Ahora que el narcotráfico está tan a la vista, tanto en las noticias policiales como en las caras perdidas de los pibes paqueros, no está mal hablar con Abel Reynoso. Debe ser uno de los especialistas argentinos que más sabe sobre combate del narcotràfico. Sabe ponerse en contacto en el momento oportuno. "Las cosas están cambiando," alerta. "El pueblo finalmente se está cansando del manoseo y eso es bueno porque van a tener que hacer algo en serio. Ojalá sea el próximo gobierno."
Al teléfono desde su oficina en Miami, cuenta que acaba de retirarse como director para el sur de Florida del Department Homeland Security, la agencia antiterrorista estadounidense con rango de ministerio que fue creada después del atentado del 11/9 del 2001. Suena entusiasta, atento, actualizado, dice que quiere colaborar, "dar una mano nomás, no estoy para un cargo." En 1999, siendo un importante funcionario del gobierno estadounidense, había sido echado de la Argentina por revelar que el dinero del narcotráfico había perforado las más altas esferas del estado de este país.
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sábado, 26 de abril de 2014
sábado, 19 de abril de 2014
Prólogo de Politileaks - Por Santiago O`Donnell
Este libro cuenta historias de muchos protagonistas de la política argentina de los próximos años, y muestra cómo interactuaban o interactúan con la embajada estadounidense. Algunos son muy conocidos, otros no tanto. Algunos son políticos profesionales, otros hacen política desde sus lugares de artistas, empresarios, líderes religiosos o funcionarios judiciales. El libro muestra también, claro, a “la embajada” con todos sus intereses, injerencias, conductas, relaciones e inteligencia. A medida que desfilan los distintos personajes por la embajada, los dos lados del mostrador van revelando sus pequeñas y grandes miserias, a qué juegan y a dónde quieren llegar. Juramentos, traiciones, simulacros, desencuentros, presiones, secretos, servilismo, doble discurso. Parece una novela, o más bien un sketch tragicómico que tiene como único escenario la sede diplomática estadounidense, y un elenco rotativo de embajadores extranjeros y políticos locales. Finalmente el libro muestra cómo el fenómeno de las megafiltraciones está cambiando el mundo de las comunicaciones y el periodismo, a través de las historias de los principales protagonistas de este cambio, incluyendo una extensa entrevista con Julian Assange, factótum de Wikileaks, desde su asilo en la embajada ecuatoriana en Londres, que aquí se publica completa por primera vez.
Lo que hay en este libro es todo lo que no quise o no supe ver hace dos años y medio cuando escribí Argenleaks después de volver de Londres con un pendrive cargado con más de 2,400 cables diplomáticos estadounidenses que Assange me había entregado en mano la tarde que lo conocí en un castillo de la campiña inglesa. Ni mejor ni peor que lo que escribí hace dos años y medio. Diferente. Es que eran otros tiempos. Acá, en el mundo y en la relación bilateral con Estados Unidos.
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Acá, Cristina Kirchner estaba a punto de arrasar en las presidenciales del 2011 y el kirchnerismo vivía uno de sus momentos de mayor popularidad. La crisis mundial y la pelea con las patronales del campo habían quedado atrás, el dólar seguía planchado y la inflación no terminaba de estallar. La inseguridad y la guerra con Clarín eran los temas dominantes, el recuerdo del multitudinario funeral de Néstor Kirchner estaba fresco en la memoria de los argentinos, la ofensiva del gobierno en materia de derechos humanos no mostraba grietas y se hablaba muy poco de la corrupción y del súbito enriquecimiento de la pareja presidencial.
En el mundo, faltaba que irrumpiera en escena el ex espía Edward Snowden, con sus revelaciones sobre el espionaje masivo que la agencia de inteligencia estadounidense NSA realiza sobre sus propios ciudadanos y sobre millones de personas y organismos en todo el mundo, desde jefes de estado de países aliados hasta empresas energéticas que compiten con firmas estadounidenses en el mercado global. Y faltaba que el juicio al soldado Chelsea Manning, el filtrador de los Wikileaks, revelara toda la hipocresía que rodea a la delgada línea que separa al periodismo serio de la propaganda terrorista. En estos dos años y medio también cambió, y mucho, la relación entre Argentina y Estados Unidos. A partir del acuerdo que nuestro país firmara con Irán, el principal enemigo de Estados Unidos, en enero del 2013 para cooperar con la investigación del atentado a la AMIA (Asociaciòn Mutual Israelita Argentina), Washington tomó distancia de quien había sido su principal aliado en Sudamérica en temas de contraterrorismo y seguridad internacional, los temas que más le interesan desde el atentado contra las Torres Gemelas. A partir de entonces el gobierno de Obama pasó a priorizar en Sudamérica sus vínculos con Brasil_hasta que las revelaciones de Snowden torpedearon esa relación_y con los países de la Alianza del Pacífico. O sea, en dos años y medio Argentina pasó de ser un aliado clave a nivel regional, a ser un país prácticamente alejado de la esfera de influencia de la potencia norteamericana.
A medida que cambiaba el contexto, los cables cambiaban ante mis ojos. No es lo mismo Francisco que Bergoglio. No es lo mismo decir que el principal narcotraficante del Cono Sur es un empresario paraguayo llamado Cartes que decir que el principal narcotraficante del Cono Sur es el actual presidente del Paraguay. No es lo mismo un comentario sobre Lázaro Báez en un cable que descalifica los controles de corrupción del gobierno cuando todavía no se conocía el testimonio de los arrepentidos que denunciaron las maniobras de lavado de Baez, que después de conocer esos testimonios.en el programa de Lanata Ni es lo mismo un Martín Redrado, el operador secreto de la embajada dentro del gobierno kirchnerista, cuando apenas era un funcionario renunciado, que ahora que es el principal referente económico de Sergio Massa, uno de los favoritos para ocupar la presidencia en el 2015. Ni hablar de la decisión de Ricardo Lorenzetti de informatizar los archivos de la Corte Suprema con expertos enviados por la embajada. Esa decisión se lee de otra forma después de las revelaciones de Snowden. Ni se lee de la misma manera la opinión de la embajada sobre la necesidad de enjuiciar a los guerrilleros que fueron en parte responsables por la violencia de los años 70´, antes o después de que referentes en el tema como Héctor Leis o Graciela Fernández Meijide encendieran el debate con sus recientes libros sobre el tema.
Y claro, ustedes se dan cuenta, yo también cambié. Porque quien más, quien menos, todos cambiamos con la experiencia y el paso del tiempo. Quiero pensar que aprendí a leer mejor, a buscar mejor, a encontrar las sutilezas que antes se me escapaban por el apuro, el desconocimiento o el sesgo con que procesaba la información de los cables. Y que siempre se puede mejorar en la búsqueda de la verdad, en la honestidad, en el no dejarme llevar por las ganas de ser reconocido, de quedar bien, de salir en la tapa de mi diario o en la televisión, de codearme con gente que aprecio y admiro. Quiero pensar que esas personas no me van a castigar por mostrar lo que veo y lo que pienso. Y que nos vamos a reencontrar vos y yo, acá, en este libro, para recorrer lo que fue y palpitar lo que se viene, ojalá que sin miedo.
Lo que hay en este libro es todo lo que no quise o no supe ver hace dos años y medio cuando escribí Argenleaks después de volver de Londres con un pendrive cargado con más de 2,400 cables diplomáticos estadounidenses que Assange me había entregado en mano la tarde que lo conocí en un castillo de la campiña inglesa. Ni mejor ni peor que lo que escribí hace dos años y medio. Diferente. Es que eran otros tiempos. Acá, en el mundo y en la relación bilateral con Estados Unidos.
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Acá, Cristina Kirchner estaba a punto de arrasar en las presidenciales del 2011 y el kirchnerismo vivía uno de sus momentos de mayor popularidad. La crisis mundial y la pelea con las patronales del campo habían quedado atrás, el dólar seguía planchado y la inflación no terminaba de estallar. La inseguridad y la guerra con Clarín eran los temas dominantes, el recuerdo del multitudinario funeral de Néstor Kirchner estaba fresco en la memoria de los argentinos, la ofensiva del gobierno en materia de derechos humanos no mostraba grietas y se hablaba muy poco de la corrupción y del súbito enriquecimiento de la pareja presidencial.
En el mundo, faltaba que irrumpiera en escena el ex espía Edward Snowden, con sus revelaciones sobre el espionaje masivo que la agencia de inteligencia estadounidense NSA realiza sobre sus propios ciudadanos y sobre millones de personas y organismos en todo el mundo, desde jefes de estado de países aliados hasta empresas energéticas que compiten con firmas estadounidenses en el mercado global. Y faltaba que el juicio al soldado Chelsea Manning, el filtrador de los Wikileaks, revelara toda la hipocresía que rodea a la delgada línea que separa al periodismo serio de la propaganda terrorista. En estos dos años y medio también cambió, y mucho, la relación entre Argentina y Estados Unidos. A partir del acuerdo que nuestro país firmara con Irán, el principal enemigo de Estados Unidos, en enero del 2013 para cooperar con la investigación del atentado a la AMIA (Asociaciòn Mutual Israelita Argentina), Washington tomó distancia de quien había sido su principal aliado en Sudamérica en temas de contraterrorismo y seguridad internacional, los temas que más le interesan desde el atentado contra las Torres Gemelas. A partir de entonces el gobierno de Obama pasó a priorizar en Sudamérica sus vínculos con Brasil_hasta que las revelaciones de Snowden torpedearon esa relación_y con los países de la Alianza del Pacífico. O sea, en dos años y medio Argentina pasó de ser un aliado clave a nivel regional, a ser un país prácticamente alejado de la esfera de influencia de la potencia norteamericana.
A medida que cambiaba el contexto, los cables cambiaban ante mis ojos. No es lo mismo Francisco que Bergoglio. No es lo mismo decir que el principal narcotraficante del Cono Sur es un empresario paraguayo llamado Cartes que decir que el principal narcotraficante del Cono Sur es el actual presidente del Paraguay. No es lo mismo un comentario sobre Lázaro Báez en un cable que descalifica los controles de corrupción del gobierno cuando todavía no se conocía el testimonio de los arrepentidos que denunciaron las maniobras de lavado de Baez, que después de conocer esos testimonios.en el programa de Lanata Ni es lo mismo un Martín Redrado, el operador secreto de la embajada dentro del gobierno kirchnerista, cuando apenas era un funcionario renunciado, que ahora que es el principal referente económico de Sergio Massa, uno de los favoritos para ocupar la presidencia en el 2015. Ni hablar de la decisión de Ricardo Lorenzetti de informatizar los archivos de la Corte Suprema con expertos enviados por la embajada. Esa decisión se lee de otra forma después de las revelaciones de Snowden. Ni se lee de la misma manera la opinión de la embajada sobre la necesidad de enjuiciar a los guerrilleros que fueron en parte responsables por la violencia de los años 70´, antes o después de que referentes en el tema como Héctor Leis o Graciela Fernández Meijide encendieran el debate con sus recientes libros sobre el tema.
Y claro, ustedes se dan cuenta, yo también cambié. Porque quien más, quien menos, todos cambiamos con la experiencia y el paso del tiempo. Quiero pensar que aprendí a leer mejor, a buscar mejor, a encontrar las sutilezas que antes se me escapaban por el apuro, el desconocimiento o el sesgo con que procesaba la información de los cables. Y que siempre se puede mejorar en la búsqueda de la verdad, en la honestidad, en el no dejarme llevar por las ganas de ser reconocido, de quedar bien, de salir en la tapa de mi diario o en la televisión, de codearme con gente que aprecio y admiro. Quiero pensar que esas personas no me van a castigar por mostrar lo que veo y lo que pienso. Y que nos vamos a reencontrar vos y yo, acá, en este libro, para recorrer lo que fue y palpitar lo que se viene, ojalá que sin miedo.
sábado, 12 de abril de 2014
Diálogo Político - Por Santiago O`Donnell
Si la política es el arte de lo gestual, como se suele decir, Venezuela vivió el jueves una noche bien política. En Miraflores, el palacio de gobierno, dentro de un salón colonial iluminado con sobriedad, bajo tres grandes retratos en óleo del prócer nacional Simón Bolivar enmarcados en filetes dorados, las principales figuras de dos bandos enfrentados, gobierno y oposición, sentados a una mesa con forma de herradura y cubierta por largos manteles rojos, ante una audiencia de millones de televidentes prendidos a la cadena nacional, durante poco más de tres horas intercambiaron culpas por la profunda crisis que desgarra a su país.
No hicieron sólo eso, claro. Tampoco estaban solos. Tres sillas las ocupaban los cancilleres de Ecuador, Brasil y Colombia, en representación de la Unión de Naciones Sudamericanas, organismo que había intervenido activamente en Venezuela a pedido del gobierno a partir de la crisis generada por la represión del 12 de febrero, en el que agentes del servicio de inteligencia venezolano (Sebin) abrieron fuego contra manifestantes en Caracas y desconocidos abrieron fuego contra manifestantes en Carabobo, causando la varias muerte que según dijo el presidente Nicolás Maduro dos días después, no habían sido autorizadas.
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En otra silla estaba el nuncio apostólico, el embajador del Vaticano. Otro representante de un poder extranjero. En realidad las dos partes habían convenido en invitar a otro, al nuncio anterior, Pietro Parolín. Durante los últimos años del gobierno de Chávez Parolín había sabido emparchar las relaciones entre el gobierno del socialismo del siglo XXI y la jerarquía eclesiástica venezolana y acompañar el acercamiento del caudillo bolivariano a los símbolos del cristianismo a medida que avanzaba su enfermedad, ganándose en el proceso el respeto de chavistas y opositores por igual. Parolin es hoy el secretario de Estado del Vaticano, la mano derecha del papa. Un papa sudamericano facilitando el diálogo a través de su vicepapa venezolano. Alta política. Pero tienen que ocuparse nada menos que de manejar y renovar a la Iglesia Católica. Por eso mandaron al nuncio, pero no lo mandaron con las manos vacías.
Antes de empezar el dueño de casa saludó a sus invitados. Maduro recibió a Henrique Capriles, el líder de la oposición, con un apretón de manos, pero lo hizo desviando ligeramente la mirada. Capriles le devolvió el gesto. Después todos se sentaron y Maduro, ocupando el centro de la herradura, pidió que empiece la cadena nacional. A su izquierda, en la curva de la herradura, el joven vicepresidente designado, Jorge Arreaza, el yerno de Chávez. Arreaza sería el responsable de moderar las intervenciones y ceder la palabra y lo haría con sobriedad, pero sin abstenerse de meter su bocadillo de vez en cuando.
A la izquierda de Arreaza, ocho representantes del gobierno, empezando por el influyente presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. Luego, entre otros, la Primera Dama, el ministro de Energía, el gobernador del estado de Anzoátegui, el alcalde de Carcas y el líder del principal “colectivo social” armado chavista, llamado Tupamaros como homenaje a la guerrilla setentista uruguaya. A la derecha de Maduro, sobre la otra curva de la herradura, el canciller Elías Jaua.
A la derecha de Jaua, diez representantes de la oposición, con Capriles bastante alejado del centro de la mesa, cerca de los representantes extranjeros que ocupaban los extremos. A lado de Jaua el secretario general de la Mesa de Unidad Democrática, el paraguas político que cobija a las distintas expresiones antichavistas. Rodeando a Capriles los jefes de los partidos tradicionales como el Copei, y de los nuevos partidos opositores como Justicia Primero, Un Nuevo Tiempo o Avanzada Progresista, pero no los del ala radical de la oposición como Voluntad Popular, cuyo líder Leopoldo López actualmente se encuentra preso por presunta sedición, y que optaron por no ser parte del encuentro.
El diálogo empezó con una demora de dos horas con respecto a lo programado y duró casi seis, terminando poco después de la una de la madrugada, hora venezolana.
Arrancó Maduro. Serio, sereno, presidencial, saludó por su nombre a los líderes opositores y evitó acusarlos de fascistas, como lo que venía haciendo casi a diario hasta que un comunicado de la Unasur lo llamó a moderar su lenguaje la semana pasada. Después saludó a los representantes de Unasur y el Vaticano y a los miembros de una comisión de paz recientemente nombrada de perioidstas, políticos e intelectuales locales, cuyos miembros estaban presentes en el salón pero, a diferencia de los invitados extranjeros, sin lugar en la mesa. Finalmente saludó a la delegación del gobierno, incluyendo a su esposa, la ex procuradora general Cilia Flores.
Después Arreaza le dio la palabra al nuncio, quien leyó un carta de Francisco, quien llamó a las partes a ejercer el “heroísmo del perdón” para alcanzar un entendimiento en favor del bien común de todos los venezolanos. Después fue el turno de los cancilleres de Unasur y el ecuatoriano Ricardo Patiño, hablando en nombre de ellos, calificó al diálogo como impostergable y expresó el deseo de que se logren acuerdos de corto y largo plazo, entre otras formalidades.
Después retomó la palabra el presidente, quien se despachó con un discurso de más de cuarenta minutos, por lejos el más largo de todo el encuentro. Empezó hablando de la revolución bolivariano y de su líder el comandante Chávez, y de los distintos intentos desestabilizadores que había sufrido a lo largo de su gestión. Nombró muchas veces a Chávez y cómo éste había resistido los intentos estadounidenses de no resignar su “patio trasero”. Dijo que después del triunfo en las elecciones municipales en diciembre pasado pensó que iba a tener un año tranquil pero se equivocó, porque los golpistas quisieron aprovechar la muerte de Chávez para voltear al gobierno. Reconoció que las manifestaciones pidiendo su salida el mes pasado lo habían sorprendido. Aclaró que él no tenía ningún problema con las protestas pacíficas y hasta aseguró que permitiría que la oposición organice protestas pacíficas todos los días hasta el final de su gobierno. Pero insistió con que no podía justificar los piquetes violentos. Sin dirigirse a ningún opositor en particular, mirando fijo a la cámara como en casi todo su discurso, llamó a sus adversarios políticos a denunciar los cortes de ruta con barricadas, las tomas de edificios, la quema de micros y otras formas de protesta violenta. Sin mencionar la principal demanda de los opositores, la liberación de los presos políticos, los invitó a trabajar en comisiones mixtas para tratar distintos temas que no especificó y terminó con un llamado a dejar atrás los agravios del pasado y a aceptar con respeto a las diferencias "El primer llamado es a reconocernos, a respetarnos...Yo como presidente estoy abierto a hablar de todos los problemas, a debatirlos todos''.
Después habló el secretario general de la MUD y después un representante del gobierno,y asi se fueron alternando en el micrófonos con discursos de tono fuerte pero desprovistos de insultos y ataques personales, de entre diez y quince minutos cada uno.
Así pasaron más de tres horas hasta que Arreaza le cedió la palabra a Capriles. El líder opositor habló unos 18 minutos. Dirigió la mayoría de sus palabras a Maduro, a quien nombró reiteradamente por su nombre de pila, “Nicolás”, despojándolo de toda investidura presidencial. De a ratos se dirigió también al nuncio ya a distintos miembros del gobierno. Elogió a Arreaza como alguien con quien se puede discutir, fuerte pero con respeto mutuo y ninguneó a Cabello: “Contigo no hablo. Te conozco. Te conocemos en Miranda.”Arranco pidiéndole al presidente que trate a la oposición con respeto y remarcó que Nicolás aún debe ganarse el respeto de medio país. Dijo que no fue respetuosa la negativa del gobierno de abrir las urnas tras la ajustada victoria de Maduro en las presidenciales del año pasado y de paso le pasó una factura a los representantes de la Unasur. Según recordó Capriles, en una reunión de Unasur en Perú después de las elecciones se había acordado un recuento de votos, pero Unasur no dijo nada cuando el gobierno desconoció lo resuelto por el organismo continental. Capriles dijo que esa falta de legitimidad de origen es la raíz de la crisis política actual. “Tú estás sentado en ese sillón porque manejas las instituciones del país, Nicolás” le enrostró al mandatario. Cerró diciendo que el país va a estallar si el gobierno no cambia. “Por eso yo espero que cambien,” remató.
Antes de cederle la palabra al ministro de energía, Arreaza se permitió aclarar que lo del respeto mutuo con Capriles era relativo, porque según Arreaza Capriles se había extralimitado al dudar públicamente de la versión oficial sobre la muerte de Chávez. “Tu te metiste con mi familia,” le recriminó. Después siguieron un par de intercambios y al final Maduro volvió a tomar la palabra un par de minutos para agradecer a los participantes y cerrar el encuentro.
Hay quienes dicen que fue puro show, una mera concesión de Maduro a Unasur por el apoyo recibido. Que ninguna negociación seria se lleva adelante en vivo por televisión. Pero la crisis venezolana es más que nada política, un país dividido sumido en una espiral de violencia, con una tasa de criminalidad récord y la proliferación de grupos armados informales amparados por gobierno y oposición, dentro de una crisis económica fogoneada por un enfrentamiento entre el gobierno y sectores empresarios, en medio de una movilización masiva de sectores estudiantiles antichavistas.
Encima de eso, un presidente que no puede moverse mucho del programa chavista porque su legitimidad emana de haber sido nombrado por Chávez como su sucesor. Tanto es así que durante la agonía del caudillo ocupó la presidencia que según la constitución bolivariana le correspondía a Cabello, y después por haberla ocupado no debería haber podido ser candidato, pero el Tribunal Supremo de la mayoría automática chavista se lo permitió. Todo eso se agravó cuando, después de la muerte de Chávez, Maduro permitió una devaluación salvaje y casi pierde la elección, dilapidando treinta puntos de ventaja en cuatro semanas. Ese es el problema: Chávez podría dejar de ser Chávez y dar un golpe de timón para salir de la crisis, y hasta formar un gobierno de coalición, tal como sugirió esta semana el ex presidente brasilero Lula. Pero Maduro no puede porque está atado al símbolo del cual emana toda su legitimidad. No puede ser otra cosa que el heredero del comandante, el encargado de profundizar la revolución.
La Unasur y el Vaticano también ponen en juego valioso capital político.
Capriles tampoco tiene tanto margen. Si se desentiende de los reclamos de los estudiantes y el ala radical de la MUD arriesga partir a una oposición que tanto costó alglutinar y organizar. Si no consigue resultados concretos podría quedar como un idiota útil del gobierno. Su única garantía es que Maduro tampoco puede soportar un fracaso.
sábado, 5 de abril de 2014
Falklands - Por Santiago O´Donnell
A tres años de la primera publicación de los cables de Wikileaks sobre las Malvinas, cinco conclusiones rápidas.
1) Para Estados Unidos, Gran Bretaña es más que un par, más que un aliado inquebrantable: es la madre patria. En los cables diplomáticos la embajada en Londres le dispensa un trato reverencial ("Gobierno de Su Majestad"), muy distinto al tono neutral que utiliza con la Argentina la embajada de Buenos Aires.
2) Para alivio de la Argentina, Las grandes petroleras de Holanda-Gran Bretaña y Estados Unidos, Shell y Exxon, buscaron pero no encontraron petróleo en las islas. Su lugar fue ocupado por tres pequeñas firmas británicas lideradas por Desire, que pese al entusiasmo inicial, siguen buscando sin demasiada suerte.
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3) La solidaridad latinoamericana en el tema Malvinas no es tan fuerte como las declaraciones en las cumbres dan a entender. Con la complicidad de países vecinos, los isleños burlan fácilmente cualquier sanción que intenta imponer Argentina.
4) Gran Bretaña enfrenta la más drástica reducción de su presupuesto militar en su historia reciente. Pretende eliminar el 20 por ciento de sus tropas y poner fuera de servicio a su único portaaviones entre el 2010 y el 2018. Por lo tanto, como dicen los cables, no quiere problemas en América Latina por causa de las Malvinas y aspira a mantener relaciones "normales" con Argentina..
5) Como parte de su plan de austeridad, más que nunca antes desde la guerra del 82, a Gran Bretaña le interesaría desprenderse del costo político, financiero y militar de mantener a las Malvinas. Pero el lenguaje belicoso del gobierno argentino impide cualquier progreso porque toca el orgullo nacionalista británico y da crédito a los reclamos de los isleños, frenando en seco cualquier intento de acercamiento.
A continuación, los cables de wikileaks sobre las Malvinas en el capítulo "Falklands" de mi libro Argenleaks:
Para la embajada estadounidense en Londres las Malvinas no existen, al menos con ese nombre. El término usado para referirse a las islas del Atlántico Sur es "Falklands", y el nombre que se le da al gobierno de Gran Bretaña es "Gobierno de Su Majestad".
Un cable confidencial de febrero del año pasado da cuenta de la "tensión" causada por la llegada a las islas de una plataforma de perforación petrolera submarina y por el anuncio argentino de que los buques necesitarán permisos de navegación antes de partir de la Argentina o de atravesar aguas argentinas para llegar a las Malvinas.
A diferencia de los cables originados en Buenos Aires, que se refieren a las islas como "Malvinas/Falklands", en los cables londinenses desaparece la denominación argentina, como si la soberanía reclamada por el país ocupante no estuviera en disputa. En cambio, la referencia al "Gobierno de Su Majestad" (HMG, por su sigla en inglés) aparece tanto en los cables londinenses como en los locales.
El cable sobre las perforaciones dice que, según la petrolera británica Desire que las llevó adelante, las Malvinas están llenas de petróleo. Pero también agrega que otra importante empresa petrolera, Exxon Mobil, no cree que haya suficiente petróleo en las islas como para obtener una ganancia.
[Desire] estima un potencial de petróleo recuperable de 3.500 millones de barriles de petróleo, con más de 250 millones de metros cúbicos en reservas de gas. (Nota: El director internacional de Exxon Mobil, Brad Corson, nos dijo que no cree que haya suficiente petróleo en la plataforma continental de las islas Falklands como para arrojar una ganancia, citando las anteriores exploraciones petroleras de Shell que fueron abandonadas. Fin de nota.)
El despacho está firmado por el embajador Lou Susman, ex director de Citigroup y uno de los principales recaudadores de las campañas del presidente Barack Obama. Explica los pasos necesarios, tanto en las Malvinas como en el Reino Unido, para obtener una licencia petrolera en el mar que rodea a las islas y describe brevemente a las empresas que la obtuvieron. Afirma que, según Desire, las perforaciones se van a hacer en "aguas británicas" y por lo tanto acordes con el derecho internacional, algo que la Argentina disputa. "Desire dijo que la plataforma está firmemente en aguas británicas y que las protestas argentinas no alterarán sus actividades."
Según el cable, la medida adoptada por el gobierno argentino no afecta mayormente la producción petrolera ni la economía de las islas mientras permanezcan abiertas rutas de abastecimiento desde Chile, Uruguay y Brasil, y destaca que los cruceros turísticos no han tenido que interrumpir sus viajes a la islas.
[El funcionario de la Cancillería británica] Allen dijo que el gobierno argentino hasta ahora había aplicado su decreto, requiriendo permisos de navegación entre el continente y las Falklands, a un solo barco y que los cruceros continúan viajando entre puertos argentinos y las islas. En todo caso, dijo que hay poco tráfico aéreo y marítimo entre las Falklands y la Argentina. Allen señaló que las principales vías de abastecimiento a las islas eran un vuelo semanal desde Chile y barcos cargueros que llegaban desde Uruguay y Brasil. Expresó cierta preocupación porque en el futuro esos países podrían estar tentados a restringir esas vías en solidaridad con la Argentina.
Hasta el momento, las preocupaciones del funcionario británico no se materializaron mayormente, más allá del apoyo diplomático de esos países al reclamo de soberanía argentina en distintos foros internacionales. Sin embargo, en septiembre del ario pasado, Uruguay le negó acceso al puerto de Montevideo a una nave militar británica camino a las Malvinas. Con respecto al reclamo argentino de soberanía sobre las islas, el funcionario británico citado en el cable dice que su gobierno mantiene su posición histórica de ignorarlo mientras los isleños se nieguen a considerarlo. A pesar de esa actitud, el funcionario británico reconoce que el gobier no argentino de Cristina Kirchner ha llevado adelante su protesta por la negativa británica de manera pacífica y legal.
[Allen] nos dijo el 24 de febrero que ningún gobierno del Reino Unido negociaría la soberanía de las Falklands sin la aprobación de los isleños, quienes en su inmensa mayoría se oponen a tales discusiones. Enfatizó el deseo del Gobierno de Su Majestad de continuar cooperando con la Argentina en todos los demás temas. Dijo que la Argentina parecía haber adoptado una postura similar, señalando un comunicado del gobierno de la Argentina diciendo que procedería de manera legal y diplomática.
El cable señala que ni la empresa ni Gran Bretaña quieren problemas con la Argentina por su decisión de permitir la explotación de petróleo en las Malvinas.
Desire confirmó que las acciones de la Argentina no interrumpirán sus actividades y dijo que había traba jado con la Cancillería británica [Foreign and Com monwealth Office] para tratar de evitar que aumenta ran las tensiones. Con la excepción de las Falklands, el Gobierno de Su Majestad busca continuar su relación normal con la Argentina.
En su comentario final, el autor del cable sugiere que las perforaciones británicas en Malvinas son una realidad que la Argentina debería aceptar sin chistar.
Funcionarios del gobierno del Reino Unido han hecho declaraciones públicas afirmando el derecho de las Islas Falklands de emitir licencias de exploración y producción en su zona de conservación, de acuerdo con el derecho internacional. Sin embargo, le han bajado el perfil al enfrentamiento y el impacto que podría tener en la relación entre el Reino Unido y la Argentina y otros países de América latina. El Gobierno de Su Majestad ha intentado evitar una escalada de las tensiones y enfatizó que desea tener relaciones normales con la Argentina en todos los demás temas. La Cancillería británica espera que la Argentina proceda de manera similar.
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Ahora, 15 años después, con la violencia narco instalada en la sociedad, Reynoso otra vez pide pista para enfrentar a las mafias. Dice que combatir narcos es muy parecido a combatir terroristas, pero que el narcotráfico es más dañino en nuestra región. "En América Latina el narcotráfico produce muchos más muertos en un mes que todos los atentados de los últimos diez años", grafica.
Reynoso es nacido y criado en Lanús. Después de emigrar a Estados Unidos de joven empezó su carrera en la policía de Los Angeles, California, en 1979. Entre 1985 y el 2001 trabajó en la Drug Enforncement Agency (DEA), la principal agencia antinarcóticos estadounidense. Como agente encubierto protagonizó investigaciones de alto impacto, como la del asesinato del agente "Kiki" Camarena en México.En 1997 fue promovido a jefe de estación de la DEA en su Buenos Aires querido. No llegó a durar dos años en el puesto. Por entonces gobernaba Carlos Menem y el encargado de la embajada estadounidense era el diplomático y lobbyista Manuel Rocha, vinculado al narcolavador a Alfredo Yabrán a través del holding empresarial Exxel Group. Eran tiempos de relaciones carnales con el gobierno de Bill Clinton, tiempos de favores correspondidos.
"Las opiniones de Reynoso son estrictamente sus opiniones personales, y no reflejan los puntos de vista de la DEA," había declarado en Washington Terry Parham, vocero de la DEA, ante la consulta de periodistas argentinos, dos días antes de que Reynoso fuera removido de su puesto en la embajada y enviado de vuelta a Los Angeles.
¿Qué había dicho Reynoso? "Argentina es un país donde los lavadores de dinero son bienvenidos". Argentina produce grandes cantidades de sustancias químicas que se usan para procesar droga." Y "en la Argentina hay un tránsito muy importante la droga entra y sale como si nada". Y "los narcos argentinos se jactan de nunca tocar la droga." Dijo también que poderosos funcionarios del gobierno y la justicia protegían el negocio. Avisó que investigaba una red de lavado que involucraba a "grandes bancos" argentinos con escribanías de Uruguay e inmobiliarias en Chile. Mientras tanto, el informe "Narcotics Review" del año 2000 del Departamento de Estado estadounidense decía que el gobierno de Menem "se opone activamente" al tráfico de drogas y que Argentina "no es un país de gran producción, ni un país de gran tránsito."
Ahora Reynoso mide mucho más sus palabras, pero no cambia de mensaje. El narcotráfico no se puede eliminar ni erradicar, dice, pero sí se puede controlar. Argentina todavía puede dar pelea, dice, pero hay que hacer algo importante. Mientras él perseguía terroristas en Miami a este país llegaron las motos y los sicarios, le digo. Balearon a un gobernador, coimearon a varios jefes de policía, compraron estancias, pusieron plata en campañas, armaron búnkers, abrieron cocinas.
"'Y claro" contesta. "Una vez que entraron, no los sacás más" A sus 60 años recién cumplidos que suenan a 40, Reynoso tiene voz de actor de Hollywood con acento argentino. Dice que no hacen falta ni nuevas leyes ni más equipamiento ni nueva tecnología. ¿Ni radares? "La tecnología es un cuento. Un cuento como como el de la ley de lavado de dinero. ¿Cuántos años estuvo Argentina sin esa ley? Al final la aprobaron (en 2011) pero no metieron preso a nadie. Podés tener la última tecnología y no sirve de nada si faltan decisión y liderazgo.Argentina tiene controles y muy buenas leyes que no se aplican. Los bancos argentinos lavan dinero. Ya no estamos en la época de Scarface en la que los narcos se manejaban con bolsas y valijas llenas de billetes."
Según Reynoso, no es posible convivir con ningún aspecto vinculado al negocio del narcotráfico, ni siquiera actividades aparentemente inofensivas como transportar cargas, lavar dinero o producir de insumos químicos para la fabricación de drogas, como se venía haciendo en la Argentina, porque tarde o temprano esas actividades generan corrupción y violencia. "Los narcos argentinos se jactan de no tocar la droga, pero tarde o temprano, los narcos terminan presos o muertos. En la Argentina y en todo el mundo. La violencia no se puede evitar porque si alguien no recibe la droga que compró , no hace la denuncia ante un juez, lo resuelve por su cuenta."
Para el argentino ex agente de la DEA, la ola de violencia narco en Rosario es algo que se veía venir. "No me extraña porque los cárteles narco tienden a evitar las capitales. Es más fácil operar abiertamente en una provincia que en la capital. Cuando yo trabajaba en México los narcos siempre trataban de instalarse en los lugares mas fáciles, como los terroristas. En México, en estados como Sinaloa o Guadalajara, los cárteles están ahí con una potencia tremenda. En la Argentina están en todo el interior. En Córdoba, en Mendoza, en las provincias del norte, pero en muchos casos no tienen la publicidad que puede tener una ciudad importante como Rosario."
Preguntado si no advierte diferencias entre Argentina y Uruguay, que ha optado por legalizar el consumo de marihuana, el especialista contesta que no hay que mezclar los tantos.Para Reynoso, el consumo canábico es un tema social y de salud, que no influye en su tema, que es combatir las mafias del narcotráfico. "Todo el mundo se fuma un porro. Podés gastarte una millonada de dolares la gente va a seguir pichicateándose. La marihuana no es un problema policial, es tema social, de tratamiento. A lo mejor con la legalización lo tienen más controlado. Ese no es el problema. El problema de Uruguay tiene que ver con sus paraísos fiscales."
¿Y el gobierno argentino está haciendo algo para combatir el narcotráfico? Nada o muy poco, o más bien más de lo mismo, contesta el experto. "No es un problema de gobiernos, es un problema de la sociedad. Es lo mismo que cuando estaba Menem, o Duhalde o De la Rúa. No cambió nada, siguen en babia. En la calle hay demasiados guitarreros, y los profesionales que saben están aislados."
Dice que no se puede combatir el narcotráfico sin un buen plan para reducir la inseguridad. "Todo hablan de la violencia, del crimen, de que hay que sacar a la policía a la calle. Nosotros hacíamos eso mismo en Los Angeles en los 80, cuando yo trabajaba de agente. Nos quedábamos una semana, dos semanas o un mes, y todo volvía a ser como antes, no había pasado nada. Lo bueno es que Argentina se puede recuperar, no es el problema que tienen acá en Estados Unidos, que es un país mucho más violento.
Ya había avisado hace 15 años y le costó el trabajo: una vez que aterriza, el narcotráfico no se va. Pero no pierde el optimismo en la tarde-noche de Miami. "En Argentina todavía se puede hacer un buen trabajo. El problema es que todos quieren ser el número diez del equipo. Hay muy buenas ideas, pero no podés gobernar una provincia y resolver el tema cuando el resto del país está descontrolado. Si no unís todo eso, si no podés resolver delito local, no tenés herramientas para defenderte del narcotráfico, que mueve mucho más dinero y mucho más poder que el delito común. Porque una cosa es el menudeo, los bunkers que le dicen, y otra bien distinta es el narcotráfico, que es un fenómeno mucho más complejo. Cuando trabajás el tema siempre vas a molestar a alguien. Es lo mismo en todo el mundo."