Dos protestas en Brasil esta semana, ninguna de ellas demasiado numerosa, una en Rio de Janeiro y otra en San Pablo, una que derivó en violencia, otra que no. Dos protestas que en apariencia no tenían nada que ver entre sí, llevaron a la calle, quizá por primera vez, el debate sobre el avance económico de China en América latina, al visibilizar algunas consecuencias evidentes que, hasta ahora, no se dejaban mostrar.
La de Río ocurrió el lunes pasado alrededor del hotel donde se licitaba el derecho de explotación del 60% del campo de Libra, descubierto en 2010, donde Brasil atesora su mayor reserva de petróleo. La protesta reunió a unos cuatrocientos ecologistas y gremialistas que pedían suspender la licitación porque para ellos equivalía a la entrega a capitales extranjeros de los recursos naturales de Brasil.
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Algunos manifestantes intentaron sin éxito romper el doble vallado de seguridad custodiado por mil agentes que rodeaba al hotel de Barra de Tijuca donde se hacía la licitación. Cargaron con chapas tirando piedras, la policía respondió con gases y balas de goma que causaron seis heridos. Más allá del encontronazo los organizadores de la licitación la declararon un éxito.
El contrato de explotación fue adjudicado al único ofertante tras un acuerdo cerrado a última hora entre los principales interesados. El consorcio ganador lo integran Petrobras (40%), la petrolera brasilera de capitales mixtos y mayoría estatal, la francesa Total (20%) y la anglo-holandesa Shell (20%), ambas de capital privado, y las estatales chinas China National Corporation (10 %) y China National Offshore Oil Corporation (10 %).
Si bien los manifestantes no hicieron diferencias entre los grupos extranjeros, no pocos analistas habían señalado en la semana previa la ausencia de ofertantes estadounidenses en la licitación del mayor campo petrolero descubierto en los últimos 30 años. Los análisis relacionaban las recientes revelaciones de espionaje estadounidense del agente arrepentido Edward Snowden como causante del enfriamiento en la relación bilateral, que desembocó en la cancelación de la visita oficial de la presidenta brasilera Dilma Rousseff a la Casa Blanca el mes pasado.
Entonces el ingreso de China en la licitación petrolera vendría a simbolizar, en un sentido geoestratégico, que en Brasil, y por extensión en Sudamérica, la potencia asiática ha reemplazado a Estados Unidos, como nuevo “socio principal”, o “potencia dominante”, según la perspectiva centro-periferia que cada uno prefiera.
Algo de eso hay. China ya es el mayor socio comercial de Brasil, habiendo desplazado de ese lugar a Estados Unidos. China es también el principal socio de Chile, Perú y, más recientemente, Uruguay, y el segundo de Argentina detrás de Brasil. Según distintas estimaciones, desde 1990 el comercio entre China y la región creció más del mil por ciento y el intercambio hoy supera holgadamente los 200 mil millones de dólares.
El traspaso de influencia se extiende, claro, al terreno militar, donde a falta de maniobras militares estadounidenses que eran rutinarias en todo el continente en los 90 y hoy se limitan casi exclusivamente al territorio colombiano, Sudamérica se prepara para el desembarco de una flotilla china. Según la agencia oficial China Xinua, en las próximas semanas arribarán a puertos de Brasil, Argentina y Chile el destructor lanzamisiles Lanzhou y la fragata lanzamisiles Liuzhou, ambos parte de la Flota del Mar Meridional de China, así como el barco de abastecimiento Boyanghu, que sirve en la Flota del Mar Oriental de China. Será la primera visita de la Marina china a la Argentina, aclara la agencia.
Al día siguiente de la licitación del campo de Libra, Rousseff salió a contestarle a los manifestantes. En un acto donde firmó la extensión de un programa de asistencia médica, la mandataria brasilera dijo que el 85% de toda la renta que va a ser producida en el campo de Libra va a pertenecer al Estado brasileño y a Petrobras. “Vamos a transformar el petróleo en educación y salud. Con más desarrollo tendremos más recursos y más reales.”
Al otro día apareció la segunda protesta, la de Sao Paulo. Unos doscientos trabajadores textiles cortaron la calle frente a la Feria China de Sao Paulo para protestar por la pérdida de empleo debido a las importaciones textiles desde China.Las crónicas del miércoles pasado no mencionan ningún incidente y las fotos muestran a algunos manifestantes con máscaras chinas de plástico y kimonos de polyester detrás de carteles de “Fuera China”, marchando frente al centro de convenciones y exposiciones de Anhembí y donde cerca de 500 comerciantes chinos promovían sus productos.
La marcha había sido convocada por un grupo de sindicatos y asociaciones profesionales del sector, que firmaron un comunicado conjunto quejándose del “aumento indiscriminado” de las importaciones del sector desde China, y también India, a pesar de numerosas medidas anti-dumping anunciadas en los últimos años. Los organizadores de la protesta señalaron que desde principios de año el sector textil perdió 55,000 empleos, según un estudio del Instituto Brasilero de Geografía y Estadística (IBGE).
"Estamos lanzando un grito de alerta a la sociedad y al Gobierno brasileño ya que la industria textil de este país, la cuarta mayor del mundo esta siendo atacada violentamente por los productos importados de Asia ", apuntó a la agencia de noticias Efe Fernando Pimentel, de la Asociación Brasileña de Industria Textil (ABIT), durante la manifestación.
Según el comunicado conjunto, en la última década el valor de los textiles importados pasó de 120 millones a 2100 millones de dólares. “No podemos permitir una invasión desenfrenada de productos extranjeros, ya que supone la ruptura de industrias y la pérdida de miles de puestos de trabajo,” agregó el diputado federal Paulo Pereira da Silva, líder de Fuerza Brasil, una de las principales centrales obreras del país, que también firmó el documento de protesta.
Sao Paulo no es la primera ciudad en manifestarse en contra de las importaciones del gigante asiático. El 28 de agosto pasado en Gamarra, el principal centro textil de Lima, Perú, comerciantes montaron una protesta que consistió en cortar el tránsito la quemando ropa importada de China en medio de la calle.
Las protestas contra las importaciones chinas registran un antecedente con las protestas de zapateros españoles por la invasión de zapatos chinos en la década del 90. Pero son todavía manifestaciones aisladas. Por ahora la preocupación por el impacto de las importaciones de Asia en la industria y el empleo de la región se limitan a trabajos académicos y relevamientos sectoriales de asociaciones profesionales.
Por ejemplo, según un informe de la consultora argentina Investigaciones Económicas Sectoriales (IES), el flujo de productos textiles desde China a Argentina creció del 25,2% en 2008 al 31,5%, frente a una caída de 8,8 puntos de las importaciones provenientes de Brasil. "esta evolución pone en duda la eficacia plena de las restricciones aplicadas a las importaciones desde China," señala la consultora en el informe.
Las dos protestas, la de Río de Janeiro y la de Sao Paulo, son la contracara de la presencia china en sudamérica.
La primera es una presencia glamorosa, es la inyección de grandes capitales para favorecer el desarrollo de Brasil, para que la presidenta pueda financiar proyectos de salud, educación y obra pública, proyectos de desarrollo que en otros tiempos se financiaban con créditos de organismos multilaterales controlados por Estados Unidos y Europa. Es la foto con la presidenta, es el anuncio en el hotel cinco estrellas de Barra de Tijuca con los policías vigilando la playa.
La segunda es una marcha silenciosa de humildes operarios sentados en la vereda de un centro de convenciones, alentados por los sindicatos y las cámaras empresariales, que buscan salvar a la cuarta industria textil del mundo, nada menos, de una competencia que no puede sostener. Por la disparidad en el costo de la mano de obra entre uno y otro país, por las prácticas laborales y ambientales en China que en Brasil serían consideradas de explotación, y por la política monetaria de no permitir la apreciación del yuan, la moneda china, para facilitar las exportaciones de ese país. Y no sólo textiles sino también juguetes, calzado, electrodomésticos artículos para el hogar y un largo etcétera, no sólo en Brasil sino en todo Sudamérica, a costa de miles de empleos industriales, por fábricas que cierran y por fábricas que no abren.
Por supuesto que los socios comerciales no siempre se pueden elegir y China e India son responsables por el aumento en el precio de las materias primas que exporta Sudamérica, lo cual trajo bienestar, en mayor o menor medida, a millones de personas durante la última década de crecimiento en la región.
Pero sería un error pensar, como algunos marxistas, que abrirse al dominio comercial de China es prácticamente una declaración de independencia de Estados Unidos y el fin del yugo imperial.
Primero, los intereses de Estados Unidos y Europa en Sudamérica siguen siendo vastos y complejos, con una larga historia y proximidad geográfica que hace difícil que esos vínculos desaparezcan de la noche a la mañana.
Por ejemplo, Estados unidos y Brasil son los dos principales productores de biocombustibles y prácticamente se reparten el mercado mundial. China podrá ser un gran comprador de petróleo y demás commodities, pero Estados Unidos mantiene la delantera en alta tecnología
Segundo, depender comercialmente de un país con mano de obra barata y prácticas comerciales agresivas hacen más difícil el desarrollo de industrias y tecnologías locales con capacidad de competir contra el aluvión de importaciones. Como dijo Rouseff en su visita a la potencia asiática en abril del 2011, China necesita diversificar sus importaciones para incluir no sólo materias primas sino también sus derivados.Sin embargo hasta ahora la tendencia es al revés, ya que China procesa localmente cada vez más productos primarios importados, tanto energéticos como alimentarios.
En Brasil, en Perú, en Chile y Argentina, el avance chino se mide en millones de dólares y se manifiesta en invasiones de ropa y juguetes, en compras millonarias de petróleo, cobre y soja, y en visitas de ferias intinerantes y acorazados lanzamisiles. Llega en silencio, sin reabrir, por ahora, el debate antiimperialista. Pero de a poco la calle empieza a reaccionar.