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lunes, 28 de septiembre de 2009
Hundidos en Honduras - Por Santiago O’Donnell
Seguramente Manuel Zelaya nunca imaginó que un día su país ocuparía un lugar central en la agenda internacional. Honduras ya es no sólo una referencia obligada en las reuniones de la OEA y las cumbres de Unasur. Importantes presidentes se han ocupado del tema esta semana en la Asamblea General de Naciones Unidas, en el Consejo de Seguridad y, aunque no lo hicieron en público, también en la cumbre del G-20. Hasta los presidentes africanos podrían sumar su condena al golpe en la cumbre sur-sur que empezó ayer en la Isla de Margarita.+/- Ver mas...
lunes, 21 de septiembre de 2009
Aire
Mensajes sobre "Cámara lenta" (última entrada)+/- Ver mas...
...disculpe la catarsis, pero una bocanada de esencia y simpleza como esta Camara Lenta, en medio de tanta letra prescindible, llena los pulmones de aire.
Guillermo
Hola Santiago: Siempre leo con atención y gusto tus notas de los domingos. Hoy lunes la leo con retraso. Tal vez no la entendí bien, pero parece sugerir que más allá de algunos cambios (EEUU estaría tocado) la crisis internacional está llegando a su fin o habría tocado un piso. Yo creo que no es así, creo que la crisis sigue su curso y durará muchos años. También creo que en términos estructurales (economía real) todavía no pasó lo peor. Me pregunto si no estaré equivocado, pues este diagnóstico es contrario a todo lo que leo en la prensa en general. Te adjunto un PDF, si en algún momento tenés tiempo lee el primer artículo, creo que es una buena síntesis de las razones que sustentan por qué digo que la cosa va para largo.
Un abrazo,
Claudio Scaletta
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Guillermo
Hola Santiago: Siempre leo con atención y gusto tus notas de los domingos. Hoy lunes la leo con retraso. Tal vez no la entendí bien, pero parece sugerir que más allá de algunos cambios (EEUU estaría tocado) la crisis internacional está llegando a su fin o habría tocado un piso. Yo creo que no es así, creo que la crisis sigue su curso y durará muchos años. También creo que en términos estructurales (economía real) todavía no pasó lo peor. Me pregunto si no estaré equivocado, pues este diagnóstico es contrario a todo lo que leo en la prensa en general. Te adjunto un PDF, si en algún momento tenés tiempo lee el primer artículo, creo que es una buena síntesis de las razones que sustentan por qué digo que la cosa va para largo.
Un abrazo,
Claudio Scaletta
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Cámara lenta - Por Santiago O'Donnell
Un año después del crac financiero, el mundo gira en cámara lenta, como un boxeador aturdido. Los líderes hablan, los técnicos presentan informes, los terroristas se toman un respiro y las páginas se llenan con obviedades. Grandes discusiones en Medio Oriente, en América latina, que se diluyen en casi nada. Afganistán se estira como un chicle. Irán, Europa, Rusia y Estados Unidos juegan un póker interminable. Obama lleva dos meses dedicado a la reforma del sistema de salud y todavía faltan seis semanas para que se vote en Diputados. Todo es inercia y todo se prolonga, en Norcorea, en Sudán, en Honduras.+/- Ver mas...
Hasta que, poquito a poco, despacito y con cautela, los viejos reflejos vuelven. Wall Street, campeón de los pesos pesado, se pone de pie.
Tras los despidos del año pasado, los brokers recuperan su antiguo nivel de empleo. Los salarios también vuelven a ser los de antes de la crisis, con Goldman Sachs pagando un promedio de 700.000 dólares anuales a sus 30.000 empleados, informa Alex Berenson en el International Herald Tribune de la semana pasada.
Y esas mismas firmas y esos mismos bancos –agrega Berenson– siguen vendiendo y comercializando los mismos instrumentos financieros altamente especulativos que supuestamente causaron la crisis.
Salvo, claro está, los “tóxicos” que fueron retirados del mercado con fondos públicos a un costo archimillonario.
Mientras tanto los grandes bancos fortalecen su posición dominante con fusiones apalancadas por los fondos federales del paquete de rescate, completa Cristian Carrillo en el Cash de hoy.
Como dice Berenson, sigue reinando en Wall Street la vieja cultura de tirar la moneda: si sale cara, ganás; si sale seca, te rescatan.
Hace un año el mundo estaba por el piso y todo iba a cambiar. Las operaciones especulativas, los paraísos fiscales, el consumo desmedido, los déficit impagables.
Reunidos en Londres, al borde del knock-out, los líderes del planeta prometieron un nuevo orden basado en una celosa regulación federal e internacional.
También prometieron ayuda a los países en desarrollo para sobrellevar los efectos del parate comercial que los países ricos habían causado.
Pero ahora que la recesión parece haber tocado fondo en Estados Unidos y Europa, ahora que China crece a un ritmo más que saludable, motorizando un repunte que se extiende al resto de Asia, ahora que India y Brasil empiezan a reactivarse gracias al dinamismo y la escala de sus mercados internos, ya no parece haber tanta urgencia y las promesas se estiran hasta fundirse en un mar de palabras.
Entonces el Fondo Monetario Internacional vuelve al ring para tratar de imponer viejas recetas y se reanuda la pelea.
Vuelven las fintas, los amagues, el juego de piernas.
Pero no es lo mismo. El campeón está tocado. Ya no puede demonizar al Estado. Ahora se limita a decir que a largo plazo su presencia se puede volver nociva. “Aun cuando la era del gran estímulo llega a su fin, el reinado del megagobierno se prolonga. La economía mundial no ha experimentado semejante intervencionismo desde los años setenta y la recesión ha reabierto el debate sobre el apropiado rol del Estado y los mercados en la economía moderna... La acción del gobierno, si se mantiene demasiado, puede generar burbujas de bienes de capital y otros males”, advierte Michael Schuman en el artículo de tapa de la última edición de Time.
Al borde del agotamiento, el campeón sigue lanzando golpes. Como acto reflejo, casi por inercia, aferrado a su instinto de supervivencia. Pero se mueve como en cámara lenta, exponiendo su flanco vulnerable.
El BRIC (Brasil, Rusia, India y China) se planta de igual a igual con las potencias de Occidente. China avisa que se cansó de comprar bonos del Tesoro norteamericano. Irlanda, el “tigre europeo”, se convierte en gatito. Se desploman los países del Báltico, supuestos ejemplos de la transición desde el comunismo. El nuevo paradigma del éxito es el modelo chino, con su planificación centralizada. Japón e Indonesia cambian su estrategia basada en manufacturas exportables para darles impulso a las pymes que generan empleos en el mercado local. La revolución verde está a la vuelta de la esquina. Obama agranda el déficit para gastar en salud, educación, vivienda y seguridad social. Aunque lo acusen de Hitler, o peor, de socialista.
A un año del crac financiero podrá parecer que nada ha cambiado porque el campeón sigue en el centro del ring, todavía activo, todavía invicto, todavía con capacidad de daño. Pero ya no se mueve como antes, ya no le baja el aplauso de la tribuna. Entonces amaga, agarra, estira el tiempo como en cámara lenta, porque el piso se le mueve, y porque no sabe si aguanta una piña más.
Tras los despidos del año pasado, los brokers recuperan su antiguo nivel de empleo. Los salarios también vuelven a ser los de antes de la crisis, con Goldman Sachs pagando un promedio de 700.000 dólares anuales a sus 30.000 empleados, informa Alex Berenson en el International Herald Tribune de la semana pasada.
Y esas mismas firmas y esos mismos bancos –agrega Berenson– siguen vendiendo y comercializando los mismos instrumentos financieros altamente especulativos que supuestamente causaron la crisis.
Salvo, claro está, los “tóxicos” que fueron retirados del mercado con fondos públicos a un costo archimillonario.
Mientras tanto los grandes bancos fortalecen su posición dominante con fusiones apalancadas por los fondos federales del paquete de rescate, completa Cristian Carrillo en el Cash de hoy.
Como dice Berenson, sigue reinando en Wall Street la vieja cultura de tirar la moneda: si sale cara, ganás; si sale seca, te rescatan.
Hace un año el mundo estaba por el piso y todo iba a cambiar. Las operaciones especulativas, los paraísos fiscales, el consumo desmedido, los déficit impagables.
Reunidos en Londres, al borde del knock-out, los líderes del planeta prometieron un nuevo orden basado en una celosa regulación federal e internacional.
También prometieron ayuda a los países en desarrollo para sobrellevar los efectos del parate comercial que los países ricos habían causado.
Pero ahora que la recesión parece haber tocado fondo en Estados Unidos y Europa, ahora que China crece a un ritmo más que saludable, motorizando un repunte que se extiende al resto de Asia, ahora que India y Brasil empiezan a reactivarse gracias al dinamismo y la escala de sus mercados internos, ya no parece haber tanta urgencia y las promesas se estiran hasta fundirse en un mar de palabras.
Entonces el Fondo Monetario Internacional vuelve al ring para tratar de imponer viejas recetas y se reanuda la pelea.
Vuelven las fintas, los amagues, el juego de piernas.
Pero no es lo mismo. El campeón está tocado. Ya no puede demonizar al Estado. Ahora se limita a decir que a largo plazo su presencia se puede volver nociva. “Aun cuando la era del gran estímulo llega a su fin, el reinado del megagobierno se prolonga. La economía mundial no ha experimentado semejante intervencionismo desde los años setenta y la recesión ha reabierto el debate sobre el apropiado rol del Estado y los mercados en la economía moderna... La acción del gobierno, si se mantiene demasiado, puede generar burbujas de bienes de capital y otros males”, advierte Michael Schuman en el artículo de tapa de la última edición de Time.
Al borde del agotamiento, el campeón sigue lanzando golpes. Como acto reflejo, casi por inercia, aferrado a su instinto de supervivencia. Pero se mueve como en cámara lenta, exponiendo su flanco vulnerable.
El BRIC (Brasil, Rusia, India y China) se planta de igual a igual con las potencias de Occidente. China avisa que se cansó de comprar bonos del Tesoro norteamericano. Irlanda, el “tigre europeo”, se convierte en gatito. Se desploman los países del Báltico, supuestos ejemplos de la transición desde el comunismo. El nuevo paradigma del éxito es el modelo chino, con su planificación centralizada. Japón e Indonesia cambian su estrategia basada en manufacturas exportables para darles impulso a las pymes que generan empleos en el mercado local. La revolución verde está a la vuelta de la esquina. Obama agranda el déficit para gastar en salud, educación, vivienda y seguridad social. Aunque lo acusen de Hitler, o peor, de socialista.
A un año del crac financiero podrá parecer que nada ha cambiado porque el campeón sigue en el centro del ring, todavía activo, todavía invicto, todavía con capacidad de daño. Pero ya no se mueve como antes, ya no le baja el aplauso de la tribuna. Entonces amaga, agarra, estira el tiempo como en cámara lenta, porque el piso se le mueve, y porque no sabe si aguanta una piña más.
Publicado en Página/12 el 20 de septiembrede 2009
lunes, 14 de septiembre de 2009
Aguante Kerry
+/- Ver mas...
Actualmente tabajo como pediatra en el valle de San Joaquin,particularmente en una ciudad de aproximadamente 30000 habitantes cuyo nombre es Dinuba.Aqui atienddo diariamente ,en un area calificada de underserved asi como su poblacion,a los hijos de una enorme cantidad de trabajadores agricolas.Si no interprete mal me parece que la Sra Kerry Kennedy daba al proceso social d efines de los 60 ,en los cuales intervino su padre Bob y cesar Chaves,como un proceso consolidado en sus logros sociales, y que ahora habria que desarrollarlo de modo analogo en otras areas de USA como New york.Me atrevo respetuosamente a discrepar.Si bien el proceso de los 60 tuvo logros innegables como por ejemplo la incorporacion de los trabajadores al medicaid y la realizacion de convenios laborales,actual mente es creciente el numero de trabajaddores sin cobertura medica ,frente a un Medical destrudio progresivamente,el area donde trabajo tenia un hospital que fue cerrado creo que en 1993 ,no tiene servicios d eradiologia ,y los analisis de laboratorio cuando requeridos son enviadso a Hospitales d elocalidades vecinas,las consultas de emrgencias se satisfacen en Hospitales ,agotados por la masividad de la consulta(como por ej el Valley children s Hospital sito a 40 millas de donde trabajo,unico hospital nivel 3 para los chicos en la totalidad del valle).La ausencia de servicios comunitarios es enorme ,progresiva y antecede en el tiempo a la crisis economica,Los porcentajes de desocupacion historicamente estan en mas de un 10 %,lla remuneracion de la hora de trabajo en los fields se mantiene sin mayor variacion desde hace una decada,las jornadas laborales son extenuante ,problemas como la exposicio a plaguicidas configuran un significativo problema.Es decir el progreso de los 60 se extinguio.adjunto infromes de la universidad davis sobre la situacion de salud en la zona,aprovecho para saludarloo con todo respeto
Dr Jose M Megna
Hola Santiago, mi nombre es Sebastián Gadea y soy periodista de cuatro cabezas. Te escribo porque leyendo la nota que escribiste sobre Kerry Kennedy vi que mencionabas a Cesar E. Chavez y durante la primera mitad del año estuve realizando un documental para Discovery Channel sobre su figura y la histórica marcha que realizó la UFW (aún denominada National Farm Workers Asociation) desde Delano a Sacramento. Estuve entrevistando a Dolores Huerta y a muchas de las personas cercanas a Cesar y fue realmente muy satisfactorio. Queria decirte que si te interesa puedo hacerte llegar una copia una vez que se emita el documental a finales de este mes.
Saludos,
Sebastián Gadea
RESPUESTA:
hola sebastian q bueno me encanta mil gracias, ss,s
Hola Santiago, solo para decirte que me parecio muy buena la nota sobre Kerry Kennedy, un lujo poder leer algo asi en la prensa argentina.
Abrazo
Antonio Cicioni
Estimado Sr O'Donnell,
No se si se va a tomar el trabajo de leer este comentario a su nota de Kerry Kennedy, pero lo voy a hacer igual. La nota me parecio muy buena, lastima que se le escapa la tortuga cuando dice:
"O sea, podría estar navegando en Martha’s Vineyard, pero tuvo la suerte de poder mostrarle a su hija de doce años lo que ocurrió en un país lejano, en un infierno humano llamado ESMA. Kerry Kennedy representa el orgullo del clan Kennedy, ese optimismo a prueba de desgracias, esa fe ilimitada en la capacidad transformadora de los individuos comprometidos, los Cuerpos de Paz, la Alianza para el Progreso.
Pero también, en un sentido más amplio, representa a los Estados Unidos. La invasión de la Bahía de los Cochinos ocurrió durante la presidencia de Kennedy. También el preludio a la guerra de Vietnam, esa guerra que el padre de Kerry quiso terminar con una campaña presidencial que le costó la vida. El país que los Kennedy representan con orgullo es el país de Guantánamo, el país que invade Afganistán. Cuando las preguntas van por ese lado, el aura de Camelot se desvanece. Las bocas se tensan y las palabras se miden, hasta que no salen más".
No entiendo esa vuelta de tuerca, si va a hablar de las cosas importantes que hace Kerry Kennedy, no la ensucie con malas artes. Los Kennedy van a querer a su pais siempre y siempre van a pelear para hacerlo mejor. Eso no quiere decir que no hayan habido algunos presidentes y politicas pesimas. Pero le recuerdo Sr. O'Donnell aunque creo que Ud debe saberlo, que Estados Unidos es un pais muy grande y donde priman opiniones bastantes diferentes. Es un pais donde estan los que defienden a los inmigrantes y estan los minuteman (asi con minusculas). Estan los que no ven "colores" y los que los ven. Estan los que creemos buenos y los que sabemos malos.
Pero eso pasa en todos lados. Nosotros como pais tambien tenemos mucha mugre abajo de la alfombra y a veces arriba tambien, pero tenemos gente que pelea por un pais mejor todos los dias y que aman y estan orgullosos de vivir en Argentina, y seguramente no les gustaria que alguien diga que representan al pais que desaparecio 30000 personas.
--
Omar Mendez
RESPUESTA:
hola omar,
gracias por escribir. yo no ensucié a nadie. hice un par de preguntas y conté
que kerry se fue poniendo un poco incómoda y traté de entender y de explicar por qué.
Con respecto a lo que usted dice sobre la complejidad de estados unidos, creo que mi reportaje refleja justamente eso.
saludos s.
Maracaibo, 13 de septiembre de 2009
Señor
Santiago O´Donnell
Buenos Aires
Estimado señor:
Existe una constante en los defensores de los derechos humanos y políticos progresistas estadonuidenses que tiene que ver con el temor a decir lo que se debiera contar en cualquier momento y en cualquier lugar. Parece que en su país, el de Kerry Kennedy, las palabras no se las lleva el viento, porque, eviedentemente, quedan registradas en bases de datos que se utilizan en su contra.
Les cuesta ser más abiertos, están dominados por el pánico. Me imagino la cruz que deben cargar para ser libres, más allá de lo material.
Lic. Jorge H. Barbich Duprat
Dr Jose M Megna
Hola Santiago, mi nombre es Sebastián Gadea y soy periodista de cuatro cabezas. Te escribo porque leyendo la nota que escribiste sobre Kerry Kennedy vi que mencionabas a Cesar E. Chavez y durante la primera mitad del año estuve realizando un documental para Discovery Channel sobre su figura y la histórica marcha que realizó la UFW (aún denominada National Farm Workers Asociation) desde Delano a Sacramento. Estuve entrevistando a Dolores Huerta y a muchas de las personas cercanas a Cesar y fue realmente muy satisfactorio. Queria decirte que si te interesa puedo hacerte llegar una copia una vez que se emita el documental a finales de este mes.
Saludos,
Sebastián Gadea
RESPUESTA:
hola sebastian q bueno me encanta mil gracias, ss,s
Hola Santiago, solo para decirte que me parecio muy buena la nota sobre Kerry Kennedy, un lujo poder leer algo asi en la prensa argentina.
Abrazo
Antonio Cicioni
Estimado Sr O'Donnell,
No se si se va a tomar el trabajo de leer este comentario a su nota de Kerry Kennedy, pero lo voy a hacer igual. La nota me parecio muy buena, lastima que se le escapa la tortuga cuando dice:
"O sea, podría estar navegando en Martha’s Vineyard, pero tuvo la suerte de poder mostrarle a su hija de doce años lo que ocurrió en un país lejano, en un infierno humano llamado ESMA. Kerry Kennedy representa el orgullo del clan Kennedy, ese optimismo a prueba de desgracias, esa fe ilimitada en la capacidad transformadora de los individuos comprometidos, los Cuerpos de Paz, la Alianza para el Progreso.
Pero también, en un sentido más amplio, representa a los Estados Unidos. La invasión de la Bahía de los Cochinos ocurrió durante la presidencia de Kennedy. También el preludio a la guerra de Vietnam, esa guerra que el padre de Kerry quiso terminar con una campaña presidencial que le costó la vida. El país que los Kennedy representan con orgullo es el país de Guantánamo, el país que invade Afganistán. Cuando las preguntas van por ese lado, el aura de Camelot se desvanece. Las bocas se tensan y las palabras se miden, hasta que no salen más".
No entiendo esa vuelta de tuerca, si va a hablar de las cosas importantes que hace Kerry Kennedy, no la ensucie con malas artes. Los Kennedy van a querer a su pais siempre y siempre van a pelear para hacerlo mejor. Eso no quiere decir que no hayan habido algunos presidentes y politicas pesimas. Pero le recuerdo Sr. O'Donnell aunque creo que Ud debe saberlo, que Estados Unidos es un pais muy grande y donde priman opiniones bastantes diferentes. Es un pais donde estan los que defienden a los inmigrantes y estan los minuteman (asi con minusculas). Estan los que no ven "colores" y los que los ven. Estan los que creemos buenos y los que sabemos malos.
Pero eso pasa en todos lados. Nosotros como pais tambien tenemos mucha mugre abajo de la alfombra y a veces arriba tambien, pero tenemos gente que pelea por un pais mejor todos los dias y que aman y estan orgullosos de vivir en Argentina, y seguramente no les gustaria que alguien diga que representan al pais que desaparecio 30000 personas.
--
Omar Mendez
RESPUESTA:
hola omar,
gracias por escribir. yo no ensucié a nadie. hice un par de preguntas y conté
que kerry se fue poniendo un poco incómoda y traté de entender y de explicar por qué.
Con respecto a lo que usted dice sobre la complejidad de estados unidos, creo que mi reportaje refleja justamente eso.
saludos s.
Maracaibo, 13 de septiembre de 2009
Señor
Santiago O´Donnell
Buenos Aires
Estimado señor:
Existe una constante en los defensores de los derechos humanos y políticos progresistas estadonuidenses que tiene que ver con el temor a decir lo que se debiera contar en cualquier momento y en cualquier lugar. Parece que en su país, el de Kerry Kennedy, las palabras no se las lleva el viento, porque, eviedentemente, quedan registradas en bases de datos que se utilizan en su contra.
Les cuesta ser más abiertos, están dominados por el pánico. Me imagino la cruz que deben cargar para ser libres, más allá de lo material.
Lic. Jorge H. Barbich Duprat
Kerry K - Por Santiago O'Donnell
La hija de Robert Kennedy participó de un homenaje a los desaparecidos en la ESMA, habló de los vínculos de su familia con las víctimas de la dictadura, de Bush, de Obama y de la herencia recibida.+/- Ver mas...
Saliendo de Los Angeles hacia el norte, pasando la gran bahía de Malibu, del otro lado de dos quebradas, aparece, inmenso, el valle de los campos de frutilla. Kilómetros y kilómetros de hileras de cultivo desde Camarillo hasta Ventura, desde la montaña hasta el mar, de donde sale buena parte de la producción de una de las frutas preferidas por el consumidor estadounidense. Un par de meses al año, en la época de cosecha, desde la autopista se puede ver a los trabajadores y trabajadoras rurales, emigrantes todos de México y Centroamérica, con las espaldas dobladas mientras pizcan y llenan canastos. A la distancia parecen grupos de hormigas.
En el centro del valle, a orillas del Pacífico, se alza orgullosa la ciudad de Oxnard, capital del condado. Durante muchos años Oxnard y alrededores fue una gigantesca plantación de remolacha. Donde hoy se erige la ciudad estaba la finca de los Oxnard y la planta procesadora, principal fuente de empleo de toda la región. Los campos de frutilla surgieron casi de casualidad porque los ciclos de cultivo eran opuestos a los de la remolacha, la tierra era fértil y los trabajadores aprovechaban su tiempo libre para completar sus ingresos sembrando fresa, como le dicen los mexicanos, en pequeñas huertas familiares. Cuando los Oxnard ya no pudieron competir con los magnates cañeros en la producción de azúcar, vendieron sus tierras y se formó la ciudad, que hoy luce rascacielos, shoppings, yacht club y una coqueta costanera con amplios chalets para los refugiados de la gran metrópolis.
Oxnard también alberga, del otro lado de las vías de un tren que ya no corre más, un barrio de de casitas de cemento y chapa llamado La Colonia, donde sólo se habla español. En tiempos de cosecha sus calles cobran vida con el sonido de la rancheras que sale de sus cantinas y el olor a chancho frito que despiden los carritos de los vendedores ambulantes. La Colonia tiene una escuela, un puesto de policía y un gimnasio de box, de donde surgió el ex campeón mundial y orgullo de todo el valle, Fernando “El feroz” Vargas.
Oxnard es la primera parada de los trabajadores rurales que siguen la cosecha de norte a sur, desde la frutilla en Oxnard al durazno en Fresno, al chile en Bakersfield, la naranja en San Joaquín y la uva en Napa, recorriendo todo el sur y el centro de California, viajando muchas veces en condiciones paupérrimas, escapándole a “la migra”, juntando monedas y billetes para llevar de regreso a sus familias del otro lado del río Grande.
Fue ahí, en La Colonia, en sus calles, en sus cantinas, en sus casitas, donde este cronista entró en contacto, por primera vez, hace veinte años, con el mito de los Kennedy. Cada vez que venía una elección, pasara lo que pasare, La Colonia votaba en bloque por los demócratas. Y cada vez que uno iba ahí y preguntaba por qué, la respuesta era más o menos la misma: “Porque los Kennedy son demócratas y nos ayudaron mucho”.
En 1967, en el pico del movimiento por los derechos civiles, los campesinos de California se alzaron detrás de su legendario líder, César Chávez. Cuando Chávez se declaró en huelga de hambre en el valle de San Joaquín, Robert Kennedy, entonces senador por Nueva York, viajó hasta allí para estar a su lado. Fue el único político de Washington que no dudó en apoyarlo. La lucha de los United Fruit Workers comandados por Chávez y su compañera Dolores Huerta eventualmente forzó a la Legislatura de California a pasar las leyes laborales para trabajadores rurales que 30 años después siguen siendo las más progresistas de los Estados Unidos.
Kerry Kennedy, 50, una de las hijas de Robert, estuvo el viernes en la ESMA rindiéndoles homenaje a los desaparecidos. Llegó y se fue sin guardaespaldas, pero no estaba sola. La acompañaba su hija Michaela, 12, que venía para aprender, en las palabras de su madre, las atrocidades que se pueden cometer desde posiciones de poder. Y también para aprender cómo muchos sobrevivientes de esa opresión superaron la adversidad y el dolor para convertirse en protagonistas de una “democracia vibrante” como es hoy la Argentina. A mostrarle ejemplos como el señor canciller (Taiana), que estuvo ocho años preso durante al dictadura y hoy dirige las relaciones exteriores de su país. O como su amigo Héctor Timerman, que tuvo que exiliarse y hoy es el embajador en Washington.
Vestidas de negro y con miradas tristes, Kerry y Michaela esperaron a la presidenta Cristina en la puerta del casino de oficiales. Parecían Caroline y Jacqueline en el funeral de JFK. Kerry tenía cuatro años cuando mataron a su tío y nueve cuando se llevaron a su papá.
Después de la ceremonia, mientras espera a la Presidenta para despedirse, le digo a Kerry Kennedy que en Oxnard recordaban a su viejo con cariño. Entonces se le enciende la cara y muestra esa sonrisa dientuda que heredó de Bobby.
“Ah, sí. Su amigo César Chávez”, contesta. “Ahora tenemos la misma lucha en el estado de Nueva York. Los trabajadores rurales no pueden formar sindicatos, no tienen días de descanso y se permite el trabajo infantil. Lo que se logró en California tenemos que extenderlo a todo el país.”
Kerry Kennedy ha dedicado toda una vida a la defensa de los derechos humanos y de género desde la Fundación Robert Kennedy para la Defensa de los Derechos Humanos. Ha viajado por el mundo, desde Polonia a Sudáfrica, a República Dominicana bregando en favor de los oprimidos.
Cuenta su historia en un restaurante de la Costanera saboreando merluza negra mientras Michaela sorprende con trucos de magia o juega con su laptop con los auriculares puestos.
Cuenta Kerry Kennedy que su interés por los derechos humanos empezó desde muy chica, cuando su padre era fiscal general (ministro de Justicia) durante el auge del movimiento por los derechos civiles de los negros en la presidencia de Lyndon Johnson.
“En esa época las policías de los estados del sur perseguían a los manifestantes y papá mandaba a los agentes federales para rescatarlos. Me acuerdo de que su oficina siempre estaba llena de abogados y líderes de los derechos civiles.”
Antes de viajar a Argentina, Kerry Kennedy escribió una opinión en homenaje a su tío Ted, recientemente fallecido, que este diario publicó. Allí hacía referencia a la enmienda KennedyHumphrey por la que el gobierno estadounidense cortó la ayuda militar a la dictadura de Videla. Le pregunto a Kerry Kennedy si la preocupación por los derechos humanos es un legado.
“Sí, yo creo que el compromiso con la justicia social y la defensa de los oprimidos es un valor familiar. Siempre me acuerdo una historia de mi tío el presidente Kennedy, de cuando era senador. En esa época no podías conseguir una visa para entrar en Estados Unidos si eras de cierta parte del mundo, salvo que un senador firmara una excepción. Por entonces una isla de la costa de Africa, no recuerdo cuál, sufrió un temporal devastador. Y mi tío se pasó dos noches enteras firmando formularios, miles de ellos, para que los refugiados pudieran venir.”
Cuenta Kerry Kennedy que la decisión de dedicar su vida a hacer lo que hace la tomó a los veinte años, en 1981, y que la Argentina tuvo que ver, de alguna manera. “En el verano de mi segundo año en la facultad, hice una pasantía en Amnesty International y me pasé dos meses recorriendo el país y documentando abusos contra los refugiados salvadoreños. Quedé horrorizada por el desprecio con que mi país trataba a sus habitantes más pobres y desesperados. En Amnesty conocí también los abusos en la Unión Soviética, en Chile, y supe de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, de las comadres en El Salvador. Mi jefe era (el reconocido activista por los derechos humanos argentino) Juan Méndez. También ese verano leí Prisionero sin nombre, celda sin número, un libro que me marcó, y después supe que mi padre había sido amigo del hombre que lo escribió, Jacobo Timerman. Ese verano decidí que esto era lo que quería hacer el resto de mi vida.”
Nunca se arrepintió de esa decisión, dice sin pensarlo. “He conocido a gente extraordinaria. Cuando me preguntan si no es una carga luchar por la justicia social, yo contesto que me encanta, que me inspira. He tenido la oportunidad de conocer al Martin Luther King, al Ghandi de cada país, de aprender de ellos. Gracias a Dios tengo un trabajo que amo.”
O sea, podría estar navegando en Martha’s Vineyard, pero tuvo la suerte de poder mostrarle a su hija de doce años lo que ocurrió en un país lejano, en un infierno humano llamado ESMA. Kerry Kennedy representa el orgullo del clan Kennedy, ese optimismo a prueba de desgracias, esa fe ilimitada en la capacidad transformadora de los individuos comprometidos, los Cuerpos de Paz, la Alianza para el Progreso.
Pero también, en un sentido más amplio, representa a los Estados Unidos. La invasión de la Bahía de los Cochinos ocurrió durante la presidencia de Kennedy. También el preludio a la guerra de Vietnam, esa guerra que el padre de Kerry quiso terminar con una campaña presidencial que le costó la vida. El país que los Kennedy representan con orgullo es el país de Guantánamo, el país que invade Afganistán. Cuando las preguntas van por ese lado, el aura de Camelot se desvanece. Las bocas se tensan y las palabras se miden, hasta que no salen más.
El Google está lleno de elogios a Kerry Kennedy, pero también hay muchas críticas. Autoridades de los países que visita se quejan de las “lecciones” que esa rubia extranjera con apellido famoso les ha venido a impartir, como si Estados Unidos fuera el paraíso de los pobres, como si no tuviera que ver con los problemas del Tercer Mundo. También hay críticas desde Estados Unidos del tipo “a mí no me gustaría que venga alguien del extranjero a este país a decirnos lo que hacemos mal”. Kerry Kennedy dice que se ríe de esas cosas, pero contesta en serio y con tono desafiante.
“Escucho esas críticas de los gobiernos, pero nunca escuché algo así de una víctima de la tortura. Me dicen que no entiendo los valores del país, que no entiendo la cultura, pero nunca escuché a una víctima de la represión decirme ‘andate, vos no entendés’ porque las denuncias siempre ayudan. Ojalá vinieran delegaciones de Argentina, de Kenia o de Sudán a conocer las condiciones de maltrato que reciben los trabajadores rurales en el estado de Nueva York, para presionar a la Legislatura para que cambie las leyes. Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.”
Hablando de presionar a los gobernantes, ¿alguna vez habló con George W. Bush sobre derechos humanos?
“Una vez”, contesta la hija de Bobby. “Fue dos meses después del 11-9. El Congreso había aprobado el Patriot Act (ley antiterrorista) y el fiscal general John Ashcroft había detenido hasta cinco mil hombres musulmanes de entre 18 y 50 años. Los obligaba a presentarse en sus estaciones de policía por el solo hecho de ser musulmanes. Entonces hubo una ceremonia en el edificio del Departamento de Justicia en Washington porque el Congreso había decidido ponerle el nombre de mi padre. Ahí lo vi a Bush y le dije: ‘Esto no es lo que Robert Kennedy representa. El no hubiera permitido esta clase de represión’.”
¿Y qué contestó Bush?
“Nada importante. ‘Qué bueno verte’, o algo así.”
La inevitable comparación entre Obama y JFK no entusiasma demasiado a Kerry Kennedy. Contesta con una frase hecha, como cumpliendo con una formalidad.
“El presidente Obama es un hombre que inspira a la gente, que cree que una sola persona puede hacer la diferencia. Durante la campaña presidencial movilizó a miles de personas que antes no habían participado en política, infundiéndoles esperanza. Es joven, buen mozo, y tiene una visión de país inclusiva y se interesa por los oprimidos. En eso se parece a mi tío.”
Noto cierta distancia en la respuesta y pregunto si no tendrá que ver con ciertas promesas incumplidas, o postergadas, en materia de derechos humanos, como el cierre de la cárcel de Guantánamo.
“Como activista por los derechos humanos siempre hay más cosas que desearía, pero no voy a entrar en detalles”, se ataja.
Hay mucha gente, sobre todo de izquierda, que ve una continuidad entre los gobiernos de Obama y de Bush, entre las guerras de Irak y Afganistán, se le dice. Entonces sí, Kerry Kennedy defiende a Obama con pasión.
“Si dicen eso es porque no leen los diarios. Desde los derechos humanos, a las libertades civiles, a las guarderías infantiles, a la salud reproductiva, al acceso a los programas de salud –en cada uno de esos temas se ha producido un vuelco completo–. En las relaciones raciales también. Su discurso en El Cairo fue muy importante. Su acercamiento con China. Su presencia en Africa para denunciar injusticias y pedir el fin de la corrupción. En su primer día de gobierno prometió cerrar Guantánamo y terminar con los programas secretos de la CIA. También ha dicho que va a investigar los abusos cometidos por la CIA durante el gobierno de Bush, lo cual es muy bueno, aunque algunos digan que distrae la atención del debate sobre la reforma del sistema de salud. Fue una decisión valiente.”
Entonces le pido a una opinión sobre la guerra en Afganistán, un ítem que previsiblemente había quedado afuera de su lista. Entonces a Kerry Kennedy se le acaba la paciencia.
“¿Podemos terminar esta entrevista?”, contesta con una sonrisa. Como diciendo ya está, ya tenés suficiente, todo bien pero ya está.
Michaela jugaba con su laptop, en cuya tapa había pegado dos enormes calcomanías. Una mostraba la imagen icónica de Obama del artista Shepard Fairey. La otra, más grande y más gastada, decía en inglés, en letras de molde, lo que su madre había elegido callar: “Si los hombres parieran hijos, las guerras no existirían”.
En el centro del valle, a orillas del Pacífico, se alza orgullosa la ciudad de Oxnard, capital del condado. Durante muchos años Oxnard y alrededores fue una gigantesca plantación de remolacha. Donde hoy se erige la ciudad estaba la finca de los Oxnard y la planta procesadora, principal fuente de empleo de toda la región. Los campos de frutilla surgieron casi de casualidad porque los ciclos de cultivo eran opuestos a los de la remolacha, la tierra era fértil y los trabajadores aprovechaban su tiempo libre para completar sus ingresos sembrando fresa, como le dicen los mexicanos, en pequeñas huertas familiares. Cuando los Oxnard ya no pudieron competir con los magnates cañeros en la producción de azúcar, vendieron sus tierras y se formó la ciudad, que hoy luce rascacielos, shoppings, yacht club y una coqueta costanera con amplios chalets para los refugiados de la gran metrópolis.
Oxnard también alberga, del otro lado de las vías de un tren que ya no corre más, un barrio de de casitas de cemento y chapa llamado La Colonia, donde sólo se habla español. En tiempos de cosecha sus calles cobran vida con el sonido de la rancheras que sale de sus cantinas y el olor a chancho frito que despiden los carritos de los vendedores ambulantes. La Colonia tiene una escuela, un puesto de policía y un gimnasio de box, de donde surgió el ex campeón mundial y orgullo de todo el valle, Fernando “El feroz” Vargas.
Oxnard es la primera parada de los trabajadores rurales que siguen la cosecha de norte a sur, desde la frutilla en Oxnard al durazno en Fresno, al chile en Bakersfield, la naranja en San Joaquín y la uva en Napa, recorriendo todo el sur y el centro de California, viajando muchas veces en condiciones paupérrimas, escapándole a “la migra”, juntando monedas y billetes para llevar de regreso a sus familias del otro lado del río Grande.
Fue ahí, en La Colonia, en sus calles, en sus cantinas, en sus casitas, donde este cronista entró en contacto, por primera vez, hace veinte años, con el mito de los Kennedy. Cada vez que venía una elección, pasara lo que pasare, La Colonia votaba en bloque por los demócratas. Y cada vez que uno iba ahí y preguntaba por qué, la respuesta era más o menos la misma: “Porque los Kennedy son demócratas y nos ayudaron mucho”.
En 1967, en el pico del movimiento por los derechos civiles, los campesinos de California se alzaron detrás de su legendario líder, César Chávez. Cuando Chávez se declaró en huelga de hambre en el valle de San Joaquín, Robert Kennedy, entonces senador por Nueva York, viajó hasta allí para estar a su lado. Fue el único político de Washington que no dudó en apoyarlo. La lucha de los United Fruit Workers comandados por Chávez y su compañera Dolores Huerta eventualmente forzó a la Legislatura de California a pasar las leyes laborales para trabajadores rurales que 30 años después siguen siendo las más progresistas de los Estados Unidos.
Kerry Kennedy, 50, una de las hijas de Robert, estuvo el viernes en la ESMA rindiéndoles homenaje a los desaparecidos. Llegó y se fue sin guardaespaldas, pero no estaba sola. La acompañaba su hija Michaela, 12, que venía para aprender, en las palabras de su madre, las atrocidades que se pueden cometer desde posiciones de poder. Y también para aprender cómo muchos sobrevivientes de esa opresión superaron la adversidad y el dolor para convertirse en protagonistas de una “democracia vibrante” como es hoy la Argentina. A mostrarle ejemplos como el señor canciller (Taiana), que estuvo ocho años preso durante al dictadura y hoy dirige las relaciones exteriores de su país. O como su amigo Héctor Timerman, que tuvo que exiliarse y hoy es el embajador en Washington.
Vestidas de negro y con miradas tristes, Kerry y Michaela esperaron a la presidenta Cristina en la puerta del casino de oficiales. Parecían Caroline y Jacqueline en el funeral de JFK. Kerry tenía cuatro años cuando mataron a su tío y nueve cuando se llevaron a su papá.
Después de la ceremonia, mientras espera a la Presidenta para despedirse, le digo a Kerry Kennedy que en Oxnard recordaban a su viejo con cariño. Entonces se le enciende la cara y muestra esa sonrisa dientuda que heredó de Bobby.
“Ah, sí. Su amigo César Chávez”, contesta. “Ahora tenemos la misma lucha en el estado de Nueva York. Los trabajadores rurales no pueden formar sindicatos, no tienen días de descanso y se permite el trabajo infantil. Lo que se logró en California tenemos que extenderlo a todo el país.”
Kerry Kennedy ha dedicado toda una vida a la defensa de los derechos humanos y de género desde la Fundación Robert Kennedy para la Defensa de los Derechos Humanos. Ha viajado por el mundo, desde Polonia a Sudáfrica, a República Dominicana bregando en favor de los oprimidos.
Cuenta su historia en un restaurante de la Costanera saboreando merluza negra mientras Michaela sorprende con trucos de magia o juega con su laptop con los auriculares puestos.
Cuenta Kerry Kennedy que su interés por los derechos humanos empezó desde muy chica, cuando su padre era fiscal general (ministro de Justicia) durante el auge del movimiento por los derechos civiles de los negros en la presidencia de Lyndon Johnson.
“En esa época las policías de los estados del sur perseguían a los manifestantes y papá mandaba a los agentes federales para rescatarlos. Me acuerdo de que su oficina siempre estaba llena de abogados y líderes de los derechos civiles.”
Antes de viajar a Argentina, Kerry Kennedy escribió una opinión en homenaje a su tío Ted, recientemente fallecido, que este diario publicó. Allí hacía referencia a la enmienda KennedyHumphrey por la que el gobierno estadounidense cortó la ayuda militar a la dictadura de Videla. Le pregunto a Kerry Kennedy si la preocupación por los derechos humanos es un legado.
“Sí, yo creo que el compromiso con la justicia social y la defensa de los oprimidos es un valor familiar. Siempre me acuerdo una historia de mi tío el presidente Kennedy, de cuando era senador. En esa época no podías conseguir una visa para entrar en Estados Unidos si eras de cierta parte del mundo, salvo que un senador firmara una excepción. Por entonces una isla de la costa de Africa, no recuerdo cuál, sufrió un temporal devastador. Y mi tío se pasó dos noches enteras firmando formularios, miles de ellos, para que los refugiados pudieran venir.”
Cuenta Kerry Kennedy que la decisión de dedicar su vida a hacer lo que hace la tomó a los veinte años, en 1981, y que la Argentina tuvo que ver, de alguna manera. “En el verano de mi segundo año en la facultad, hice una pasantía en Amnesty International y me pasé dos meses recorriendo el país y documentando abusos contra los refugiados salvadoreños. Quedé horrorizada por el desprecio con que mi país trataba a sus habitantes más pobres y desesperados. En Amnesty conocí también los abusos en la Unión Soviética, en Chile, y supe de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, de las comadres en El Salvador. Mi jefe era (el reconocido activista por los derechos humanos argentino) Juan Méndez. También ese verano leí Prisionero sin nombre, celda sin número, un libro que me marcó, y después supe que mi padre había sido amigo del hombre que lo escribió, Jacobo Timerman. Ese verano decidí que esto era lo que quería hacer el resto de mi vida.”
Nunca se arrepintió de esa decisión, dice sin pensarlo. “He conocido a gente extraordinaria. Cuando me preguntan si no es una carga luchar por la justicia social, yo contesto que me encanta, que me inspira. He tenido la oportunidad de conocer al Martin Luther King, al Ghandi de cada país, de aprender de ellos. Gracias a Dios tengo un trabajo que amo.”
O sea, podría estar navegando en Martha’s Vineyard, pero tuvo la suerte de poder mostrarle a su hija de doce años lo que ocurrió en un país lejano, en un infierno humano llamado ESMA. Kerry Kennedy representa el orgullo del clan Kennedy, ese optimismo a prueba de desgracias, esa fe ilimitada en la capacidad transformadora de los individuos comprometidos, los Cuerpos de Paz, la Alianza para el Progreso.
Pero también, en un sentido más amplio, representa a los Estados Unidos. La invasión de la Bahía de los Cochinos ocurrió durante la presidencia de Kennedy. También el preludio a la guerra de Vietnam, esa guerra que el padre de Kerry quiso terminar con una campaña presidencial que le costó la vida. El país que los Kennedy representan con orgullo es el país de Guantánamo, el país que invade Afganistán. Cuando las preguntas van por ese lado, el aura de Camelot se desvanece. Las bocas se tensan y las palabras se miden, hasta que no salen más.
El Google está lleno de elogios a Kerry Kennedy, pero también hay muchas críticas. Autoridades de los países que visita se quejan de las “lecciones” que esa rubia extranjera con apellido famoso les ha venido a impartir, como si Estados Unidos fuera el paraíso de los pobres, como si no tuviera que ver con los problemas del Tercer Mundo. También hay críticas desde Estados Unidos del tipo “a mí no me gustaría que venga alguien del extranjero a este país a decirnos lo que hacemos mal”. Kerry Kennedy dice que se ríe de esas cosas, pero contesta en serio y con tono desafiante.
“Escucho esas críticas de los gobiernos, pero nunca escuché algo así de una víctima de la tortura. Me dicen que no entiendo los valores del país, que no entiendo la cultura, pero nunca escuché a una víctima de la represión decirme ‘andate, vos no entendés’ porque las denuncias siempre ayudan. Ojalá vinieran delegaciones de Argentina, de Kenia o de Sudán a conocer las condiciones de maltrato que reciben los trabajadores rurales en el estado de Nueva York, para presionar a la Legislatura para que cambie las leyes. Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.”
Hablando de presionar a los gobernantes, ¿alguna vez habló con George W. Bush sobre derechos humanos?
“Una vez”, contesta la hija de Bobby. “Fue dos meses después del 11-9. El Congreso había aprobado el Patriot Act (ley antiterrorista) y el fiscal general John Ashcroft había detenido hasta cinco mil hombres musulmanes de entre 18 y 50 años. Los obligaba a presentarse en sus estaciones de policía por el solo hecho de ser musulmanes. Entonces hubo una ceremonia en el edificio del Departamento de Justicia en Washington porque el Congreso había decidido ponerle el nombre de mi padre. Ahí lo vi a Bush y le dije: ‘Esto no es lo que Robert Kennedy representa. El no hubiera permitido esta clase de represión’.”
¿Y qué contestó Bush?
“Nada importante. ‘Qué bueno verte’, o algo así.”
La inevitable comparación entre Obama y JFK no entusiasma demasiado a Kerry Kennedy. Contesta con una frase hecha, como cumpliendo con una formalidad.
“El presidente Obama es un hombre que inspira a la gente, que cree que una sola persona puede hacer la diferencia. Durante la campaña presidencial movilizó a miles de personas que antes no habían participado en política, infundiéndoles esperanza. Es joven, buen mozo, y tiene una visión de país inclusiva y se interesa por los oprimidos. En eso se parece a mi tío.”
Noto cierta distancia en la respuesta y pregunto si no tendrá que ver con ciertas promesas incumplidas, o postergadas, en materia de derechos humanos, como el cierre de la cárcel de Guantánamo.
“Como activista por los derechos humanos siempre hay más cosas que desearía, pero no voy a entrar en detalles”, se ataja.
Hay mucha gente, sobre todo de izquierda, que ve una continuidad entre los gobiernos de Obama y de Bush, entre las guerras de Irak y Afganistán, se le dice. Entonces sí, Kerry Kennedy defiende a Obama con pasión.
“Si dicen eso es porque no leen los diarios. Desde los derechos humanos, a las libertades civiles, a las guarderías infantiles, a la salud reproductiva, al acceso a los programas de salud –en cada uno de esos temas se ha producido un vuelco completo–. En las relaciones raciales también. Su discurso en El Cairo fue muy importante. Su acercamiento con China. Su presencia en Africa para denunciar injusticias y pedir el fin de la corrupción. En su primer día de gobierno prometió cerrar Guantánamo y terminar con los programas secretos de la CIA. También ha dicho que va a investigar los abusos cometidos por la CIA durante el gobierno de Bush, lo cual es muy bueno, aunque algunos digan que distrae la atención del debate sobre la reforma del sistema de salud. Fue una decisión valiente.”
Entonces le pido a una opinión sobre la guerra en Afganistán, un ítem que previsiblemente había quedado afuera de su lista. Entonces a Kerry Kennedy se le acaba la paciencia.
“¿Podemos terminar esta entrevista?”, contesta con una sonrisa. Como diciendo ya está, ya tenés suficiente, todo bien pero ya está.
Michaela jugaba con su laptop, en cuya tapa había pegado dos enormes calcomanías. Una mostraba la imagen icónica de Obama del artista Shepard Fairey. La otra, más grande y más gastada, decía en inglés, en letras de molde, lo que su madre había elegido callar: “Si los hombres parieran hijos, las guerras no existirían”.
Publicado en Página/12 el 13 de septiembre de 2009
Imagen: Martín Acosta
Santiago en inglés (Sobre "Adolf Obama" entrada del 31/08/09)
Me gustaria mucho saber si hay posibilidades de encontrar este articulo en Ingles. Me parecio espectacular y una herramienta para abrir la mente de muchas personas que NO Y NO Y NO entienden nada acerca de la Reforma que Obama propone y por que. Le agradeceria mucho si me puede contestar y GRACIAS! por escribir de esa manera tan clara ..Me encanta!
Mareia Hartmann+/- Ver mas...
muchas gracias. ojala si te metes en mi blog www.santiagoodonnell.com, en la entrada correspondiente a "nos escriben desde ee.uu." un señor se ofrecio a traducirme, pero confieso que no le conteste todavia.
saludos, s
hola federico,
perdona la demora en contestarte, pero me sentí un poco abrumado cuando escribiste, la verdad es que es un honor que alguien quiera traducir mis articulos, generalmente hay gente que lo traduce al portugues, lo cual me produce un gran orgullo porque puedo mandarselo a mi hermana brasilera, que lee castellano perfectamente pero se vale de la version en portugues para mandarle a sus amigos y parientes. y a veces me traducen al frances, sobre todo cuando escribo de chavez o de ingrid. en fin, te decia, un poco por pudor, me quede sin contestarte, aunque publique tu carta en mi blog, www.santiagoodonnell.blogspot.com y la deje ahi. Cuestion que me escribe otra lectora desde estados unidos hace un par de dias y me pide si existe una traduccion en ingles de mis articulos, y le confesé que no, que un tipo macanudo de pittsburg me habia ofrecido pero yo ni siquiera le habia contestado. entonces me pidio por favor que te escriba y te "autorice" (por supuesto que no necesitas autorizacion mia para nada), pero bueno acá estoy. despues si queres reeenvio el mail. esta semana me toca hacerle una entrevista a kerry kennedy que viene a la esma,.ojalame salga bien, puede
ser interesante en ingles, que se yo. en todo disculpame por no haber contestado antes, no decirte que tu carta me alegro y me lleno de orgullo, que uno es muy inseguro porque esta expuesto a la critica constante y las lindas cartas que recibe de algunos pocos lectores que se toman el tiempo de escribir es lo que hace que valga la pena. asi que muchas gracias y adelante con lo que quieras hacer, yo muy agradecido.
abz, s
Santiago y María Mercedes:
Aquí va la traducción de "Adolf Obama", en un primer borrador, por lo menos.
Hay algunos términos que no sé cómo traducir. Santiago, si tú sabes la palabra original, por favor corrígeme: "sistema de cápitas" (no sé qué sean cápitas en este contexto); "pyme" (esto es una institución argentina? o una sigla en inglés?); 1000-1,500 pesos. Calculé a 3 pesos por dólar y puse US$500, pero si Uds. saben la cifra real, es importante ponerla.
Saqué algunas comparaciones claramente ideadas para el lector argentino.
Pero aquí va. Hagan buen uso!
Adolf Obama
Santiago O'Donnell (tr. Federico Garcia)
August 30, 2009
There are some subjects that for basic survival reasons we try to ignore. Dense, complex, full of layers and very abstract. For example, the debate on health care reform in the United States.
Until one day we open the newspaper and find an image of a multitude holding up signs that show Obama dressed as Hitler, and realize that the protesters belong to no Marxist group, or Islamic, or adhere to any national liberation cause, but in fact the opposite.
The protesters are a group of 'rednecks', the good ol'boys of the rural South, Evangelic and gun loving, the foot soldiers of Ronald Reagan's revolution that exploded in pieces with the collapse of Wall Street and the end George W. Bush's government---that mixture of political chauvinism, cultural conservatism, and economic neoliberalism that had been defeated at the polls by a black Obama, a progressive and a statesman, at least by that country's standards.
However, the reform has costed Obama twelve positive image points, and it is in serious risk of being turned down in Congress, or to be diluted into little more than a lifting. Either of those alternatives would mean the biggest political defeat of his young administration.
The most amazing is that the rednecks in the image are not alone. The reform project has generated strong opposition by virtually the whole American Right. Rush Limbaugh and Sarah Palin accuse black Obama of being Hitler. Not because of Afghanistan, or because of wanting to extend US's military power throughout the world. Because of wanting to make the health care system more accessible and more inclusive.
Of course, the easiest is to say that they are all a band of fascists, from Bush to Obama, down to the last of them. Fascists and on top of it stupid, allowing the private health care companies to fool them, those companies that spend fortunes in advertising and buy votes in Congress to keep things the same and thus keep having a good time. But it would be as gross an oversimplification as to think that Obama has suddenly turned into Hitler.
In order to understand why Obama's political priority and main campaign promise has hit a wall, it is necessary to understand minimally how the health care system works in the US, why Obama wants to reform it, and why so many citizens, including many that voted for him, oppose the presidencial initiative so vehemently. Let us try.
There are four systems in the US: the private, the main object of the reform; Medicaid, that serves the poor; Medicare, that serves the retired and the disabled; and the Veteran's Administration, that serves war veterans.
Medicare is a system funded fully by the federal government, that provides medicines, medical care, and old-age care. It serves some 60 million people. The government does not provide the goods and services, but sub-hires insurance companies that in their turn hire hospitals, buy medicines, etc. Part of the funds comes from retirement tax, part from other taxes, and part from a investment fund that is expiring in a couple of years. The system is in the red, and now the baby-boomers (product of the demographic explosion that followed World War II) are retiring.
Medicaid is a system of mixed funding, half federal, half by the states. The system is administered by the stets, and serves some 40 million people of all ages. In some cases the states hires insurance companies, in others they hire the services directly. In some cases Medicaid (with a different name in each state) pays for what it hires, in others there is a capita (?) system, in others there is a flat yearly fee. Coverage varies from state to state, and some of them charge copayments to the poor for some of the services. By law, the federal government buys all Medicaid medicins, and thus it obtained a 40% discount. On the contrary, under Medicare each insurance company buys its medicines and pays for them at the market price. This is, in part, because until some 25 years ago Medicare did not cover medicine and the retired had to buy them with their money in the pharmacy.
Unlike Medicare, where it is only necessary to be 65 years old or disabled to be elligible, the criterion for Medicaid is essentially economical and the requirements are complex. In one word, you have to be very, very poor, in order to get Medicaid. If you have a poorly paid job, which does not give you enough for the expensive health insurance offered by your employer, you can still be too rich for Medicaid. If you do not have a job, but own a house, or some other good that can be sold, you may also be too rich for Medicaid. If you work at a small or informal pyme (?), that does not offer coverage, but has profits for more than around US$500 a month, you can be too rich for Medicaid.
Too rich for Medicaid but too poor for a private insurance: there are some 50 million Americans in that situation. Some simply cannot pay for their insurance. Others prefer to go to the free hospitals, spend the little money they have in something else, and pray for nothing bad to happen to them. Others lost their insurance after changing jobs and cannot recover it because they have a preexisting condition. Others lost the coverage because they went bankrupt trying to pay for medical services that their insurance did not cover.
Then there is the private system, that serves more than 150 million people, and that has its own particulars. It works through the employer. Each employer hires one (only one) insurance company. Employers don't have many options either, and the insurance companies, because of diverse state and federal regulations, enjoy a monopolistic or oligopolistic market dominance in different areas, similar to utilities companies but from the private side.
Insurance companies offer the employers a menu of different plans, at different prices to accommodate the whole wage gradient. The employee choses to pay a lot for an expensive plan or less for a cheap plan. The cheapest is the system called HMO. It gives closed plans that typically revolve around one (and only one) primary care center. From there up it is possible to buy the most luxurious and fanciest plans that one can imagine, but not to change insurance companies.
The Democrats have dreamed of reforming the system for at least 75 years, in order to approach, at least a little, the universal-coverage systems of comparable budgets that are in place in countries like Canada or some members of the European Union.
The basic objectives of the reform are two: to increase the quality and the quantity of coverage, and to lower the costs through the regulation of the industry, starting with the insurance companies. The idea is that the increase income that the system would obtain by expanding its coverage would permit the service providers to lower costs or stop the raises that fall on the customers.
Unlike the plans presented in campaign by nominees Hillary Clinton and Howard Dean, Obama's does not guarantee universal coverage. But it comes close. The idea is that coverage reaches 95% of Americans and permanent residents, leaving aside the more than 10 million illegal immigrants.
That would be achieved through federal subsidies for the poor that are not so poor to get Medicaid, subsidies that would be chanelled through the insurance companies.
In order to lower costs, Obama proposes negotiating with the insurance companies a basic service plan, established by the government at a fixed price. Also, a system of rating that rewards the best hospitals rather than those that serve most people. And some mechanism so that employers have more freedom of choice when hiring insurance companies. In addition it envisions the creation of a state insurance company to guarantee honest competition.
With a president that just overwhelmed his opponent in the election, with the majority in both chambers, the Democrats were convinced that it was now or never.
But Obama made a bad calculation mistake, and took a major surprise. He did not have in mind the psychological effect of the worst crisis since the Great Depression. He did not have in mind that in times of crisis people are more worried about not losing what they have than about improving their situation. Or that such a complex subject, so hard to explain, was what the Right was waiting for to bill him for all the interests he had touched upon taking the government.
Then they started saying that Obama first had socialized the banks, then the automotive industry, and now wanted to socialize the health care system because he is sick with power and wants to control everything.
Then Palin hung on to a small program, included in the reform, to advice terminal patients about their desires not to extend their lives artificially, and started attacking the president for promoting 'death panels'.
Then they threw the ball that the price control implicit in the reform would lead to a system of 'quotas' that would limit the choices of the patients and would produce more delays in getting attention.
The thing caught on and the enemies of the reform started to hang on to anything. The main ideologue of the reform is a Harvard bioethics specialist. Among the three million words and the several dozen books the expert has written about bioethics, he quoted another expert saying that in a case where a decision has to be made between giving a kidney to a patient that suffers from an extreme and irreversible mental condition, and giving it to a person who does not suffer from that problem, perhaps it would be better to give the kidney to the one who does not have that mental illness. What for. Though the expert made it clear the he never defended that position, and that he regrets not having been more clear in his book, from that quote the Right has decided that the reform would take rights and coverage away from the disabled. From there to comparing Obama with Hitler.
So Obama thought they had misunderstood and that his magic has intact, and he started for the Rockies, the redneck cradle, to explain the plan in the town halls. And he sent messengers to the rest of the country to do the same. It did not go well. Too many cases too hard to explain, or without easy solution. Too much technical and bureaucratic language to compete with the simplicity of the opposing narrative. Too much angst for the "Yes, we can" to catch on. Too much fear.
To make things worse, the budget office of Congress turned up and said that Obama's plan would cost a fortune that the country is in no condition to pay. But as expert Jon R. Gabel proved in the New York Times, that same office underestimated, by a lot, the savings achieved by the last three modifications of the system. And it did so because it lacks, after two decades of neo-liberalism, of the accounting agility necessary to estimate the synergy produced by centralization and the bigger negotiation power implicit in state intervention.
Little by little the medical lobby and the spirit of the conservative restoration are nibbling away the most progressive aspects of the package in the halls of the Capitol and the meetings of the Finance Committee. The idea of a state insurance company to compite with the private ones is hanging by a thread, and will only survive if Obama stops negotiating with the moderate Republicans and tries to impose his parliamentary majority. But the problem is that in the middle of the storm some Democrats hesitate, and others already changed sides, and there is still a lot of work to be done, a lot of wear in a Congress on vacation that will come back only on the 8th of September.
Paul Krugman calls them "Reagan's zombies", because their ideology is dead but they have come out of their graves to stalk Obama's government. They spread fear in order to asphyxiate the president's initiative. It is them that have imposed the agenda of the health care debate, while Obama looks on from the sign, with Nazi mustache and an expression of utter puzzlement.
Mareia Hartmann+/- Ver mas...
muchas gracias. ojala si te metes en mi blog www.santiagoodonnell.com, en la entrada correspondiente a "nos escriben desde ee.uu." un señor se ofrecio a traducirme, pero confieso que no le conteste todavia.
saludos, s
hola federico,
perdona la demora en contestarte, pero me sentí un poco abrumado cuando escribiste, la verdad es que es un honor que alguien quiera traducir mis articulos, generalmente hay gente que lo traduce al portugues, lo cual me produce un gran orgullo porque puedo mandarselo a mi hermana brasilera, que lee castellano perfectamente pero se vale de la version en portugues para mandarle a sus amigos y parientes. y a veces me traducen al frances, sobre todo cuando escribo de chavez o de ingrid. en fin, te decia, un poco por pudor, me quede sin contestarte, aunque publique tu carta en mi blog, www.santiagoodonnell.blogspot.com y la deje ahi. Cuestion que me escribe otra lectora desde estados unidos hace un par de dias y me pide si existe una traduccion en ingles de mis articulos, y le confesé que no, que un tipo macanudo de pittsburg me habia ofrecido pero yo ni siquiera le habia contestado. entonces me pidio por favor que te escriba y te "autorice" (por supuesto que no necesitas autorizacion mia para nada), pero bueno acá estoy. despues si queres reeenvio el mail. esta semana me toca hacerle una entrevista a kerry kennedy que viene a la esma,.ojalame salga bien, puede
ser interesante en ingles, que se yo. en todo disculpame por no haber contestado antes, no decirte que tu carta me alegro y me lleno de orgullo, que uno es muy inseguro porque esta expuesto a la critica constante y las lindas cartas que recibe de algunos pocos lectores que se toman el tiempo de escribir es lo que hace que valga la pena. asi que muchas gracias y adelante con lo que quieras hacer, yo muy agradecido.
abz, s
Santiago y María Mercedes:
Aquí va la traducción de "Adolf Obama", en un primer borrador, por lo menos.
Hay algunos términos que no sé cómo traducir. Santiago, si tú sabes la palabra original, por favor corrígeme: "sistema de cápitas" (no sé qué sean cápitas en este contexto); "pyme" (esto es una institución argentina? o una sigla en inglés?); 1000-1,500 pesos. Calculé a 3 pesos por dólar y puse US$500, pero si Uds. saben la cifra real, es importante ponerla.
Saqué algunas comparaciones claramente ideadas para el lector argentino.
Pero aquí va. Hagan buen uso!
Adolf Obama
Santiago O'Donnell (tr. Federico Garcia)
August 30, 2009
There are some subjects that for basic survival reasons we try to ignore. Dense, complex, full of layers and very abstract. For example, the debate on health care reform in the United States.
Until one day we open the newspaper and find an image of a multitude holding up signs that show Obama dressed as Hitler, and realize that the protesters belong to no Marxist group, or Islamic, or adhere to any national liberation cause, but in fact the opposite.
The protesters are a group of 'rednecks', the good ol'boys of the rural South, Evangelic and gun loving, the foot soldiers of Ronald Reagan's revolution that exploded in pieces with the collapse of Wall Street and the end George W. Bush's government---that mixture of political chauvinism, cultural conservatism, and economic neoliberalism that had been defeated at the polls by a black Obama, a progressive and a statesman, at least by that country's standards.
However, the reform has costed Obama twelve positive image points, and it is in serious risk of being turned down in Congress, or to be diluted into little more than a lifting. Either of those alternatives would mean the biggest political defeat of his young administration.
The most amazing is that the rednecks in the image are not alone. The reform project has generated strong opposition by virtually the whole American Right. Rush Limbaugh and Sarah Palin accuse black Obama of being Hitler. Not because of Afghanistan, or because of wanting to extend US's military power throughout the world. Because of wanting to make the health care system more accessible and more inclusive.
Of course, the easiest is to say that they are all a band of fascists, from Bush to Obama, down to the last of them. Fascists and on top of it stupid, allowing the private health care companies to fool them, those companies that spend fortunes in advertising and buy votes in Congress to keep things the same and thus keep having a good time. But it would be as gross an oversimplification as to think that Obama has suddenly turned into Hitler.
In order to understand why Obama's political priority and main campaign promise has hit a wall, it is necessary to understand minimally how the health care system works in the US, why Obama wants to reform it, and why so many citizens, including many that voted for him, oppose the presidencial initiative so vehemently. Let us try.
There are four systems in the US: the private, the main object of the reform; Medicaid, that serves the poor; Medicare, that serves the retired and the disabled; and the Veteran's Administration, that serves war veterans.
Medicare is a system funded fully by the federal government, that provides medicines, medical care, and old-age care. It serves some 60 million people. The government does not provide the goods and services, but sub-hires insurance companies that in their turn hire hospitals, buy medicines, etc. Part of the funds comes from retirement tax, part from other taxes, and part from a investment fund that is expiring in a couple of years. The system is in the red, and now the baby-boomers (product of the demographic explosion that followed World War II) are retiring.
Medicaid is a system of mixed funding, half federal, half by the states. The system is administered by the stets, and serves some 40 million people of all ages. In some cases the states hires insurance companies, in others they hire the services directly. In some cases Medicaid (with a different name in each state) pays for what it hires, in others there is a capita (?) system, in others there is a flat yearly fee. Coverage varies from state to state, and some of them charge copayments to the poor for some of the services. By law, the federal government buys all Medicaid medicins, and thus it obtained a 40% discount. On the contrary, under Medicare each insurance company buys its medicines and pays for them at the market price. This is, in part, because until some 25 years ago Medicare did not cover medicine and the retired had to buy them with their money in the pharmacy.
Unlike Medicare, where it is only necessary to be 65 years old or disabled to be elligible, the criterion for Medicaid is essentially economical and the requirements are complex. In one word, you have to be very, very poor, in order to get Medicaid. If you have a poorly paid job, which does not give you enough for the expensive health insurance offered by your employer, you can still be too rich for Medicaid. If you do not have a job, but own a house, or some other good that can be sold, you may also be too rich for Medicaid. If you work at a small or informal pyme (?), that does not offer coverage, but has profits for more than around US$500 a month, you can be too rich for Medicaid.
Too rich for Medicaid but too poor for a private insurance: there are some 50 million Americans in that situation. Some simply cannot pay for their insurance. Others prefer to go to the free hospitals, spend the little money they have in something else, and pray for nothing bad to happen to them. Others lost their insurance after changing jobs and cannot recover it because they have a preexisting condition. Others lost the coverage because they went bankrupt trying to pay for medical services that their insurance did not cover.
Then there is the private system, that serves more than 150 million people, and that has its own particulars. It works through the employer. Each employer hires one (only one) insurance company. Employers don't have many options either, and the insurance companies, because of diverse state and federal regulations, enjoy a monopolistic or oligopolistic market dominance in different areas, similar to utilities companies but from the private side.
Insurance companies offer the employers a menu of different plans, at different prices to accommodate the whole wage gradient. The employee choses to pay a lot for an expensive plan or less for a cheap plan. The cheapest is the system called HMO. It gives closed plans that typically revolve around one (and only one) primary care center. From there up it is possible to buy the most luxurious and fanciest plans that one can imagine, but not to change insurance companies.
The Democrats have dreamed of reforming the system for at least 75 years, in order to approach, at least a little, the universal-coverage systems of comparable budgets that are in place in countries like Canada or some members of the European Union.
The basic objectives of the reform are two: to increase the quality and the quantity of coverage, and to lower the costs through the regulation of the industry, starting with the insurance companies. The idea is that the increase income that the system would obtain by expanding its coverage would permit the service providers to lower costs or stop the raises that fall on the customers.
Unlike the plans presented in campaign by nominees Hillary Clinton and Howard Dean, Obama's does not guarantee universal coverage. But it comes close. The idea is that coverage reaches 95% of Americans and permanent residents, leaving aside the more than 10 million illegal immigrants.
That would be achieved through federal subsidies for the poor that are not so poor to get Medicaid, subsidies that would be chanelled through the insurance companies.
In order to lower costs, Obama proposes negotiating with the insurance companies a basic service plan, established by the government at a fixed price. Also, a system of rating that rewards the best hospitals rather than those that serve most people. And some mechanism so that employers have more freedom of choice when hiring insurance companies. In addition it envisions the creation of a state insurance company to guarantee honest competition.
With a president that just overwhelmed his opponent in the election, with the majority in both chambers, the Democrats were convinced that it was now or never.
But Obama made a bad calculation mistake, and took a major surprise. He did not have in mind the psychological effect of the worst crisis since the Great Depression. He did not have in mind that in times of crisis people are more worried about not losing what they have than about improving their situation. Or that such a complex subject, so hard to explain, was what the Right was waiting for to bill him for all the interests he had touched upon taking the government.
Then they started saying that Obama first had socialized the banks, then the automotive industry, and now wanted to socialize the health care system because he is sick with power and wants to control everything.
Then Palin hung on to a small program, included in the reform, to advice terminal patients about their desires not to extend their lives artificially, and started attacking the president for promoting 'death panels'.
Then they threw the ball that the price control implicit in the reform would lead to a system of 'quotas' that would limit the choices of the patients and would produce more delays in getting attention.
The thing caught on and the enemies of the reform started to hang on to anything. The main ideologue of the reform is a Harvard bioethics specialist. Among the three million words and the several dozen books the expert has written about bioethics, he quoted another expert saying that in a case where a decision has to be made between giving a kidney to a patient that suffers from an extreme and irreversible mental condition, and giving it to a person who does not suffer from that problem, perhaps it would be better to give the kidney to the one who does not have that mental illness. What for. Though the expert made it clear the he never defended that position, and that he regrets not having been more clear in his book, from that quote the Right has decided that the reform would take rights and coverage away from the disabled. From there to comparing Obama with Hitler.
So Obama thought they had misunderstood and that his magic has intact, and he started for the Rockies, the redneck cradle, to explain the plan in the town halls. And he sent messengers to the rest of the country to do the same. It did not go well. Too many cases too hard to explain, or without easy solution. Too much technical and bureaucratic language to compete with the simplicity of the opposing narrative. Too much angst for the "Yes, we can" to catch on. Too much fear.
To make things worse, the budget office of Congress turned up and said that Obama's plan would cost a fortune that the country is in no condition to pay. But as expert Jon R. Gabel proved in the New York Times, that same office underestimated, by a lot, the savings achieved by the last three modifications of the system. And it did so because it lacks, after two decades of neo-liberalism, of the accounting agility necessary to estimate the synergy produced by centralization and the bigger negotiation power implicit in state intervention.
Little by little the medical lobby and the spirit of the conservative restoration are nibbling away the most progressive aspects of the package in the halls of the Capitol and the meetings of the Finance Committee. The idea of a state insurance company to compite with the private ones is hanging by a thread, and will only survive if Obama stops negotiating with the moderate Republicans and tries to impose his parliamentary majority. But the problem is that in the middle of the storm some Democrats hesitate, and others already changed sides, and there is still a lot of work to be done, a lot of wear in a Congress on vacation that will come back only on the 8th of September.
Paul Krugman calls them "Reagan's zombies", because their ideology is dead but they have come out of their graves to stalk Obama's government. They spread fear in order to asphyxiate the president's initiative. It is them that have imposed the agenda of the health care debate, while Obama looks on from the sign, with Nazi mustache and an expression of utter puzzlement.
lunes, 7 de septiembre de 2009
1881
Sobre "Colapso en Colombia"+/- Ver mas...
Otro excelente articulo.
Me parece que se te fue un error... la constitución a la que haces referencia creo que es de 1991 y no de 1881
Luis Felipe Ulloa, (Colombiano en Nicaragua por razones demasiado comunes otra vez)
.
Luis Felipe Ulloa
Respuesta:
si mil gracias una chambonada de la cirrectora me cambio el año mil
disculpas. saludos s
Gracias a vos. Cosas que pasan y le dan hervor a los autores, pero el escrito es excelente!!! De mi parte anda ya caminando entre estudiantes de maestría de aquí (Nicaragua) y de Guatemala...
Luis Felipe
Hola, Santiago.
Recibí un mensaje tuyo en mi celular que te llame.
Lo siento, no pude. Esta semana empecé a trabajar
con la municipalidad, Alcaldía de Medellín, y estoy
full full.
Leí tu artículo de hoy, que me gustó mucho por lo que
ilustra extensamente qué nos pasa hoy en Colombia,
eso ni los diarios de acá se toman el trabajo de hacer.
Quiero contarte dos cosas para una próxima nota:
la constitución que está vigente es la de 1991. La del
mil ocho no permitía siquiera votar a las mujeres, es
un documento que, por "absurdo", cambiamos, aunque
hoy se manosee como sabés.
Lo otro tiene que ver con la afirmación del sociólogo sobre
el origen de los paramilitares: "hay formaciones que surgieron de
movimientos sociales para defender poblaciones rurales de los
distintos grupos armados que operan en el conflicto". Lo cual
es impreciso y estigmatiza al movimiento social que mas bien
ha sido víctima de amenaza, homicidio y desaparición por parte
de los paramilitares. Aunque quién sabe a qué directamente
se refería el profesor, por eso me gustaría contactarlo, me darías su
email?
Gracias y saludos,
Kata
Katalina Vásquez G.
Periodista
Estimado señor O'Donnell
He leído su artículo del día de hoy y he encontrado un error que con el mayor respeto le sugiero sea modificado.
La constitución de Colombia por la que juró Uribe no es la de 1881 sino 1991. Se cita "....cuando la constitución de 1881 (por la que juró al ser electo presidente) sólo permitía uno".
Un saludo cordial y respetuoso.
Lucía Trujillo
Me parece que se te fue un error... la constitución a la que haces referencia creo que es de 1991 y no de 1881
Luis Felipe Ulloa, (Colombiano en Nicaragua por razones demasiado comunes otra vez)
.
Luis Felipe Ulloa
Respuesta:
si mil gracias una chambonada de la cirrectora me cambio el año mil
disculpas. saludos s
Gracias a vos. Cosas que pasan y le dan hervor a los autores, pero el escrito es excelente!!! De mi parte anda ya caminando entre estudiantes de maestría de aquí (Nicaragua) y de Guatemala...
Luis Felipe
Hola, Santiago.
Recibí un mensaje tuyo en mi celular que te llame.
Lo siento, no pude. Esta semana empecé a trabajar
con la municipalidad, Alcaldía de Medellín, y estoy
full full.
Leí tu artículo de hoy, que me gustó mucho por lo que
ilustra extensamente qué nos pasa hoy en Colombia,
eso ni los diarios de acá se toman el trabajo de hacer.
Quiero contarte dos cosas para una próxima nota:
la constitución que está vigente es la de 1991. La del
mil ocho no permitía siquiera votar a las mujeres, es
un documento que, por "absurdo", cambiamos, aunque
hoy se manosee como sabés.
Lo otro tiene que ver con la afirmación del sociólogo sobre
el origen de los paramilitares: "hay formaciones que surgieron de
movimientos sociales para defender poblaciones rurales de los
distintos grupos armados que operan en el conflicto". Lo cual
es impreciso y estigmatiza al movimiento social que mas bien
ha sido víctima de amenaza, homicidio y desaparición por parte
de los paramilitares. Aunque quién sabe a qué directamente
se refería el profesor, por eso me gustaría contactarlo, me darías su
email?
Gracias y saludos,
Kata
Katalina Vásquez G.
Periodista
Estimado señor O'Donnell
He leído su artículo del día de hoy y he encontrado un error que con el mayor respeto le sugiero sea modificado.
La constitución de Colombia por la que juró Uribe no es la de 1881 sino 1991. Se cita "....cuando la constitución de 1881 (por la que juró al ser electo presidente) sólo permitía uno".
Un saludo cordial y respetuoso.
Lucía Trujillo
Colapso en Colombia - Por Santiago O’Donnell
El sistema político colombiano dio una nueva señal de su colapso esta semana, cuando el congreso dio luz verde al presidente Alvaro Uribe para que reforme la constitución por segunda vez con el solo fin de habilitar su tercer mandato consecutivo, cuando la constitución de 1881 (por la que juró al ser electo presidente) sólo permitía uno.
Lo que pasa en Colombia en cierto modo no es muy distinto de lo que pasa en otros países de la región: el bipartidismo tradicional se ha atomizado en decenas de formaciones políticas que giran alrededor de una figura única, dando lugar a liderazgos carismáticos, coaliciones inestables y una opinión pública que podría pasar rápidamente del amor absoluto al rechazo total. En esto Colombia se asemeja a la Argentina, Paraguay o Perú.+/- Ver mas...
Si a este panorama agregamos que los líderes carismáticos que surgen de los sistemas colapsados a veces buscan estirar sus mandatos a través de reformas constitucionales, entonces podemos decir que el sistema colombiano se parece aún más al de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Aunque en estos últimos la salida de la crisis se dio por izquierda, mientras que en Colombia se da por derecha, es difícil negar el parentesco.
Pero el caso colombiano es especial. El colapso de su sistema político es más peligroso porque la crisis que lo produjo es más persistente, explosiva y profunda que cualquiera de las que les tocó vivir a sus vecinos. Es consecuencia de cincuenta años de guerra de guerrillas y treinta años con un Estado colonizado por los intereses del narcotráfico. Un ejemplo de los peligros que acarrea la crisis colombiana es la reciente firma de un acuerdo entre ese país y Estados Unidos para incrementar la presencia militar norteamericana en Colombia, acuerdo que ha generado la comprensible preocupación de los mandatarios sudamericanos.
Para entender un poco mejor la actualidad colombiana aprovechamos la presencia del sociólogo Jaime Zuluaga (foto), profesor de la Universidad Externado de Bogotá. Zuluaga vino a Buenos Aires a participar de un congreso de su especialidad y nos atendió en el bar de la esquina de la vieja redacción.
El académico empezó con un repaso de los principales actores del conflicto. De la guerrilla dijo que se trata de un grupo insurgente, con proyecto de toma de poder, fundada en reclamos legítimos por la ausencia del Estado en partes del país. Pero aclaró que ese proyecto ha sido atravesado por los intereses y la cultura criminal del narcotráfico, ya que una parte importante de los cultivos ilegales se dan en zonas controladas por la guerrilla. Los métodos adoptados por la insurgencia desde que se alió con el narcotráfico, que no respetan los más elementales derechos humanos, han alienado a la guerrilla de la opinión pública, que rechaza por sanguinario su proyecto político. La cultura de la narcoguerrilla favorece la polarización de la sociedad y las políticas de mano dura de su presidente, y les quita espacio a quienes buscan una paz negociada que tenga en cuenta los legítimos reclamos que dieron origen a la lucha armada.
La actitud del narcotráfico en esta guerra es ambigua, prosigue el profesor, porque en algunas zonas apoya a la guerrilla y en otras a la lucha contrainsurgente, dependiendo de sus intereses económicos y de quién ejerce el control territorial de los sembradíos de coca y amapola. En consecuencia, termina armando y financiando a los dos bandos, con lo cual no hace más que prolongar y agudizar el conflicto.
Después están los paramilitares. Según Zuluaga, a diferencia de lo que sucedió en la Argentina, en Colombia no todos los grupos paramilitares son escuadrones de la muerte creados y entrenados por fuerzas estatales para combatir la guerrilla. En algunos casos se dio así, pero en muchos otros fueron creados por empresarios ganaderos para proteger sus latifundios. También hay formaciones surgidas a iniciativa de los narcotraficantes con el propósito de proteger sus cosechas y también hay formaciones que surgieron de movimientos sociales para defender poblaciones rurales de los distintos grupos armados que operan en el conflicto. La diversidad de origen hace que los paramilitares sean más difíciles de controlar y/o eliminar, explicó el sociólogo.
Estas formaciones han trabajado codo a codo con dirigentes políticos, empresariales y militares, actuando en paralelo con el dinero del narcotráfico, que ha contaminado a los tres poderes y las fuerzas armadas del país, algo que también ocurre en México. En las elecciones del 2002 y del 2005, los caciques paramilitares presionaron a punta de pistola para imponer sus candidatos, borrando opositores con asesinatos y amenazas en al menos trece de los 39 distritos electorales del país.
Como consecuencia de esas elecciones, hoy hay 86 legisladores, casi un tercio del congreso, casi todos miembros de la coalición oficialista, detenidos o procesados por vínculos con los paramilitares, apunta Zuluaga. Uribe pactó con los paramilitares. Pero la Justicia impugnó algunas acuerdos incluidos en la ley de Justicia y Paz que surgió de ese pacto. Los paramilitares desmovilizados para acogerse a los beneficios de la ley se sintieron traicionados.
Entonces empezaron a revelar sus contactos con el poder militar, empresario y político. Para frenar la sangría, Uribe extraditó a los caciques paramilitares a Estados Unidos para que sean juzgados por narcotráfico. Lo cual descabezó y atomizó al movimiento paramilitar, haciéndolo más difícil de controlar. Zuluaga argumenta que ese descontrol ha producido un rebrote de violencia en las principales ciudades de Colombia, empezando por Medellín.
La impotencia del Estado ante el doble desafío que plantean la guerrilla y el narcotráfico explica la popularidad de Uribe, de su política de “Seguridad Democrática” y de la alianza con, o sumisión a, Estados Unidos.
“Uribe logró dos cosas. Por un lado creó una sensación de seguridad a través de la militarización de los espacios públicos. Mira, es una delicia caminar por Buenos Aires sin tener que ver a militares paseando en carros blindados y mostrando sus fusiles, como sucede en la ciudades colombianas. También ha logrado bajar algunos índices, como el de secuestros y asesinatos, y ha logrado algunos éxitos militares resonantes contra la guerrilla. Todo eso le ha dado mucho rédito político. Lo segundo es que Uribe da la sensación de tomar decisiones, de gobernar, algo que no sucedía con sus dos predecesores, Samper y Pastrana, que dejaban la imagen de vacío de poder”, analiza el profesor, mientras baja un tostado mixto con agua mineral a la hora del almuerzo.
La alianza con Estados Unidos precede a Uribe, explica Zuluaga. Fue el embajador colombiano, cumpliendo órdenes de Washington, a quien le cupo el triste papel de solicitar la expulsión de Cuba de la OEA en 1961, recordó el catedrático. Fue Colombia el único país de la región en mandar tropas a la guerra de Corea y tampoco se privó de participar en la invasión de Irak, pese a la condena de Naciones Unidas. A finales del mandato de Clinton, en el marco del llamado Plan Colombia, ese país se convirtió en el tercer receptor de ayuda militar del gobierno estadounidense.
Fue casi natural que Uribe adhiriera a las doctrinas de Eje del Mal y Guerra Preventiva de George W. Bush, explica Zuluaga. Con el acuerdo militar, Uribe busca congraciarse con la administración de Obama para mantener la alianza histórica, dice el profesor. Por eso considera tan importante el acuerdo alcanzado en Bariloche por los países de la Unasur para que Uribe revele los contenidos de ese tratado, que al parecer permitiría un despliegue estratégico de aviones estadounidenses con autonomía de vuelo que exceden por mucho las fronteras de Colombia.
A estas variables hay que sumarles la ambición re-reeleccionista de Uribe. Según Zuluaga, es posible que lo logre, pero no seguro. Primero la decisión del congreso debe pasar el filtro de la Justicia, y la Corte Constitucional ha sido muy crítica de la primera reelección y ha condenado a una legisladora por venderle su voto al presidente.
Si la corte habilita la re-reelección, entonces Uribe debe conseguir que siete millones de colombianos, casi un tercio del padrón, participen en un referéndum y que la mitad más uno vote a favor del sí. Zuluaga descuenta que Uribe obtendría un resultado favorable, pero duda de que pueda conseguir la participación mínima requerida para dar el referéndum por válido. Esto es porque los aliados de Uribe saben que la derecha está en inmejorables condiciones para ganar la próxima elección y que el escenario podría cambiar dentro de cuatro años.
Los principales aliados de Uribe, como el líder conservador y ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos, también aspiran a la presidencia. Por eso, aunque digan que apoyan la re-reelección y que nunca competirían contra de Uribe, está por verse hasta qué punto están dispuestos a movilizar el voto de sus bases para apoyar el referéndum.
Según el profesor, si Uribe consigue presentarse como candidato, la única manera de frenarlo sería con una amplia coalición. Para ser mayoría, esa coalición necesariamente debería incluir a las fuerzas progresistas nucleadas en el Polo Democrático Alternativo, a sectores liberales no uribistas y a sectores uribistas no re-reeleccionistas. Para un sistema político tan pulverizado como el colombiano, la sola idea de semejante coalición para defender la democracia bordea la ciencia ficción.
La alternativa es un tercer mandato que acentuaría los rasgos autoritarios que viene exhibiendo el gobierno de Uribe, que tornaría inviable una solución negociada al problema que plantea la guerrilla, y que garantizaría la continuidad de un gobierno comprometido por sus intereses económicos y acuerdos militares con el poder del narcotráfico. Si a eso le sumamos un Estado con instituciones cada vez más débiles y menos representativas, y la injerencia militar desmedida de una potencia extranjera, se entiende la emergencia de un caudillo populista con aspiraciones hegemónicas como Uribe, en su pretendido rol de salvador de la patria.
Así de profunda es la crisis colombiana. “Compleja e impredecible”, redondea el profesor, que sin embargo no se da por vencido. Zuluaga es uno de los referentes de la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, una agrupación que intenta pactar el fin de la lucha armada, primer paso imprescindible para empezar a tratar los demás problemas.
“Es muy difícil. El gobierno nos acusa de darle oxígeno a la guerrilla y la guerrilla nos acusa de hacerle el juego al gobierno”, dice el sociólogo con un dejo de frustración. Pero no le queda otra que seguir intentando. Trabajar para que un día la paz sea una alternativa viable, aunque la democracia que debería promoverla colapse a su alrededor.
Pero el caso colombiano es especial. El colapso de su sistema político es más peligroso porque la crisis que lo produjo es más persistente, explosiva y profunda que cualquiera de las que les tocó vivir a sus vecinos. Es consecuencia de cincuenta años de guerra de guerrillas y treinta años con un Estado colonizado por los intereses del narcotráfico. Un ejemplo de los peligros que acarrea la crisis colombiana es la reciente firma de un acuerdo entre ese país y Estados Unidos para incrementar la presencia militar norteamericana en Colombia, acuerdo que ha generado la comprensible preocupación de los mandatarios sudamericanos.
Para entender un poco mejor la actualidad colombiana aprovechamos la presencia del sociólogo Jaime Zuluaga (foto), profesor de la Universidad Externado de Bogotá. Zuluaga vino a Buenos Aires a participar de un congreso de su especialidad y nos atendió en el bar de la esquina de la vieja redacción.
El académico empezó con un repaso de los principales actores del conflicto. De la guerrilla dijo que se trata de un grupo insurgente, con proyecto de toma de poder, fundada en reclamos legítimos por la ausencia del Estado en partes del país. Pero aclaró que ese proyecto ha sido atravesado por los intereses y la cultura criminal del narcotráfico, ya que una parte importante de los cultivos ilegales se dan en zonas controladas por la guerrilla. Los métodos adoptados por la insurgencia desde que se alió con el narcotráfico, que no respetan los más elementales derechos humanos, han alienado a la guerrilla de la opinión pública, que rechaza por sanguinario su proyecto político. La cultura de la narcoguerrilla favorece la polarización de la sociedad y las políticas de mano dura de su presidente, y les quita espacio a quienes buscan una paz negociada que tenga en cuenta los legítimos reclamos que dieron origen a la lucha armada.
La actitud del narcotráfico en esta guerra es ambigua, prosigue el profesor, porque en algunas zonas apoya a la guerrilla y en otras a la lucha contrainsurgente, dependiendo de sus intereses económicos y de quién ejerce el control territorial de los sembradíos de coca y amapola. En consecuencia, termina armando y financiando a los dos bandos, con lo cual no hace más que prolongar y agudizar el conflicto.
Después están los paramilitares. Según Zuluaga, a diferencia de lo que sucedió en la Argentina, en Colombia no todos los grupos paramilitares son escuadrones de la muerte creados y entrenados por fuerzas estatales para combatir la guerrilla. En algunos casos se dio así, pero en muchos otros fueron creados por empresarios ganaderos para proteger sus latifundios. También hay formaciones surgidas a iniciativa de los narcotraficantes con el propósito de proteger sus cosechas y también hay formaciones que surgieron de movimientos sociales para defender poblaciones rurales de los distintos grupos armados que operan en el conflicto. La diversidad de origen hace que los paramilitares sean más difíciles de controlar y/o eliminar, explicó el sociólogo.
Estas formaciones han trabajado codo a codo con dirigentes políticos, empresariales y militares, actuando en paralelo con el dinero del narcotráfico, que ha contaminado a los tres poderes y las fuerzas armadas del país, algo que también ocurre en México. En las elecciones del 2002 y del 2005, los caciques paramilitares presionaron a punta de pistola para imponer sus candidatos, borrando opositores con asesinatos y amenazas en al menos trece de los 39 distritos electorales del país.
Como consecuencia de esas elecciones, hoy hay 86 legisladores, casi un tercio del congreso, casi todos miembros de la coalición oficialista, detenidos o procesados por vínculos con los paramilitares, apunta Zuluaga. Uribe pactó con los paramilitares. Pero la Justicia impugnó algunas acuerdos incluidos en la ley de Justicia y Paz que surgió de ese pacto. Los paramilitares desmovilizados para acogerse a los beneficios de la ley se sintieron traicionados.
Entonces empezaron a revelar sus contactos con el poder militar, empresario y político. Para frenar la sangría, Uribe extraditó a los caciques paramilitares a Estados Unidos para que sean juzgados por narcotráfico. Lo cual descabezó y atomizó al movimiento paramilitar, haciéndolo más difícil de controlar. Zuluaga argumenta que ese descontrol ha producido un rebrote de violencia en las principales ciudades de Colombia, empezando por Medellín.
La impotencia del Estado ante el doble desafío que plantean la guerrilla y el narcotráfico explica la popularidad de Uribe, de su política de “Seguridad Democrática” y de la alianza con, o sumisión a, Estados Unidos.
“Uribe logró dos cosas. Por un lado creó una sensación de seguridad a través de la militarización de los espacios públicos. Mira, es una delicia caminar por Buenos Aires sin tener que ver a militares paseando en carros blindados y mostrando sus fusiles, como sucede en la ciudades colombianas. También ha logrado bajar algunos índices, como el de secuestros y asesinatos, y ha logrado algunos éxitos militares resonantes contra la guerrilla. Todo eso le ha dado mucho rédito político. Lo segundo es que Uribe da la sensación de tomar decisiones, de gobernar, algo que no sucedía con sus dos predecesores, Samper y Pastrana, que dejaban la imagen de vacío de poder”, analiza el profesor, mientras baja un tostado mixto con agua mineral a la hora del almuerzo.
La alianza con Estados Unidos precede a Uribe, explica Zuluaga. Fue el embajador colombiano, cumpliendo órdenes de Washington, a quien le cupo el triste papel de solicitar la expulsión de Cuba de la OEA en 1961, recordó el catedrático. Fue Colombia el único país de la región en mandar tropas a la guerra de Corea y tampoco se privó de participar en la invasión de Irak, pese a la condena de Naciones Unidas. A finales del mandato de Clinton, en el marco del llamado Plan Colombia, ese país se convirtió en el tercer receptor de ayuda militar del gobierno estadounidense.
Fue casi natural que Uribe adhiriera a las doctrinas de Eje del Mal y Guerra Preventiva de George W. Bush, explica Zuluaga. Con el acuerdo militar, Uribe busca congraciarse con la administración de Obama para mantener la alianza histórica, dice el profesor. Por eso considera tan importante el acuerdo alcanzado en Bariloche por los países de la Unasur para que Uribe revele los contenidos de ese tratado, que al parecer permitiría un despliegue estratégico de aviones estadounidenses con autonomía de vuelo que exceden por mucho las fronteras de Colombia.
A estas variables hay que sumarles la ambición re-reeleccionista de Uribe. Según Zuluaga, es posible que lo logre, pero no seguro. Primero la decisión del congreso debe pasar el filtro de la Justicia, y la Corte Constitucional ha sido muy crítica de la primera reelección y ha condenado a una legisladora por venderle su voto al presidente.
Si la corte habilita la re-reelección, entonces Uribe debe conseguir que siete millones de colombianos, casi un tercio del padrón, participen en un referéndum y que la mitad más uno vote a favor del sí. Zuluaga descuenta que Uribe obtendría un resultado favorable, pero duda de que pueda conseguir la participación mínima requerida para dar el referéndum por válido. Esto es porque los aliados de Uribe saben que la derecha está en inmejorables condiciones para ganar la próxima elección y que el escenario podría cambiar dentro de cuatro años.
Los principales aliados de Uribe, como el líder conservador y ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos, también aspiran a la presidencia. Por eso, aunque digan que apoyan la re-reelección y que nunca competirían contra de Uribe, está por verse hasta qué punto están dispuestos a movilizar el voto de sus bases para apoyar el referéndum.
Según el profesor, si Uribe consigue presentarse como candidato, la única manera de frenarlo sería con una amplia coalición. Para ser mayoría, esa coalición necesariamente debería incluir a las fuerzas progresistas nucleadas en el Polo Democrático Alternativo, a sectores liberales no uribistas y a sectores uribistas no re-reeleccionistas. Para un sistema político tan pulverizado como el colombiano, la sola idea de semejante coalición para defender la democracia bordea la ciencia ficción.
La alternativa es un tercer mandato que acentuaría los rasgos autoritarios que viene exhibiendo el gobierno de Uribe, que tornaría inviable una solución negociada al problema que plantea la guerrilla, y que garantizaría la continuidad de un gobierno comprometido por sus intereses económicos y acuerdos militares con el poder del narcotráfico. Si a eso le sumamos un Estado con instituciones cada vez más débiles y menos representativas, y la injerencia militar desmedida de una potencia extranjera, se entiende la emergencia de un caudillo populista con aspiraciones hegemónicas como Uribe, en su pretendido rol de salvador de la patria.
Así de profunda es la crisis colombiana. “Compleja e impredecible”, redondea el profesor, que sin embargo no se da por vencido. Zuluaga es uno de los referentes de la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, una agrupación que intenta pactar el fin de la lucha armada, primer paso imprescindible para empezar a tratar los demás problemas.
“Es muy difícil. El gobierno nos acusa de darle oxígeno a la guerrilla y la guerrilla nos acusa de hacerle el juego al gobierno”, dice el sociólogo con un dejo de frustración. Pero no le queda otra que seguir intentando. Trabajar para que un día la paz sea una alternativa viable, aunque la democracia que debería promoverla colapse a su alrededor.
Publicado en Página/12 el 6 de septiembre de 2009
Imagen: Rafael Yoha
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Aunque la situación política de Honduras en lo sustancial no ha cambiado, o no todavía, hubo dos novedades importantes esta semana que aumentaron de manera significativa la presión sobre el régimen golpista. La primera, claro, es la aparición de Zelaya en la embajada brasileña. La segunda es la intervención del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas exigiendo respeto por la integridad territorial de esa sede diplomática.
La versión oficial que difundió Itamaraty dice que Zelaya se apareció en la embajada sin aviso y golpeó la puerta. La realidad es muy distinta. Lo dice el sentido común y lo confirman dos fuentes muy bien informadas, una en Washington y otra en Brasilia. En realidad se trató de una iniciativa brasileña para torcer el rumbo de una situación que se le escapaba de las manos. Zelaya, asegura una de esas fuentes, se mantuvo en contacto permanente con autoridades brasileñas, desde que inició su retorno hasta que llegó a la embajada. Incluso algunas de esas comunicaciones habrían sido interceptadas y no sería extraño que se den a conocer en un futuro no muy lejano.
Tampoco parece probable que la movida brasileña sea una respuesta política a la instalación de bases estadounidenses en Colombia, o el tan mentado relanzamiento de la IV Flota de la Armada norteamericana. Estados Unidos tenía conocimiento previo y había aprobado la movida brasileña, confirman las fuentes. Ambos países han coordinado sus movimientos a lo largo de toda la crisis y esa coordinación se hizo aún más evidente desde la vuelta de Zelaya.
El de Washington fue uno de los primeros gobiernos en reclamar respeto por el santuario diplomático brasileño. Además, la embajada estadounidense fue la primera en mandar víveres cuando los golpistas le cortaron el agua y la luz al refugio del presidente derrocado, informa una fuente hondureña instalada en la embajada brasileña. Además, para no dejar dudas, el canciller brasileño Celso Amorim se apuró en aclarar que Brasil no asumiría un rol de mediador en el conflicto, sino que ese rol quedaba en manos del delegado de Estados Unidos, Oscar Arias, presidente de Costa Rica. También negocian el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza; el embajador estadounidense en Tegucigalpa, Hugo Llorens, y últimamente se han sumado a la mesa representantes del Centro Carter, la ONG liderada por el ubicuo ex presidente estadounidense. Todos ellos tienen línea directa con el Departamento de Estado.
La movida de Zelaya es más bien fruto de un acuerdo entre Brasilia y Washington en sintonía con los principales discursos de política exterior pronunciados por Obama desde que llegó a la Casa Blanca. Tanto en la cumbre del G-20 en Londres como en la cumbre de la OTAN en Estrasburgo, el presidente estadounidense dijo que su país ha perdido influencia y ya no puede ser la policía del mundo, por lo que la nueva política de seguridad internacional consiste en forjar alianzas estratégicas con potencias afines en las distintas regiones del mundo.
Pero la alianza estratégica Estados Unidos-Brasil no empezó con Honduras ni tampoco con Obama. Según documentos recientemente desclasificados, ya en la década de los ’70 Kissinger lo instaba a Nixon a apoyar a la dictadura brasileña para que coordinara la lucha antiguerrillera en toda la región. Y fue Lula quien consoló en su tierra a George W. Bush después de la paliza que éste recibiera en la cumbre de Mar del Plata del 2005. Y fue Lula quien dos años más tarde volvió a recibir a Bush para acordar un reparto del incipiente mercado mundial de biocombustibles.
Lo que nadie discute es que Brasil dio un paso importante esta semana para reafirmar su rol de potencia emergente y líder regional. “Esto es Brasil potencia, Brasil interlocutor mundial, Brasil marcando un rol predominante que consolida su esfera de influencia en América latina”, dice admirada la fuente diplomática con sede en Washington.
En realidad, el proyecto de integración regional liderado por Brasil en la última década terminaba en el estrecho de Panamá, ante la evidencia de que México, Centroamérica y el Caribe habían caído irremediablemente bajo la esfera de dominio hegemónico de Estados Unidos. Siendo Estados Unidos el destinatario casi exclusivo de las exportaciones y los flujos migratorios de esos países, y fuente de las remesas y la asistencia crediticia que sostienen a sus economías, era difícil imaginarse cómo países como Honduras podrían sumarse a un bloque regional con pretensiones autonómicas, como el que soñaba Lula. Por eso Brasil privilegió a la Unasur sudamericana como instrumento de integración en desmedro del Grupo Río latinoamericano.
Pero tal como sucedió en los ’80, cuando Brasil integró el Grupo Contadora, ahora vuelve a intervenir en Centroamérica por la sencilla razón de que los acontecimientos que ocurren allí afectan irremediablemente a sus vecinos sudamericanos, por causa de las raíces políticas y culturales compartidas. Algo similar ocurre en el Caribe, donde en la década pasada Brasil aceptó, a pedido de Washington, asumir el mando de la misión militar multilateral que aún interviene en Haití. Brasil no aceptó la misión para extender su influencia sobre el país más pobre de las Américas, sino para evitar el pésimo ejemplo de otra invasión yanqui en la región, aunque sea para pacificar a un país en estado de guerra civil, como era entonces Haití.
La segunda novedad de la semana con respecto a Honduras es consecuencia de la primera: el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tomó el tema a pedido de Lula e intimó a los golpistas a que cesen las agresiones contra la embajada brasileña. El dato no es menor. “Al entrar en el Consejo de Seguridad, el tema entró en la habitación del capítulo séptimo”, graficó la fuente diplomática, haciendo referencia a la cláusula que habilita una intervención militar bajo el paraguas de la ONU, que sólo puede ser invocada por un acuerdo del Consejo.
Para el veterano diplomático afincado en Washington, esto significa pasar del intento de convencer a los golpistas invocando principios democráticos, a la amenaza lisa y llana de una invasión. Fidel Castro lo entendió más rápido que nadie y un día antes de la resolución del Consejo, disparó un editorial en Cubadebate argumentando en contra de la solución militar.
Semejante desenlace suena descabellado pero no habría que descartarlo. El regreso de Zelaya tenía dos objetivos posibles. El primero sería provocar una pueblada que derrumbe el régimen. Pero si no lo pudo hacer el mes pasado, cuando fue a la frontera, cerca de las zonas rurales donde Zelaya tiene su principal base de apoyo, difícilmente lo logre en la capital, donde los golpistas cuentan con la simpatía de buena parte de la población, y donde se concentran las fuerzas encargadas de reprimir a los manifestantes.
El otro objetivo posible es provocar un ataque golpista a la embajada brasileña, que a su vez provoque una respuesta militar de fuerzas extranjeras que despejarían el camino para la restitución de Zelaya. No es la estrategia ideal, como dice Fidel, pero parece estar funcionando mejor que el operativo clamor, al menos en el plano discursivo. De ahí la importancia del pronunciamiento del Consejo de Seguridad. Atacar una embajada bancada por la máxima instancia de la ONU parecería una actitud suicida, pero la torpeza de los golpistas no tiene límites. Alguien debería explicarle al dictador Goriletti que ningún gobierno, mucho menos el suyo, tiene derecho a bombardear una embajada con gases tóxicos. Eso se llama pasarse de rosca, cruzar la raya. Cuando los nenes del Consejo de Seguridad salgan de su estupor, seguramente harán algo para que Goriletti no se la lleve de arriba.
Probablemente será una nueva amenaza, una amenaza más explícita. Pero el problema con las amenazas es que no suelen surtir efecto si quienes las lanzan no están dispuestos a concretarlas. Estados Unidos no ha tenido intervenciones militares unilaterales en la región desde la invasión de Panamá en 1989, si por intervención militar se entiende tirar tiros y no ocupar bases, armar flotas, realizar ejercicios militares, apoyar golpes, etc., etc. Según una fuente del Departamento de Estado consultada el mes pasado, esa no intervención militar directa y unilateral es una política de Estado que todos los presidentes estadounidenses han respetado, de Bush padre a esta parte.
La Organización de Estados Americanos sirvió de pantalla para los Marines que invadieron Santo Domingo en 1965, pero en la actualidad no existe ninguna disposición en el sistema de la OEA que contemple el uso de la fuerza. Si algo demostró este golpe es que la Carta Democrática del organismo interamericano no sirve para restituir a un gobierno constitucional derrocado por un golpe de Estado, justamente porque la Carta carece de capacidad coercitiva. En cambio el consejo de la ONU sí la tiene, el famoso capítulo séptimo, pero cuando la usó lo hizo para intervenir en conflictos armados, no para resolver crisis institucionales, mucho menos en un pequeño país como Honduras. Por lo tanto, llegado el caso, el Consejo tendría que desarrollar mecanismos de aplicación para el uso de fuerza que se adapten a la presente situación y que tengan en cuenta que ni Estados Unidos ni la Unasur aceptarían el despliegue de tropas extrarregionales en América latina.
Que hoy se esté hablando y, peor, pensando seriamente en una opción militar para Honduras demuestra hasta qué punto Goriletti y sus secuaces han logrado despertar a los fantasmas del pasado. Ya no hay espacio para soluciones buenas. Si llegan a las elecciones, los golpistas habrán triunfado. El golpe correctivo a plazo fijo se habrá convertido en un golpe clásico que se prolonga en el tiempo indefinidamente a través de un gobierno avalado por una elección ilegítima. Si se negocia un acuerdo que no incluye la vuelta de Zelaya con plenos poderes, también ganaron los golpistas. Si vuelve Zelaya por la fuerza, la opción militar volverá a ser viable en la región más pacífica del mundo.
Lo menos peor que puede pasar es que las amenazas del Consejo funcionen y que Zelaya vuelva por las buenas, por así decirlo. Pero aun así, el costo será inmenso: hundido en Honduras, el pomposamente nombrado “sistema interamericano”, las instituciones que lo integran y la Carta Democrática que lo gobierna habrán demostrado su patética debilidad.