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lunes, 30 de abril de 2012

Murdoch - Por Santiago O’Donnell

El poder de los medios es medio raro. Nada impide que un tipo como Rupert Murdoch pueda heredar un diario en Australia y transformarlo en un imperio mediático, desembarcar en Estados Unidos y Gran Bretaña y de ahí proyectarse al resto del mundo, y expandirse como jugador global en los negocios de la televisión, Internet, eventos deportivos globales y la comercialización de plataformas de lanzamiento satelital. Un día nos enteramos de que tiene un diario de domingo que vende cinco veces más que Clarín, que se dedicaba a espiar a la gente con pinchaduras telefónicas y hackeos informáticos. Gran revuelo gran. Le abren cinco causas judiciales, dos investigaciones parlamentarias y otras dos ordenadas por el primer ministro. Las víctimas empiezan a salir a la luz e incluyen celebridades tales como la familia real, el futbolista Wayne Rooney y la actriz Sienna Miller, miembros del Parlamento, comentaristas deportivos y la ex esposa de Paul McCartney, además de familiares de soldados que fueron a la guerra, sobrevivientes del 11-9 y víctimas de casos escandalosos de secuestros y violaciones que habían saltado a las portadas de los tabloides. Murdoch debe pagar decenas de indemnizaciones millonarias. Más de treinta periodistas van presos, empezando por su jefa de operaciones para Gran Bretaña, pasando por editores, corresponsales y cronistas de toda clase de temas. En el camino se descubre que los periodistas de Murdoch además coimeaban a la policía para conseguir información y para que nadie investigue sus pinchaduras y caen un montón de policías, incluyendo un jefe de Scotland Yard, un comisionado y el jefe de comunicaciones de la policía británica. Y también una colección de agentes, soplones, investigadores privados y burócratas de escritorio de distintas dependencias del gobierno. Además se conocen algunas cosas de las relaciones de Murdoch con los políticos y deben renunciar, primero el jefe de prensa del primer ministro y después el ministro de Cultura. El ministro de Cultura era el encargado de aprobar una compra de acciones que permitiría a Murdoch redoblar su posición dominante en el mercado de la televisión paga en Gran Bretaña. El negocio se pinchó cuando estalló el escándalo de las escuchas en julio del año pasado. Esta semana aparecieron unos mails de hace un par de años, donde el ministro asesoraba a un lobbista de Murdoch sobre cómo manejar al ente regulador que obstaculizaba la compra de las acciones y le decía al lobbista que se quedara tranquilo, que todo iba a salir bien. Chau ministro. Renunció ayer.
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A los 81, años Murdoch es presidente del directorio, presidente de la empresa y accionista principal del conglomerado de medios más grande del mundo, News Corporation, 57.000 empleados, activos valuados en 62 mil millones de dólares que incluyen los estudios y la cadena Fox y el diario The Wall Street Journal en Estados Unidos, y el canal Sky y los diarios The Times y The Sun en Gran Bretaña. Esta semana el magnate se presentó ante una comisión investigadora presidida por un juez de la Corte Suprema británica por mandato del primer ministro, el conservador David Cameron. Lejos de admitir culpa alguna, el testigo estelar se presentó como víctima de algunos periodistas haraganes que hicieron trampa para ahorrarse el trabajo de investigar bien, y de algunos editores que taparon el asunto. “Culpo a una o dos personas a las que creo que no debería nombrar porque por lo que yo sé puede que ya hayan sido arrestadas, pero no tengo ninguna duda de que incluso el director, pero desde luego más allá del director, alguien se encargó del encubrimiento, del que fuimos víctimas y que lamento”, testificó Murdoch. “Pinchar teléfonos es una manera haragana que tienen los periodistas de hacer su trabajo.”

Mostrándose como un viejo maestro del oficio dolido por la traición de unos aprendices, procedió con una encendida defensa del periodismo y los rectos principios que supuestamente lo guían. “Yo trabajé muy duro para establecer un ejemplo de ética”, proclamó.

Eso sí, reconoció todo tipo de reuniones con todos los primeros ministros que gobernaron Gran Bretaña en los últimos treinta años y hasta se permitió cachetear un poco al mandatario actual. Por ejemplo, cuando le preguntaron a Murdoch por qué le pagó a Cameron un vuelo en avión privado para que el primer ministro visite su yate anclado en la isla griega Santorini, donde ambos pasaron un fin de semana en agosto de 2008, Murdoch contestó: “No me acuerdo de esa reunión, pero habrá tenido ganas de conocerme”.

A pesar de tantos encuentros y paseos, comprobados y admitidos, con los políticos más poderosos de su tiempo, el magnate dijo que nunca le pidió ningún favor a nadie y se mostró casi ofendido cuando le preguntaron si alguna vez había usado esos contactos para avanzar en sus negocios. “Me quedé horrorizado por la declaración del señor Dacre (director del Daily Mirror, un diario competidor) el otro día, cuando dijo que su política editorial está guiada por intereses comerciales. Creo que debe ser la cosa más falta de ética que he leído en mucho tiempo”, se indignó.

Sin justificar las pinchaduras, argumentó que las figuras públicas deberían acostumbrarse a vivir vidas públicas. “Mucha de esta gente se ve muy grande en la vida de la gente común, grandes estrellas de televisión, estrellas de cine, y por supuesto, debo incluir a los políticos. Si nos vamos a meter en el tema de la privacidad, gente con responsabilidades públicas –y yo incluiría a los propietarios de los medios– no creo que tengan derecho a la misma privacidad que el hombre de la calle. Si vamos hacia una sociedad transparente, saquemos todo para afuera.”

Si de algo se lo puede culpar, concluyó Murdoch ante la honorable comisión investigadora, es de haberse excedido en la búsqueda de la verdad. “Mi objetivo en el periodismo es siempre decir la verdad, ciertamente en vistas al interés público, buscando llamarle la atención, pero siempre diciendo la verdad.”

El poder de los medios es medio raro. Si un tipo como Murdoch tiene un diario que roba información, sus periodistas van presos. Pero si un sitio llamado Wikileaks publica información robada es al revés. Lo meten preso al jefe con cualquier excusa, pero los periodistas pueden publicar lo que se les da la gana y encima los aplauden. Siendo tan distintos sus objetivos, Murdoch y Wikileaks esgrimen los mismos argumentos para hacer lo que hacen: la búsqueda de la verdad está por sobre todo, vamos hacia un mundo transparente donde no existe la privacidad. Pero aunque hacen lo mismo y lo justifican con el mismo discurso, Murdoch y Wikileaks representan intereses contrapuestos. Wikileaks rompe las reglas para denunciar a los poderosos, mientras que Murdoch las rompe para fortalecer su imperio.

Los medios nacieron como un negocio, pero también como un servicio público con la función social de vigilar a las corporaciones en favor del individuo, del ciudadano en tanto consumidor de información. Pero de a poco esos mismos medios se fueron transformando o fusionando en corporaciones tan grandes como las que debían controlar. Dejaron de ser medios para convertirse en extremos, extremos de los grandes conglomerados privados y estatales. Perdieron su legitimidad de origen. Rompieron las reglas y ahora vale cualquier cosa: todo se puede mostrar, nada se puede esconder, transparencia es verdad, verdad es transparencia. Aunque en el caso de Wikileaks esto parezca un ejercicio de igualdad, el caso Murdoch es su contracara. Las definiciones del magnate a propósito del deplorable comportamiento de sus periodistas muestra hasta qué punto el nuevo paradigma comunicacional deja al ciudadano-consumidor indefenso, confundido y sin intermediaciones frente al avance de ese poder raro que es el de los medios. O sea, el poder cada vez más concentrado de las corporaciones que controlan los canales, las bocas y las nuevas tecnologías de la información.

  
Publicado en Página/12 el 29 de abril de 2012
Imagen: EFE

martes, 24 de abril de 2012

Cuando se terminan los sueños (Mensajes sobre "Desigualdad")

Muy buena su desacralización de Estados Unidos y  su supuesto bienestar.  Cuando se terminan los sueños a veces enfrentamos la realidad.

Inés Olarra
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hola Santiago O’Donnell

Leyendo el articulo de hoy en pagina me encuentro que tiene a mi entender información  mal traducida y cito
"En 2010 las veinticinco empresas más ricas recibieron 304 millones de devoluciones impositivas pese a reportar ganancias por 1900 millones de dólares"
Esto dato es sin dudas falso, no por mal intencionado sino por que 1900 M de dolares es una cifra irrelevante para la economía norteamericana y dejo un dato para demostrar que solo Microsoft declara beneficios  por mas del cuádruple de ese dinero

http://www.businessinsider.com/chart-of-the-day-microsoft-operating-income-by-division-2010-2

Cito uno mas "Mientras tanto, el sector financiero se alzaba con importantes beneficios. En 1982 el empresario promedio ganaba 42 veces más que el empleado promedio; en el 2010 el mismo empresario ganaba 325 veces más que el mismo empleado. Según otro estudio, el cambio de reglas que impulsó Reagan produjo una transferencia de entre cuatro mil quinientos y cinco mil millones de dólares al sector financiero entre 1980 y 2008"

Nuevamente esta cifra es mínima para el mercado financiero norteamericano y mas para un lapso de 28 años
En este enlace  se detalla el volumen del sistema financiero no tradicional  de USA y su componte toxico

http://www.elblogsalmon.com/mercados-financieros/sistema-bancario-en-la-sombra-sigue-siendo-mas-grande-que-la-banca-tradicional

http://www.newyorkfed.org/research/staff_reports/sr458.pdf

saludos,
Alejandro Garelli







Estimado Santiago O`Donnell

Leí su artículo de Pagina 12 de hoy titulado "Desigualdad".

Al respecto deseo trasmitirle dos comentarios

- A mi entender hubo un error al mencionar China como el tercer país de la OECD con mayor inequidad en la distribución del ingreso respecto de Estados Unidos de Norteamérica. El país con el peor índice es Chile. Creo que China no pertenece a la OECD.

- Vale la pena mencionar el país que, no por mucho orgullo, antecede y casi iguala en esta triste posición a Estados Unidos. Se trata de Israel. Así como usted menciona que el sueño americano se terminó, sin mayor riesgo de equivocación se puede afirmar que la equidad y solidaridad judía pasó a ser un cuento de la bobe.

Atentamente,

Daniel Kupervaser

Herzlya Israel

lunes, 23 de abril de 2012

Desigualdad - Por Santiago O’Donnell

El sueño americano se terminó. Un artículo académico de la profesora de la Universidad de Stanford Terry Karl muestra hasta qué punto Estados Unidos se ha convertido en uno de los países más desiguales del planeta. Según el trabajo de Karl, de los 34 países más desarrollados que forman parte de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), sólo China, México y Turquía tienen disparidades más grandes en los ingresos que Estados Unidos. Además, según la OCDE, Estados Unidos tiene las políticas menos efectivas en gasto social para aliviar la pobreza y el nivel más bajo de impuesto a las ganancias de todos los países desarrollados.

El artículo, titulado “Desigualdad y Democracia: lecciones latinoamericanas para Estados Unidos”, se basa en distintos estudios sobre el tema. Dice que en Estados Unidos el diez por ciento más rico gana quince veces más dinero que el diez por ciento más pobre. La brecha ha crecido mucho en las últimas décadas, y es todavía más pronunciada si se toma en consideración al uno por ciento más rico, que promedia un ingreso de 1,3 millón de dólares anuales y que se lleva cuatro quintos de lo que aumentaron los ingresos de todos los estadounidenses desde 1980 hasta el 2002. Los súper ricos, que representan el 0,1 por ciento de los estadounidenses, son los que más se beneficiaron con esta tendencia. Los súper ricos captan un ingreso anual promedio de 27.322.212 dólares. Y los recontra súper ricos, el 0,01 porciento de la población, reciben el seis por ciento del total de los ingresos de las familias, estadounidenses.
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La enorme brecha entre ricos y pobres que aparece en sus ingresos anuales se multiplica cuando se mide la riqueza acumulada, señala el artículo. El 20 por ciento más rico es dueño del 87 por ciento de la riqueza de todos los estadounidenses y el uno por ciento tiene el 69 por ciento. Las cuatrocientas familias más ricas tienen lo mismo que la mitad más pobre, es decir dos mil individuos tienen tanto como el capital acumulado de ciento cincuenta millones de personas.

En términos raciales, el cuadro se ve así: la familia blanca promedio gana dos tercios más y tiene doce veces más riqueza que la familia negra promedio. La mitad de los hispanos y casi dos tercios de los negros no poseen activos financieros. Sin embargo, a diferencia de la desigualdad total, en términos económicos la brecha racial en Estados Unidos se ha acortado en las últimas décadas.

La autora cita un estudio de 23 países desarrollados realizado por el economista Richard Wilkinson y la antropóloga Kate Pickett, en el que Estados Unidos aparece como el más desigual en términos de ingresos por persona. En ese estudio, Estados Unidos también figura primero en índices de encarcelamiento, madres menores de edad, mortalidad infantil, niños obesos, costo de cobertura médica, gasto militar y uso de drogas ilegales. En cambio, aparece en último lugar en exámenes educativos, expectativa de vida y cuidado del medio ambiente.

A pesar de ser el país del Sueño Americano, otros estudios citados muestran que la movilidad social es más difícil en Estados Unidos que en otros países del primer mundo. Uno de esos estudios muestra que Estados Unidos tiene menos movilidad social relativa que Canadá, Alemania, Francia y los países escandinavos, y que está a la par de una sociedad notoriamente clasista como es la británica. Otros estudios muestran que la clase media estadounidense se está encogiendo y que por primera vez la generación de treinta y pico gana menos que sus padres a esa edad.

La desigualdad en Estados Unidos tiene raíces que llegan hasta la etapa fundacional de su historia, continúa el artículo, ya que su normativa favorece estructuralmente a los intereses de los ricos. Un estudio muestra que entre los países occidentales desarrollados, Estados Unidos es el que tiene más actores con capacidad de frenar el cambio social. También señala que el Senado estadounidense es el de peor representación proporcional de toda la muestra de los países estudiados.

Esa desigualdad de origen creció dramáticamente en la década del ’80, cuando el entonces presidente Ronald Reagan desarrolló un programa económico neoliberal para salir de la recesión creada por la crisis petrolera en Medio Oriente, la derrota de Vietnam que dispararon la inflación y el desempleo, prosigue el artículo. “La crisis creó el escenario para una nueva orientación económica del gobierno federal, caracterizado por la clásica receta neoliberal: desregulación de empresas y finanzas, renunciar a las políticas fiscales anticíclicas, fuertes recortes en el gasto social, rebaja de impuestos para los ricos y las empresas, y un nuevo marco normativo en el que predominan las soluciones del mercado para todo tipo de problemas”, señala Karl. “Irónicamente, en 1980 Estados Unidos se sometió a la misma receta que venía empujando hasta el hartazgo en América latina.”

La orientación económica de Reagan convirtió a los lobbistas en la nueva clase dominante de Washington. En 1971 había 175 firmas de lobby registradas en Washington. En 1982 ya habían trepado a 22.245. Los comités de acción política que financian las campañas crecieron de 89 en 1974 a 1682 en 1984.

La política se había vuelto muy cara y sólo los más ricos podían aspirar a los principales cargos electivos. Para las legislativas del 2010 los candidatos recaudaron un total de 1270 millones de dólares. Ese mismo año el costo promedio de una campaña para ocupar una banca en el Senado alcanzó los ocho millones y medio de dólares y para una banca en la Cámara baja, casi un millón y medio de dólares.

Mientras tanto, el sector financiero se alzaba con importantes beneficios. En 1982 el empresario promedio ganaba 42 veces más que el empleado promedio; en el 2010 el mismo empresario ganaba 325 veces más que el mismo empleado. Según otro estudio, el cambio de reglas que impulsó Reagan produjo una transferencia de entre cuatro mil quinientos y cinco mil millones de dólares al sector financiero entre 1980 y 2008.

Durante ese mismo período el esquema impositivo se alteró para favorecer a los ricos. Según el Brookings Intitution, en el 2007 el quinto más pobre de la población recibió en promedio 29 dólares en descuentos impositivos, el quinto del medio recibió 760 y el uno por ciento más rico recibió descuentos promedio de 41.077 dólares. Las familias con ingreso por encima del millón de dólares recibieron descuentos promedio de 114.000 dólares. Gracias a estos descuentos impositivos, los más pobres mejoraron sus ingresos en 0,4 por ciento, mientras que los más ricos mejoraron sus ingresos en un 5,7 por ciento. En 2010 las veinticinco empresas más ricas recibieron 304 millones de devoluciones impositivas pese a reportar ganancias por 1900 millones de dólares. La desigualdad se acentúa porque en promedio los estadounidenses pagan pocos impuestos. En 2008 la carga impositiva promedio fue del 26 por ciento, mientras que en los demás países del OCDE la carga promedio era del 35 por ciento. Entre 1982 y 1994 la carga impositiva promedio de los ricos cayó del 67 por ciento al 28 por ciento. Mientras tanto, los directivos de las principales empresas se alzaban con ganancias extraordinarias, estirando la brecha de desigualdad. En 2010, 25 CEO de las cien empresas más importantes ganaron más dinero del que sus empresas pagaron en impuestos federales. Lo que se ahorraba en el fisco solía gastarse en esfuerzos de lobby. General Electric lleva gastados 4200 millones de dólares en donaciones de campaña.

Al mismo tiempo en que los ricos aumentaban su influencia en las políticas públicas, los trabajadores perdían representatividad. En 2010 el porcentaje de afiliación sindical, que viene declinando sistemáticamente desde 1982, cayó al 11,4 por ciento (7 por ciento en el sector privado), comparado con más de 27 por ciento en Canadá y 70 por ciento en Finlandia.

Sin un sindicalismo fuerte para defender a los trabajadores, el salario mínimo se desplomó, cayendo de 9,2 dólares en los años sesenta (presidencia de Johnson), a 5,4 dólares en el gobierno de Bush, a 5,30 en el gobierno de Bush hijo, el nivel más bajo desde que se fijó el salario mínimo en 1949. Así, la brecha entre los más ricos y más pobres llegó a niveles que no había alcanzado desde la Gran Depresión de 1928.

“Las consecuencias de esta política agresivamente neoliberal se vieron a las claras en la crisis de 2008”, concluye la catedrática de Stanford. “Al combinarse la desregulación financiera y la falta de control sobre las instituciones del sector con la caída en la afiliación sindical, el declive en transferencias de ingresos, la reducción del Estado de Bienestar, el desmantelamiento del esquema impositivo progresivo y otros factores, Estados Unidos entró al siglo XXI como el país más desigual de todas la democracias ricas.”

Publicado en Página/12 el 22 de abril de 2012
Imagen: AFP

lunes, 16 de abril de 2012

Miedo - Por Santiago O’Donnell

 El miércoles pasado arrancó en Guantánamo el juicio a los terroristas acusados por los atentados del 11/9 del 2001. Son cinco y enfrentan la pena de muerte. El importante se llama Khalid Sheik Mohammed (foto), quien confesó haber planeado y dirigido “de la A a la Z” el ataque coordinado en el que murieron cerca de tres mil personas. Los otros cuatro están acusados de adiestrar o ayudar de alguna manera a los suicidas que estrellaron dos aviones de línea cargados de pasajeros en las Torres Gemelas de Nueva York y un tercero en el Pentágono, mientras que un cuarto avión fue derribado por los propios pasajeros en Pennsylvania cuando se dirigía al Capitolio o la Casa Blanca.

Al menos ésa es la verdad histórica que busca establecerse con el procedimiento que acaba de empezar el miércoles con la presentación de los fiscales militares anunciando que están listos para empezar el juicio. Esto le da al juez militar treinta días para llamar a audiencia para la presentación formal de los cargos. El momento elegido por el Departamento de Defensa del gobierno de Barack Obama coincide con la campaña electoral en la que el presidente buscará su reelección en noviembre. Servirá para recordar uno de los mayores logros que se adjudica Obama, el haber conseguido matar a Osama bin Laden, supuesto jefe de Mohammed y de los pilotos suicidas. Bin Laden, el líder de la red terrorista Al Qaida, habría aprobado y ayudado a financiar el atentado luego de reunirse varias veces e intercambiar correspondencia con Mohammed, según documentos secuestrados cuando se detuvo al acusado en Pakistán en el año 2003, y que forman parte del expediente.
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Mohammed es un buen candidato para lo que se le acusa de hacer. Ostenta una larga trayectoria de actividades terroristas. Ha pasado por todos los puntos calientes del planeta, desde Filipinas hasta Afganistán, desde Yemen a Qatar. Tuvo un rol en el anterior atentado a las Torres Gemelas y ha sido acusado por distintos países de cometer brutalidades varias, incluyendo la decapitación filmada y transmitida por YouTube del periodista del Wall Street Journal Daniel Pearl. Aun antes de ser detenido Mohammed se había adjudicado el atentado en una entrevista con la cadena Al Jazeera. El informe de la Comisión 11-S del Congreso estadounidense no duda en señalarlo como el organizador y principal responsable de los atentados.

El problema es que el juicio se va a hacer en Guantánamo, con todo lo que eso significa. Significa que el juicio más esperado, el más importante, el que debía cerrar uno de los capítulos más dolorosos de la historia estadounidense, se va a hacer en el extranjero, en un lugar semisecreto, bajo reglas que nunca se usaron. Porque no van a ser juzgados en las cortes federales estadounidenses que ya habían juzgado a cientos de terroristas domésticos y foráneos. Tampoco serán juzgados por la Justicia militar ordinaria, ya que nunca fueron reconocidos como combatientes enemigos según la convención de Viena. Serán juzgados por una “comisión militar” con su propio librito de lo admisible e inadmisible y lo punible y no punible. Las comisiones militares fueron creadas especialmente por el gobierno de George W. Bush como un sistema judicial adaptable a las nuevas metodologías de la Guerra al Terrorismo, o sea la tortura y el secuestro. Obama las mejoró un poco, pero las comisiones militares siguen siendo eso: organismos ad hoc con reglas ad hoc, básicamente creadas para condenar a prisioneros que han sido torturados y privados de sus derechos. Según admitieron la propia CIA y el Departamento de Defensa en documentos oficiales, Mohammed fue sometido a 183 sesiones de submarino mientras confesaba su participación en 31 grandes complots terroristas, un record difícil de creer aún para un agente operativo de su talla.

Como era de esperarse, los organismos de derechos humanos estadounidenses no se alegraron con el anuncio del miércoles.

“La administración Obama está cometiendo un error terrible al llevar al juicio por terrorismo más importante de nuestro tiempo a un sistema de justicia de segundo nivel. Cualquier veredicto que salga de las comisiones militares de Guantánamo estará teñido por un proceso injusto y por la política que equivocadamente arrancó estos casos de la Justicia federal, que ha manejado con éxito y seguridad cientos de juicios por terrorismo”, declaró en un comunicado Anthony Romero, director ejecutivo de la Unión por las Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU, siglas en inglés).

“Aquellos que se complotaron para hacer los ataques del 11-S deben ser juzgados por sus crímenes. Las familias de las víctimas del 11-S merecen justicia, así como todos los estadounidenses. Lo que no se merecen los estadounidenses es un juicio estilo hágalo-usted-mismo ante un tribunal en el que las reglas están bajo constante escrutinio y revisión”, dice el comunicado de Human Rights First firmado por Dixon Osburn.

El problema es el miedo. Un miedo casi irracional que llevó al Congreso a pasar una ley en el 2010 que hace prácticamente imposible que los prisioneros de Guantánamo sean juzgados en Estados Unidos, o tan siquiera que pisen suelo estadounidense. Lo irracional es que desde el 2003 a esta parte Estados Unidos ha transferido casi 600 prisioneros de Guantánamo a distintos países de cuatro continentes, pero no ha permitido que ninguno ingrese a Estados Unidos, ni siquiera para pudrirse en una cárcel de máxima seguridad. Según los archivos filtrados por Wikileaks, la decisión de Estados Unidos de no recibir a ningún graduado de Guantánamo aparece una y otra vez en las quejas a las embajadas cada vez que Washington le pide a algún gobierno amigo que se hagan cargo de algún prisionero de la base.

El miedo no es sólo de Obama. Por Guantánamo pasaron cerca de 800 prisioneros y en su pico, allá por el 2003, la cárcel llegó a albergar a cerca de 600. Algunos eran terroristas, otros habían caído ahí medio de casualidad, muchos habían pasado por cárceles clandestinas de la CIA en otros lugares, todos habían sido torturados. Cuando empezaron la críticas Bush empezó a sacarse de encima a los casos más vergonzosos, mandándolos de vuelta a su país de origen. Cuando asumió Obama en enero del 2009 quedaban unos 242, ahora son 171.

En su segundo día de gobierno, en cumplimiento de una de sus principales promesas de campaña, Obama firmó una orden ejecutiva ordenando el cierre de la base en un año. En esa orden instruyó al fiscal Eric Holder a que separe la población carcelaria entre prisioneros de bajo riesgo que serían enviados a terceros países, y prisioneros de alto riesgo que serían juzgados. Entre estos últimos ordenó a Holder discernir quiénes serían juzgados en Estados Unidos por la Justicia federal y quiénes, por las características especiales de sus casos, serían juzgados por comisiones militares. Al mismo tiempo Obama le ordenó al fiscal general que remozara y mejorara garantías del acusado en el sistema de comisiones militares para que los testimonios obtenidos bajo tortura no sean admisibles.

Holder hizo todo eso, aunque los críticos señalan que las reglas de evidencia de las comisiones siguen siendo demasiado laxas comparadas con las del sistema federal y que permitirían, a través de dichos de terceros, la introducción de información obtenida bajo tortura. Holder también mandó a un “equipo limpio” de interrogadores a Guantánamo para que Mohammed confiese otra vez lo que había dicho bajo tortura. Un año más tarde Holder anunciaba que el juicio por el 11-S se haría en una Corte federal de Nueva York, al tiempo que retiraba los cargos militares que pesaban en contra de Mohammed y sus codefendidos. Bueno, no pudo ser. Todos los políticos de Nueva York se pusieron en contra. El alcalde Bloomberg dijo que el juicio era “demasiado costoso y peligroso” como para hacerse en su ciudad. El Congreso pasó una ley prohibiendo al Pentágono a gastar dinero en traslados de prisioneros de Guantánamo a los Estados Unidos, con lo cual cerró la discusión.

Obama se agarra de eso para culpar al Congreso por no haber cumplido su promesa. Esta semana volvió a decirlo en sus discursos de campaña, al tiempo que volvió a prometer que cerrará Guantánamo, esta vez sin plazo, sino “en un tiempo indefinido”. Pero fue Obama quien firmó esa ley que prohíbe el traslado de los prisioneros de Guantánamo, podría haberla vetado. En vez de eso se puso a tono con los tiempos y le dio para adelante con los comisiones militares, donde no corre riesgos de que algún jurado se deje impresionar por las torturas aplicadas a los acusados. Entonces los cargos militares contra los acusados por el 11-S fueron restituidos y esta semana arrancó el proceso judicial. Igual, Mohammed y sus cuatro presuntos cómplices ya dijeron que se quieren declarar culpables y que desean que los maten, así pueden empezar su martirio de una buena vez.

Pero aun así, presos, torturados y prácticamente condenados a muerte, estos tipos le meten miedo a un país que hasta hace muy poco se creía invencible.

Cuando asumió Obama cuatro años atrás, poco más de la mitad de los estadounidenses apoyaba el cierre de Guantánamo. Hoy el sesenta por ciento quiere que siga abierta. Mitch McConell, jefe de la bancada republicana en el Senado, declaró hace poco que le gustaría ver un crecimiento en la población carcelaria de la base, hasta llegar a más o menos ochocientos presos. Bermuda, Bulgaria, Palau y Portugal han aceptado recibir prisioneros de Guantánamo, pero Estados Unidos no se anima. El juicio por el 11-S no será televisado en directo como nuestro Juicio a la Juntas. Eso es sí que es miedo.

Publicado en Página/12 el 15 de abril de 2012
Imagen: AFP

jueves, 12 de abril de 2012

miércoles, 11 de abril de 2012

Crisis europea - Por Santiago O’Donnell

Philippe Schmitter duda. La crisis europea lo confunde. “¿Se trata de una crisis buena o una crisis mala?” repite, cual latiguillo provocador, este profesor emérito del Instituto Universitario Europeo (foto) a lo largo de nuestra entrevista. ¿Y cómo puede ser buena esta crisis? A ver, Schmitter parte de la base de que la Unión Europea (UE) es algo bueno para Europa porque a lo largo de su historia han sido sus miembros más pobres quienes más se han beneficiado con el proceso de integración regional.

Entonces razona: “En general, las crisis no han sido malas para la Unión Europea. La historia demuestra que tanto la Comisión Europea como sus países miembro han sido muy hábiles para explotar las crisis con el objetivo de expandir su alcance económico, político y geográfico. Con esta crisis, no sabemos todavía si se va a expandir o a contraer. El Acta Unica Europea de 1985 (que creó el mercado único) nació de una crisis, de la percepción de que Europa no crecía lo suficiente y había perdido competitividad ante Estados Unidos y Japón. Hay dos clases de crisis, las que derivan de problemas internos, como pueden ser el comercio, la migración o el tráfico de drogas, y las crisis que vienen de factores externos a la UE. La crisis del ’85 fue sobre todo interna, pero también tuvo un componente externo que fue el colapso de la Unión Soviética. Si bien la Unión Soviética no era parte del proyecto de integración, les puso presión a los países de Europa occidental de generar mecanismos que sirvan para marcar una diferencia con los países de Europa oriental. La presente crisis también es una mezcla de factores internos y externos, pero fundamentalmente internos, porque fue disparada por la aplicación de una moneda única en países con distintos niveles de competitividad y desarrollo económico. Es parecido a lo que sucedió en la unificación de Italia, cuando se adoptó una moneda única para el norte rico y el sur pobre. La crisis italiana se resolvió con inmigración del sur hacia el norte. Pero ahora nadie quiere inmigrar por las barreras sociales e históricas que existen. Los españoles no se quieren ir a Suecia ni los italianos se quieren mudar a Alemania ni los griegos a Inglaterra, por decir. Pero, como decía, esta crisis también tiene un componente externo y es que fue generada por el colapso financiero que empezó en Estados Unidos, un proceso global que la Unión Europea no puede controlar.”

Entonces volvemos a la pregunta: ¿por qué sería ésta una crisis buena?
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“Porque basado en el ejemplo anterior, y hay muchos más, sabemos que la Unión Europea necesita de las crisis para cambiar sus expectativas y, más importante, la cultura común de la UE es que sus miembros deben alcanzar un acuerdo. Existe una fuerte presión para que acuerden algo, aunque sea cualquier cosa. Si no deben retirarse, como hicieron Gran Bretaña, Suecia y Dinamarca con el tema de la moneda única.”

¿Entonces se trata de una crisis buena? No necesariamente, contesta Schmitter.

“Casi todos los economistas están de acuerdo en que ésta es una crisis mala porque tienden a manejarse en un contexto político muy rígido, pero por suerte no soy economista. La adopción del euro como moneda única abarató mucho el costo de endeudamiento para países como Italia, España y Grecia, que de un día para el otro empezaron a pagar tasas similares a las de Alemania, lo cual dio lugar a un festival de endeudamiento a corto plazo, altas tasas de crecimiento y empleo en los países del sur. En algunos casos se llegó al empleo pleno, como pasó con el boom inmobiliario en España. Cuando se pinchó la burbuja, con el colapso iniciado en Estados Unidos, la reacción inicial fue: ‘a nosotros no nos va a pasar porque somos más inteligentes, regulamos mejor a nuestros bancos y no somos tan estúpidamente neoliberales, no nacionalizamos todo’. Pero la crisis resultó peor que en Estados Unidos, porque ellos pudieron apelar a la Reserva Federal para reactivar la economía mientras el Banco Central Europeo, por mandato, sólo se puede ocupar de controlar la inflación, que no es un problema en Europa, y no les puede prestar a los gobiernos. Recién a partir de la crisis y la creación de una ‘gobernanza económica’, Europa pudo responder. Con la crisis, la expectativa cambió y los mismos expertos que decían que la crisis no golpearía a Europa ahora dicen que si colapsa el euro colapsa la UE. Yo no creo que sea así, ya ha ocurrido que se revirtieron políticas de la UE, como en pesca, por ejemplo, y no se vino abajo la UE, aunque reconozco que el tema monetario es más serio que una reglamentación de pesca.”

O sea, Schmitter argumenta que la crisis puede ser buena si sirve para que la Unión Europea se haga cargo de las economías nacionales con ánimo integrador, para mitigar las asimetrías y desigualdades que las separan.

“La UE respondió a las nuevas expectativas de una manera en que, si sale bien, crearía un sistema de gobernanza económica para toda la Eurozona. La UE está basada en tratados, no en una Constitución. Con una Constitución podés cambiar las reglas sin necesidad de la aprobación afirmativa de cada uno de los ciudadanos. En cambio, si la UE quiere cambiar una regla necesita el voto de cada uno de los 17 gobiernos miembro, y muchos de esos gobiernos requieren una consulta popular a toda la ciudadanía para dar el voto afirmativo. Eso hace prácticamente imposible cambiar cualquier norma. El acuerdo de gobernanza no es un tratado, y especifica que las decisiones se tomarán por mayoría simple, esto es por el voto de nueve de sus 17 miembros. Y los que votan son los estados, no los individuos, y por lo tanto no requiere de una consulta popular y los gobiernos deben acompañar las decisiones por más que hayan votado en contra. Están cerca de lograrlo. Es lo que llamo ‘un momento hamiltoniano’ porque es similar, con las diferencias históricas del caso, a lo que pasaba con esos Papeles Federales que escribió Alexander Hamilton, que sirvieron de base para la Constitución estadounidense.”

Bueno, muy bien profesor, pero ¿para qué quiero un gobierno europeo fuerte si va a aplicar políticas de ajuste, que hambrean a los países de Europa del sur mientras los banqueros de Europa del norte se llevan la plata?

“Por eso digo que puede ser una crisis mala porque por primera vez una crisis europea provoca una fractura clara entre los países ricos del norte y los pobres del sur, entre los cuales incluyo a Irlanda. Es la primera separación nítida entre ganadores y perdedores. En Europa del Norte la percepción es que tienen que pagar por la corrupción y la ineficiencia de Europa del sur, y no es el caso. Europa del sur fue víctima de fuerzas económicas que no pudo controlar.”

Insisto: ¿entonces por qué aplican las mismas recetas de ajuste que fracasaron en América latina en los ’90 por las razones que ya conocemos?

“Si fuera un economista con hielo en las venas te diría que sirve para deshacerse de estructuras ineficientes y garantizar el flujo de capitales externos.”

¿Puede darme algún ejemplo en que este esquema haya funcionado?

“Holanda en los años ’70 era la economía enferma de Europa y se dio vuelta con un programa de austeridad consensuado con todos los actores sociales para repartir el costo con la mayor equidad y achicar el impacto entre los más vulnerables. Una de las innovaciones que introdujeron fue el impulso al trabajo por horas (part-time), para incorporar a más mujeres al mercado laboral. Empezó como una cuestión de género pero tuvo un fuerte impacto en la economía. Los holandeses tuvieron que bajar salarios, redistribuir beneficios sociales y previsionales y flexibilizar el mercado laboral, pero en cinco o seis años salieron adelante. Algo similar ocurrió con Irlanda a fines de los ’70 y principios de los ’80.”

Pero en los ’70 la Unión Europea no se metía en las negociaciones entre los gobiernos y los actores sociales y por eso los acuerdos fueron posibles. Ahora Bruselas acaba de bocharle a España la posibilidad de achicar el déficit un poquito menos de lo establecido, para poder atender demandas internas. Es muy difícil negociar con la burocracia de Bruselas, sobre todo porque la sección económica está colonizada por tecnócratas formados en la banca internacional.

“¡Por eso digo que puede ser una crisis mala!”, contesta con su vozarrón de Coco Basile. “La UE carece de legitimidad democrática. Es una autocracia semiprivada de tecnócratas. Los acuerdos sociales se hacen más improbables bajo los estrictos parámetros de la gobernanza económica europea. Por primera vez aparece un quiebre entre el norte y el sur. La percepción y la confianza son muy importantes para la UE. Y sí, puede ser una crisis mala...”

Publicado en Página/12 el 8 de abril de 2012

martes, 3 de abril de 2012

Parece que no le gustó (Mensajes sobre "El Salvador")

@EstebanSchmidt: Dice Santiago O'Donnell en el 12 que: "Al igual que en la Argentina, en El Salvador, después del terror llegó la impunidad". HIJO DE PUTA.

@EstebanSchmidt: Artículo enteramente choreado de wikipedia más el sinfín de prejuicios más el añadido de la voz gringa que legitima. http://bit.ly/HCH1TE

@EstebanSchmidt: La voz gringa no es una fuente buscada así como a ver quién sabe más, sino que era una amiga del padre. En fin.

@EstebanSchmidt: Lugares comunes. Todos. Agua que corrió bajo el puente; los años más oscuros de la dictadura. Pobre padre con semejante manolito.

@EstebanSchmidt: "Suárez Mason fue el mentor de D’Aubisson, el hombre a quien más admiraba". Claaaro, cómo nos admiran a los argentinos en todos lados.

@EstebanSchmidt: Eso lo dice "la experta", la gringa. Si lo dice un gringo! debe ser así, nomás, che.

@EstebanSchmidt: Ya está, igual el editorialista pasará el período indemne, es la música de los apellidos, la magia dinástica; el daño, igual, está hecho.


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Estimado O^donnel:  acerca de su artículo de hoy sobre El Salvador.
Soy  sociólogo y estuve  exilado voluntariamente en El Salvador entre 1967 y 1972, a cargo del departamento de Sociolofía de la Universidad Nacional; posteriormente, estuve exilado a la fierza entre 1976 y 1983 en Nicaragua, siempre en relaciónm con la lucha del FMLN.
Me parece bueno el artículo, pero sería importante añadir que en primerlugar, Funes no era del FMLN, aunque fué apoyado por ellos;
En segundo luigar, el hecho que cada vez más recostado  sobre las fierzas represivas, vinculadas a todo el terrorismo de estado en El Salvador, el actula presidente ha  designado como Miniustros de Seguridad y Directos de la Policía Nacional a dos militares, CONTRA LO ESTABLECIDO EN LA CONSTITUCIÓN DE ESE PAÍS Y EN LOS ACUIERDOS DE PAZ.

Daniel Slutzky

domingo, 1 de abril de 2012

El Salvador - Por Santiago O’Donnell

A veinte años del Acuerdo de Paz en El Salvador, el proceso de Verdad y Justicia marcha lento, pero marcha. Mucha agua corrió bajo el puente desde que el gobierno neofascista liderado por Roberto D’Aubisson y sus secuaces desa-tó una feroz represión sobre la población civil a fines de la década del ’70 y principios de la década del ’80, la cual derivó en una guerra civil que terminó con la firma del tratado de Chapultepec en enero de 1992, poniendo fin a la lucha armada. Es oportuno recordarlo aquí porque Argentina tuvo mucho que ver con la represión primero y con la búsqueda de Verdad y Justicia después, así que aprovechamos la presencia de Terry Karl en el país para hacer el recorrido. Karl, profesora Gildred de Derechos Humanos en la Universidad de Stanford, es una de las principales expertas en el tema. Sus investigaciones, que incluyen una valiente y memorable entrevista con D’Aubisson y testimonios ante distintos jueces, comisiones y entidades gubernamentales en El Salvador, Estados Unidos y España, fueron fundamentales para avanzar la causa de las víctimas de una represión que le costó la vida a unos 85.000 civiles en un país de menos de un millón y medio de habitantes, un promedio de asesinatos per cápita mucho mayor al sufrido en la Argentina durante los años más oscuros de la dictadura.

Al igual que en la Argentina, en El Salvador, después del terror llegó la impunidad y a partir de ahí el camino se hizo cuesta arriba. En 1993, apenas dos días después de la publicación del Informe de la Verdad, que nombró a los represores con nombre y apellido, el Congreso salvadoreño, dominado por el ultraderechista partido Arena, promulgó una ley de amnistía para los asesinos y represores que se mantiene vigente hasta el día de hoy, a pesar de jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que ha fallado más de una vez que esa ley es ilegal.
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A partir de esa ley, muy poco es lo que se ha hecho en El Salvador. Apenas un soldado y un oficial han sido condenados, en 1991, antes de la amnistía, por el asesinato de seis sacerdotes jesuitas en 1989. Y eso ocurrió bajo una fuerte presión de Estados Unidos, que había amenazado con dejar de mandar ayuda financiera al país centroamericano si no se hacía algo con semejante masacre. Fue una condena corta, en un juicio que la Justicia española luego calificaría de “farsa,” porque fueron muchos los militares que participaron en la matanza, varios hasta lo confesaron en el juicio, pero igual fueron absueltos. Algo similar había ocurrido en 1984, en plena guerra, cuando cuatro soldados, cuatro perejiles, fueron condenados a treinta años de prisión por violar y asesinar a cuatro monjas estadounidenses en 1980. La Justicia salvadoreña determinó que los perejiles habían actuado por su cuenta y que el crimen no entraba en la ley de amnistía porque había sido un crimen común, no político. Sin embargo, para la Comisión de la Verdad no había dudas: la masacre de las monjas había sido ordenada por el entonces ministro de Defensa, general José Guillermo García, y por el entonces director de la Guardia Nacional, coronel Carlos Eugenio Vides Casanova.

Pasó el tiempo. D’Aubisson murió en 1992 sin ser juzgado por los crímenes que cometió, pero algunos de sus lugartenientes no tuvieron tanta suerte. En 1998, el abogado William Ford, hermano de Ita, una de las monjas masacradas, descubrió por casualidad que García y Casanova estaban viviendo en Florida. Les inició un juicio criminal, pero ambos fueron absueltos porque la Justicia estadounidense determinó que no estaba suficientemente probada la cadena de responsabilidades. Ford insistió en 1999 con un juicio civil basado en la ley estadounidense en contra de la tortura y el derecho internacional que condena los crímenes de lesa humanidad. En el 2002, García y Casanova fueron condenados a pagarles 54,6 millones de dólares a las víctimas. A partir de esa condena, en el 2004, la Comisión de Derechos Humanos del Congreso estadounidense llamó a audiencias públicas y al año siguiente aprobó una ley que ordena al Departamento de Justicia y al Departamento de Seguridad Interior y al Servicio de Inmigración a deportar del país a abusadores de los derechos humanos. En el 2006, la Corte Suprema rechazó la apelación de los militares salvadoreños y los familiares de las víctimas lograron cobrar los primeros treinta mil dólares al coronel Casanova, con los cuales se construyó una clínica gratuita para los pobres en San Salvador. Debió pasar todo el gobierno de Bush para que las autoridades estadounidenses aplicaran la nueva ley en contra de los represores salvadoreños. En el 2009, bajo el gobierno de Obama, se inició el proceso administrativo en contra de los represores y en diciembre del año pasado Seguridad Interior emitió un dictamen ordenando la expulsión del país de García y Casanova. Se trata de un hecho histórico, explica la profesora Karl, porque por primera vez Estados Unidos inicia por cuenta propia un proceso de deportación de violadores de derechos humanos que no sean nazis. (El proceso de deportación en contra del general García también está en marcha, a la espera de un dictamen de Seguridad Interior.)

Mientras tanto avanzaban otras causas. En el 2003 descubrieron al capitán Alvaro Saravia, jefe de seguridad de D’Aubisson, vendiendo autos usados en Fresno, California. Le iniciaron un juicio civil por el asesinato del arzobispo Oscar Arnulfo Romero en 1980, pero antes de que el caso llegue a juicio Saravia se escapó del país y actualmente sigue prófugo. En el 2004 Saravia fue condenado en ausencia a pagar diez millones de dólares. El juicio fue muy importante para el registro histórico, porque sirvió para establecer, entre otras cosas, la conexión argentina en el asesinato del arzobispo y porque el juez determinó que se trató de un crimen de lesa humanidad, ya que se había cometido con el claro propósito de intimidar a la población y abrir la puerta a la represión que vendría después. No por casualidad 1980 y 1981 fueron los peores años de la represión, el de las peores masacres, más de 20.000 civiles murieron en esos dos años. “Fueron los asesores militares argentinos quienes prepararon el terreno para el asesinato. A través del aparato de propaganda de los medios afines a D’Aubisson diseñaron una campaña de prensa para pintar a Romero, un arzobispo más bien conservador, como un marxista subversivo cuya alma había sido tomada por el demonio. Todo eso aparece en documentos escritos por militares argentinos.”

En el 2005 encontraron a Nicolás Carranza en Memphis, donde trabajaba como guardia de seguridad en un museo. Carranza había sido viceministro de Defensa entre 1979 y 1981 y también director de la Policía de Hacienda, notoria por sus escuadrones de la muerte, en 1983 y 1984. Fue enjuiciado y condenado a pagar seis millones de dólares por torturas y asesinatos extrajudiciales. Significativamente, el juez de Memphis, al igual que el de Fresno, falló en el 2008 que el acusado había cometido crímenes de lesa humanidad por ordenar el asesinato en 1980 de los seis máximos dirigentes del Frente Democrático Revolucionario, partido que entonces lideraba la oposición pacífica y democrática en El Salvador. En el juicio civil se demostró que, además de su actividad en el aparato represivo salvadoreño, Carranza era soplón de la CIA, por lo cual cobraba noventa mil dólares al año. Su deportación se hace más complicada porque no hay registro de su ingreso a Estados Unidos, ya que fue la misma CIA quien lo trajo al país en 1985, cuando el gobierno de Reagan le ordenó a sus aliados del gobierno salvadoreño que lo separaran de su cargo por impresentable. En 1995, Carranza recibió la ciudadanía estadounidense en agradecimiento por los servicios prestados. El juicio a Carranza también es significativo porque durante el juicio el gobierno salvadoreño presentó un escrito de amicus curiae argumentando que Carranza estaba cubierto por la ley de amnistía. Eso permitió que una coalición de destacados jurista presentara otro escrito respondiendo que la ley salvadoreña es inválida bajo el principio de Justicia internacional y la jurisprudencia vigente. El juez no opinó sobre la validez de la ley de amnistía, pero falló que no era aplicable al caso Carranza.

Ese mismo año, el 2008, empezó en el juzgado de Eloy Velazco de la Audiencia Nacional de España el juicio criminal por el asesinato de los sacerdotes jesuitas en 1989, aprovechando que algunos de los asesinados ostentaban doble ciudadanía española. Toda la plana mayor del ejército salvadoreño de entonces fue procesada y nueve pedidos de extradición remitidos a la Corte Suprema salvadoreña. La Corte salvadoreña hasta ahora se ha negado a conceder extradiciones por razones burocráticas, eludiendo opinar sobre el fondo del caso. Pero la profesora Karl no da por terminado el asunto, ya que España es el segundo socio comercial de El Salvador y tiene con qué presionar. Además, en poco tiempo podría recibir a su primer acusado, gentileza del servicio migratorio estadounidense, ya que el año pasado fue encontrado en Boston el general Inocente Orlando Montano, uno de los veinte militares salvadoreños procesados en España por el asesinato de los curas jesuitas. Montano, que tiene 70 años, se encuentra bajo arresto domiciliario por fraude criminal y enfrenta penas de hasta 40 años de prisión por haberle mentido al servicio migratorio estadounidense. Entre otras mentiras groseras, Montano, que era viceministro de Defensa cuando mataron a los jesuitas, había declarado en su formulario de entrada a Estados Unidos que nunca había sido miembro del ejército salvadoreño. Cuando la Justicia estadounidense termine con él, si sigue vivo, “Inocente” tendría que ser deportado a España para ser juzgado por su rol en la masacre de los curas.

Mientras tanto, en El Salvador, en el 2009, tras ganar las elecciones, asumió la presidencia Mauricio Funes de la ex guerrilla Farabundo Martí para la Liberación Nacional. La llegada al poder de la izquierda por primera vez en la historia de El Salvador generó muchas expectativas entre los defensores de los derechos humanos de que ahora sí se podría remover el velo de impunidad que sigue encegueciendo a la sociedad salvadoreña. Pero no sucedió. Hubo algunos gestos simbólicos que sirvieron para establecer la verdad histórica, como la tardía reivindicación de monseñor Romero, homenajeado con un mural que cuelga del aeropuerto internacional de San Salvador (foto). También fue significativa la visita de Obama el año pasado a la tumba del arzobispo. Pero la ley de amnistía sigue vigente y, peor aún, muchas víctimas salvadoreñas todavía no tienen mucha idea de lo que les pasó.

“A diferencia de la Argentina, donde muchos de los desaparecidos tenían una formación política y educativa importante, en El Salvador la mayoría de los muertos y torturados eran campesinos que no comprendían bien por qué los perseguían. Cuando testifiqué en el juicio de los generales en Miami recuerdo que muchos de los familiares de las víctimas que estaban en la audiencia se largaron a llorar, y después me dijeron que era la primera vez que alguien les explicaba lo que les había pasado”, dice Karl. El camino de Verdad y Justicia en El Salvador, como en tantos otros países, se hizo largo y tortuoso. Así como la Argentina debió recurrir a los juicios de la Verdad para saltear las leyes de impunidad de Menem y Alfonsín, en El Salvador hizo falta recurrir a la Justicia civil y la ley migratoria de Estados Unidos y a las cortes españolas para avanzar a pesar de la ley de amnistía local. Karl dice que el ejemplo argentino es una enseñanza y una inspiración para los defensores de derechos humanos en El Salvador, del mismo modo que los militares argentinos de la dictadura inspiraron e instruyeron a los represores salvadoreños.

“Los militares argentinos, especialmente del Batallón 601, enseñaron a los salvadoreños cómo armar escuadrones de la muerte, cómo interrogar, cómo tirar a las víctimas desde aviones, cómo hacer secuestros extorsivos para financiarse, cómo deshacerse de los cadáveres. Suárez Mason fue el mentor de D’Aubisson, el hombre a quien más admiraba. Por eso es tan importante lo que se hizo en la Argentina para castigar a los represores. Los salvadoreños siguen de cerca el proceso argentino, aprenden de él y se sienten esperanzados por todo lo que se avanzó en este país”, señala la experta.

Para Karl, un beneficio impensado del caso salvadoreño es que llevó a desarrollar una metodología para erosionar las leyes estadounidenses que protegen a los violadores de derechos humanos que buscan refugio en ese país. “Desde que empezamos con los salvadoreños el mismo método se ha repetido para perseguir violadores de derechos humanos de Chile, Honduras, Somalia y Haití. Se estima que hay unos mil criminales de guerra refugiados en Estados Unidos. Ninguno de los torturadores de Abu Ghraib y Guantánamo han sido juzgados, pero ahora existe la posibilidad de hacerlo con acciones civiles aplicando la ley de tortura.”

El proceso de Verdad y Justicia en El Salvador avanza lento pero avanza, inspirado en el de Argentina. Por eso está bueno decirlo acá, veinte años después, aprovechando la discreta visita de una incansable luchadora.


Publicado en Página/12 el 1 de abril de 2012