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miércoles, 31 de mayo de 2017

La era de la transparencia - Por Santiago O'Donnell









El 2010 fue el año de Cablegate, hasta entonces la mayor filtración de material secreto en la historia, lo cual daría inicio a la era de la transparencia en la que vivimos hoy, un mundo en el que ningún secreto es seguro y hasta nuestros momentos más íntimos empiezan a integrar una esfera pública que en gran parte se ha mudado de las plazas y las tribunas a las pantallas del mundo virtual.


El 28 de noviembre de ese año, WikiLeaks, el sitio de filtraciones fundado por el ex hacker australiano Julian Assange, empezó a publicar 251.287 documentos secretos del Departamento de Estado de Estados Unidos a través de y en sociedad con cinco grandes medios de Occidente: The Guardian (Gran Bretaña), The New York Times (Estados Unidos), Der Spiegel (Alemania), Le Monde (Francia) y El País (España). Los cables provenían en su gran mayoría de las embajadas estadounidenses en todo el mundo y afectaron a muchísimos países, tanto en su relación bilateral con el gobierno norteamericano como en su política interna.

Quizás el mayor impacto se dio en Túnez, un pequeño país del norte de Africa que se vio convulsionado por las revelaciones acerca de las prácticas corruptas del entonces dictador Ben Alí, descriptas en gran detalle por despachos desde la embajada de El Cairo. Las noticias desataron una ola de protestas que culminaron con el derrocamiento del dictador y así empezó la llamada “primavera árabe”, un reguero de manifestaciones prodemocracia y anticorrupción que se extendieron por todo el subcontinente e incluyeron un cambio de gobierno en Egipto, pero que a la larga o a la corta terminaron en prácticamente nada, salvo en Túnez, donde un régimen abierto y de elecciones competitivas logró tomar el poder y sobrevivir la contraola restauradora de los diferentes califatos.

En Latinoamérica las revelaciones no fueron tan sorprendentes. Sin embargo los embajadores estadounidenses debieron renunciar en Ecuador y México y tanto allí como en el resto de la región quedaron expuestas distintas operaciones de lobby e inteligencia lanzadas desde las embajadas, rutinarias y no tanto, así como una larga lista de políticos, empresarios y diversos agentes estatales y de la sociedad civil que acudían a la sede diplomática en busca de distintas intervenciones en asuntos domésticos, invocando algún interés común.

Entre otras lecciones, Cablegate recordó al mundo lo borrosa y delgada que es la línea que separa al espionaje de la diplomacia. Tanto como la que separa, o no, a la guerra de la política, como nos recuerda Von Clausewitz. O la que separa, o no, al periodismo del terrorismo, como nos recuerda Assange.

El director de WikiLeaks, exiliado en la embajada de Ecuador en Londres, hoy es buscado en Estados Unidos por presuntas violaciones al Espionaje Act o Ley de Espionaje por la cual su fuente para los documentos de Cablegate, la soldado Chelsea Manning, fuera condenada en 2013 a 35 años de prisión. El vice de Obama Joe Biden llamó a Assange “terrorista de alta tecnología” y no son pocos los legisladores de ese país lo que han proclamado que Assange debe ser juzgado y condenado a morir.

Cablegate inspiró tres años más tarde la siguiente megafiltración, la del ex espía estadounidense Edward Snowden a The Guardian. Millones de documentos que mostraban cómo la Agencia de Nacional de Seguridad norteamericana interceptaba información telefónica y de Internet en forma masiva para espiar a sus aliados y a sus propios ciudadanos. El año pasado llegaron los Panama Papers, 2,6 terabytes de información sobre un estudio de abogados panameño dedicado a crear empresas fantasma en paraísos fiscales. Entre una y otra megafiltración decenas de grandes filtraciones explotaron en distintas partes del mundo, cada vez más, cada vez con más alcance global, como los VatiLeaks, los FIFALeaks o lo mails de Hillary Clinton y ahora los Macronleaks.

Acaso presintiendo el cambio de época, esta verdadera revolución en la comunicación pública y privada (otro límite cada vez más borroso), es que en su último día de gobierno Obama conmutó la pena de Chelsea Manning, quien hace pocos días recuperó su libertad.

Así entramos en los albores de lo que más pronto que tarde será reconocida como la era de la transparencia. Un tiempo sin privacidad donde todo será conocido, pero no todos podrán conocerlo. Un tiempo donde de las batallas por el control de los datos habrán de sumarse, o incluso superar, a las batallas por el control de los recursos naturales. Un tiempo donde la guerra por otros medios no será la política representativa, sino la administración de la metainformación acerca de un determinado grupo. Un tiempo donde el fantasma de 1984 acechará al ideal democrático en cualquiera de sus vertientes.

Publicado en Pagina/12 el 26 de Mayo de 2017. 

miércoles, 24 de mayo de 2017

Liquidan en BVI al "Madoff argentino" --- Por Santiago O´Donnell






El 25 de mayo a las 10 de la mañana la Alta Corte de Justicia de Islas Vírgenes británicas celebrará una audiencia en los tribunales de Road Town de la ciudad de Tortola, capital del territorio, para escuchar el reclamo 047/2017. El reclamo recae sobre tres empresas pertenecientes a Juan Enrique Blaksley, un empresario conocido como “el Madoff argentino” porque su historia guarda cierto parecido con la del famoso estafador estadounidense. Los reclamantes en las Islas Vírgenes Británicas, nueve en total, todos argentinos, consiguieron en marzo que la Alta Corte nombre a dos abogados de ese país como liquidadores provisionales de las tres empresas de Blaksley, según dice el reclamo, “para mantener el valor de esos activos no sólo para beneficio de los actuales solicitantes, sino de potencialmente miles de inversores de Hope Funds en Argentina y otros países.” La audiencia de mañana en las Islas Vírgenes se hace para nombrar al liquidador definitivo y dar comienzo a la liquidación.


Sin embargo, y más allá de lo que pueda pasar en la audiencia, el escaso número de adherentes al pedido de liquidación refleja cierto nivel de escepticismo acerca de los beneficios que la medida pudiera obtener en una jurisdicción como el de las Islas Vírgenes Británicas, que como todo paraíso fiscal se caracteriza por una opaca y laxa regulación financiera. En el caso de las empresas de Blaksley, documentos analizados por este cronista muestran que distintos movimientos accionarios y un contrato de servicios con una firma panameña especializada en ocultar información patrimonial podrían haber servido para transferir, disimular o desviar bienes de las empresas en cuestión.


Así surge de los llamados Panama Papers, documentos del estudio panameño Mossack Fonseca, que detectó y analizó este periodista en el marco de la investigación impulsada por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) y el diario alemán Süddeutsche Zeitung.


Según la decisión del juez Roger Kaye del 16 de marzo pasado, los abogados Hadley Chilton y Laurent Keeble-Bukle, del estudio Baker, Tilly de Tortora, fueron nombrados liquidadores provisorios de las tres empresas de Blaksley: Hope Funds S.A., Marketsite Ltd. y Global Entertainment Enterprises Ltd.


Hope Funds S.A. es la nave insigne del grupo de firmas nacionales e internacionales pertenecientes a Blaksley. Se trata de una empresa argentina dedicada a captar inversiones. Marketsite y Global son dos sociedades de responsabilidad limitada inscriptas en las Islas Vírgenes Británicas. Ambas eran manejadas por empleados de Hope Funds desde las oficinas de Hope Funds de Buenos Aires y funcionaban como instrumentos financieros para inversiones offshore a través de contratos llamados “mutuos”. Algunos de esos mutuos especificaban que los regía la ley de las Islas Vírgenes Británicas.


Dueño de un entramado de más de 30 empresas en distintos paraísos fiscales, según revelaron los Panama Papers, Blaksley ha sido denunciado por fraude y lavado de dinero desde la AFIP y la Procelac, el organismo encargado de investigar crímenes financieros para el Ministerio Público argentino. Según la Procelac, entre los clientes de Hope Funds serían muy pocos los que pueden justificar o tienen declarada su inversión. Blaksley enfrenta además un juicio por defraudación en la justicia Federal, donde más de mil personas lo han denunciado por incumplir pagos y negarse a devolver dinero. También tiene un juicio laboral multimillonario en la justicia del Trabajo y más de 35 pedidos de quiebra en la justicia Comercial.


Blaksley y Hope Funds también son conocidos por su relación con referentes del macrismo y el peronismo renovador, a los que han sabido mezclar con figuras del espectáculo y del deporte. Hope Funds organizó eventos promocionales con estrellas como Usain Bolt, Roger Federer y las hermanas Williams, en los que Blaksley se fotografió junto al presidente Mauricio Macri, al Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta y al diputado Sergio Massa. Además, Blaksley fue socio de Fernando Marín, interventor de Futbol Para Todos, y manejó el merchandising del club Boca Juniors cuando el ministro de Producción, Francisco Cabrera, era gerente de marketing del club. Junto a Marcelo Tinelli y a una empresa fundada y luego vendida por el Titular del Sistema de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, Blaksley manejó el marketing de la selección argentina de básquet durante el apogeo de la Generación Dorada y Emanuel Ginóbili llegó a dar una charla inspiracional en un evento interno de Hope Funds. Blaksley es también muy conocido en el ambiente del polo, donde fue sponsor principal de La Dolfina, el equipo multicampeón de Palermo, y manejó ahorros de muchos polistas, incluso del número uno del mundo, Adolfo Cambiaso.


Las relaciones públicas y privadas de Blaksley no serían ajenas al ámbito judicial. Las denuncias de la AFIP y la Procelac descansaron durante dos años en el juzgado de federal de San Isidro a cargo de Sandra Arroyo Salgado, tiempo durante el cual la jueza nunca resolvió la situación procesal de Blaksley a un año de haberle tomado declaración indagatoria, y nunca aceptó los pedidos de inhibiciones de la fiscalía para que Hope Funds cesara con su accionar fraudulento. Al cabo de esos dos años Arroyo Salgado se declaró incompetente, aduciendo que si bien Blaksley vivía en un club de polo dentro de la jurisdicción de su juzgado, las transacciones con los ahorristas habían ocurrido en las oficinas de Hope Funds en Buenos Aires, fuera de la jurisdicción de la jueza. Entonces la causa se sorteó entre los jueces federales porteños y recayó en María Romilda Servini de Cubría. Entre los abogados de la defensa se comenta que otro viejo contacto de Blaksley, esta vez del club de rugby CUBA, el penalista Mariano Cúneo Libarona, podría estar aportando, con la discreción que requiere el caso, su buena llegada a la jueza Servini, para comprarle tiempo a Hope Funds, que con los vendedores que le quedan sigue trabajando en la captación de clientes. “Lo importante es no detenerse, avanzar, trabajar día a día para sacar adelante a Hope Funds y salvaguardar el patrimonio de todos los clientes que han confiado en nosotros, y en mí en forma personal. Y en ese camino estamos,” le escribió Blaksley a sus “clientes y amigos” en diciembre del año pasado.


En cuanto a las empresas en proceso de liquidación en las Islas Vírgenes Británicas, a través de los Panama Papers PáginaI12 pudo detectar los siguientes datos:


1. A fines de mayo del 2013 Mossack Fonseca modificó los paquetes accionarios de Marketsite Ltd. y de Global Entertainment Enterprises Ltd. Marketsite dejó de ser el accionista de Global, siendo reemplazado por una nueva firma creada por Blaksley a través de su contador Alejandro Corrozino y el estudio panameño. La empresa creada con el propósito de reemplazar a Marketsite como accionista de Global se llamó International Entertainment Management Group y también fue inscripta en las Islas Vírgenes Británicas. A su vez, Marketsite pasó a ser accionista de International.


2. Pocas semanas después, según los documentos, Global Entertainment Enterprises habría pasado a ser accionista de una sociedad en Singapur llamada Sports & Entertainment y al año siguiente tendría vinculación con una firma en Costa Rica llamada Premium Atlántica S.A. con la que Blaksley y su esposa habrían comprado un departamento en U$S 330,000


3. El 1º de marzo del 2011 Mossack Fonseca firmó un contrato de servicios confidenciales con Marketsite Ltd. que incluía en su punto número uno la “la creación y manejo de cualquier tipo de sociedades”, junto a una amplia gama de servicios legales y administrativos, incluyendo el aporte de directores y accionistas del estudio panameño en las sociedades de su cliente.


4. En su presentación ante la corte de las Islas Vírgenes Británicas el abogado de los solicitantes escribió: “En algunos casos, incluyendo el caso de Marketsite, estas compañías fueron usadas para los propósitos personales de los accionistas de Hope Funds para comprar propiedades en varios países. Por ejemplo, parte del dinero de los inversores fue usado por el señor Blaksley para comprar un jet privado, un club de polo y varias propiedades en el exterior. entiendo que las propiedades en Florida cuyo material de márketing se adjunta pertenece a esta categoría.” En efecto. los Panama Papers muestran que una serie de empresas en las que Marketsite S.A. figura como accionista y que fueron inscriptas y mantenidas por Corrozino, el contador de Blaksley habrían comprado una serie de propiedades en Panamá a un promedio de U$S 260,000 a razón de una por empresa. Sin embargo, siempre según los papers, el beneficiario final de esas empresas sería el Banco Balboa, entidad que fue intervenida a fines del año pasado y cuya licencia para operar en Estados Unidos fue suspendida hace un mes porque el Departamento del Tesoro de ese país lo incluyó en la “lista Clinton” de entidades facilitadoras de lavado de dinero.


Este cronista intentó contactarse ayer en reiterados intentos con Hope Funds, pero el teléfono de la empresa no paró de dar ocupado. Ante la falta de respuesta (hasta ahora) de Hope Funds al pedido de información de los liquidadores, se hace cuesta arriba para los cientos o miles de eventuales codamnificados en una presunta estafa que Moyano estima de entre U$S 150 y 300 millones. Pero Moyano es optimista. “Es nuestro trabajo saber dónde está la plata. Nos dedicamos a esto,” afirmó a este diario. Según Moyano, las empresas a liquidar tienen en sus activos acciones de otras empresas por donde habría pasado dinero. El abogado dijo que Islas Vírgenes Británicas es el primer paso en una serie de pedidos de liquidación de empresas que seguirá en Curaçao, Panamá y Estados Unidos, donde ha detectado empresas y al menos un fideicomiso del grupo Hope Funds. Si algo quedó del dinero de sus inversores sólo Blaksley lo puede decir. La búsqueda recién empieza.

Publicado en Págna 12 el 25 de mayo del 2017