como Rohani reiteraron que estaban dispuestos a negociar en serio. Obama ofreció una reunión mano a mano, pero Rohani contestó que la opinión pública iraní no estaba preparada para ir tan rápido. Entonces acordaron una reunión a nivel de cancilleres y una conversación telefónica entre los dos presidentes que se haría pública, como primeros pasos para alcanzar un acuerdo definitivo sobre el programa nuclear.
En paralelo Estados Unidos y Rusia acordaron un calendario y hoja de ruta para el desarme de armas químicas de Siria. Además, a instancias del secretario general de la ONU, Ban ki-Moon, las potencias convocaron a una conferencia internacional en el marco de Naciones Unidas, para intentar hallar un camino hacia la paz, tras dos años de inacción de la ONU, durante los cuales murieron unos cien mil sirios en la guerra civil. En otro hecho simbólicamente significativo para superar el duelo occidente-islam, el primer ministro palestino Mahmud Abbas dio su primer discurso en la Asamblea como jefe de estado reconocidos por la ONU.
Todas esta noticias hablan de una Asamblea inusualmente efectiva, en la que sus principales operadores lograron pasar del terreno discursivo al de las negociaciones directas y de los acuerdos vinculantes. Pero lo que pasa y se escenifica en la cita anual de Naciones Unidas no es un reflejo fiel de lo que pasa en el mundo, sino más bien un pantallazo de su costado más dramático.
Es cierto que el terrorismo islamista representa hoy la mayor amenaza a la seguridad a nivel mundial, tal como recuerda el sangriento ataque del grupo Al Shabaab esta semana a un shopping de Nairobi, con jihadistas reclutados en Estados Unidos y Europa que dejaron un tendal de muertos en una batalla que duró más de tres días. Sin embargo, cuando hablamos de los grandes conflictos, de las grandes batallas geopolíticas que hoy se libran a nivel mundial, Irán no aparece en primera fila.
En el famoso choque de las civilizaciones que había planteado el ideólogo conservador Samuel Huntington, el desafío a la hegemonía de Occidente surge de la economía, la cultura y el poder de China. Con la reemergencia de una Rusia, la Rusia neo zarista de Putin, que vuelve a ocupar su lugar de tercero en discordia. Más el despertar de India, con Brasil y el bloque latinoamericano, y Sudáfirica post-apartheied como referente de un bloque africano. Y dentro de ese contexto, un lugar importante también para las distintas corrientes islámicas y del mundo árabe,donde la corriente chiíta, liderada desde afuera de Arabia por Teherán, rivaliza con la corriente sunita liderada por Egipto y Arabia Saudita.
Quizá la razón por la que rivalidad no se muestra en el mundial de los presidentes tiene que ver con una estrategia de China. Igual que Irán, China tenia presidente nuevo para estrenar. Xi JingPing, que había asumido en noviembre del año pasado, podría haber sido la gran novedad en Nueva York. Venia de ser acusado por el gobierno de Estados Unidos de permitir que agentes de su gobierno hackeen y espíen las principales empresas tecnológicas estadounidenses. Venía de cargarse a sus rivales internos del Partido Comunista Chino con una serie de juicios por corrupción en las más altas esferas del poder.
Pero esta vez pegó el faltazo. Xi no estuvo en la Asamblea, se quedó en China. Eso sí: mandó un video al comité de Educación de la ONU para elogiar un programa apadrinado por el secretario general,en el que agradece el trabajo realizado desde que el programa se lanzó en el año pasado y que espera continuar este año con la participación de miles de maestros y millones de estudiantes chinos.
Xi también mandó al canciller a dar el discurso en nombre de China. Se trata de recurso habitual, para los jugadores que no participan en este mundial de presidentes por lesión, enfermedad, urgencias políticas en el frente interno o simple decisión táctica. El discurso del canciller chino Wang Yi no llamó demasiado la atención. Más que plantarse como representante de una superpotencia, pareció casi que pedía disculpas por la confusión de haber aparentado una hegemonía que China supuestamente no busca ni ambiciona de ninguna manera.
"Así con China ha disfrutado de una vía rápida al desarrollo a lo largo de los años, alguna gente se preocupan de que China podría repetir el ya transitado camino de un país que inevitablemente se vuelve arrogante y busca hegemonías cuando crecen sus fuerzas y se vuelve poderoso. Por eso han surgido muchas versiones de la 'amenaza china`. Pero lo que ocurrió en el pasado no puede aplicarse indiscriminadamente a la China de hoy. China se va a mantener firme en el camino hacia el desarrollo pacífico." dijo Wang. "Hace cuarenta años en este mismo podio Deng Xiao Ping declaró solemnemente en nombre del gobierno de China que China nunca buscaría la hegemonía mundial. Hoy su declaración permanece nuestro compromiso y nuestra convicción inalterable. China ha honrado y seguirá honrando su promesa de ser una fuerza determinada en mantener la paz mundial."
Alguien habrá estado escuchando, seguramente, al canciller chino. Pero en este ONU show tan lleno de fotos de buenos augurios, las marquesinas lucieron otros nombres y las luces apuntaron en otra dirección.