Translate

lunes, 24 de enero de 2011

Un médico argentino en Haití (Sobre "Ay Haití")

Hola Santiago, mi nombre es Emiliano Mariscal, soy argentino, médico graduado en la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba. Pertenezco a la Brigada Médica Cubana en Haití desde hace un año, llegado a raíz de una convocatoria realizada en el contexto de la emergencia ocasionada por el terremoto.
Desde entonces trabajo aquí como integrante de la brigada médica, realizando al mismo tiempo la residencia de Epidemiología. El tema Haití es digno de muchos análisis, debates, discusiones. Una realidad en extremo compleja, en la cual confluyen muchos y muy diversos intereses.
La Brigada Médica Cubana en Haití presta servicios médicos (desde el año 1998) en este país, sin inmiscuirse en otros asuntos, lo cual es un sello característico de la cooperación médica que brinda Cuba en el mundo desde el año 1961.
Como argentino siento una gran responsabilidad en el trabajo que realizo cada día, pues considero que mi aporte es el aporte de mi patria para con los ciudadanos de este país.
Soy asiduo lector de Página 12, pues me permite mantener cierta conexión con la realidad que vive mi país, allí he leído su artículo sobre Haití, el cual me pareció muy interesante y cuyo enfoque en líneas generales comparto. Motivado por ello le envío artículos escritos por mi, nacidos al fragor de esta experiencia y enfocados principalmente en la lucha contra el Cólera, esperanzado de que puedan brindarle información útil.
Un abrazo fraternal de un compatriota,
Emiliano Mariscal.+/- Ver mas...







Estimados amigos;

Llamo la atención de ustedes sobre el serio error del artículo que se acompaña en el que se confunde a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) que represento en Haití, y que carece de toda fuerza militar, con otra organización internacional que nada tiene que ver con ella. Probablemente Santiago quiso referirse a la Misión de las Naciones Unidas por la Estabilización de Haití (MINUSTAH). Espero que semejante error se corrija pronto y claramente.

Saludos cordiales

Rodolfo


RTA:hola rodolfo,

espero que estes bien. gracias por tu atenta lectura. más que serio error, me parece que malintrpretaste lo que escribi. son los paises de unasur, bajo auspicio de naciones unidas, los que ocupan militarmente a haití. intervenir en haiti fue una decisión política consensuada por los principales países del bloque regional. a eso me refiero cuando hablo de ocupaión militar de unasur, los soldados pertenecen a paises de unasur, el mando tambien. no quise decir que estaban bajo tu mando militar, me parece que el contexto del artículo es claro al respcto, pero bien vale la aclaración. estamos hablando del rol principal que argentina y sus vecinos cumplen en haiti, más alla de tu loable iniciativa de apoyar el enjuiciamiento de baby doc. o sea, para mi lo importante es lo que hacen los paises de unasur, o sudamérica si preferis, y no de la sigla que utilizan para hacerlo. te pido que incorpores esta respuesta a tu llamado de atención, ya que no sé a quién más además de yo le llegó tu mail.
saludos santiago





Estimado Odonell,
Podría usted dar precisiones de qué es lo que llama ocupación de unasur?
No hay un dato en su artículo que justifique semejante aseveración.
Su artículo es una calumnia contra la única organización lationameriacana que puede garantizar la democracia.


RTA:estimado dario,

perdon, quise decir "los contingentes de cascos azules brasileros y argentinos de la misión de paz de las Naciones Unidas".





Sr. O`Donnell : No creo que Aristide sea lo que ud. dice que es. Durante su gestión gubernamental este señor hizo exactamente lo mismo que sus predecesores: robar, matar y engatusar al miserable pueblo haitiano, víctima ancestral de brujos , militares y curas demagogos.
Algo que siempre me llama la atención porque casi nunca se menciona en los análisis del problema haitiano, es que Haití debido al extremo deterioro ambiental y consecuente desertificación se ha convertido en un una nación inviable porque este proceso de degradación ambiental ha destruido la base biológica del sistema social. A mi entender, mientras no se corrija este problema estamos auto-engañándonos y engañando a este pueblo envilecido.
Como ud. sabe o debería saber, la República dominicana ha estado cargando pesado por décadas con éste problema que cada día se hace más difícil y peligroso de manejar para nuestro país. Estamos acercándonos a un punto de ruptura entre ambos países ya que los dominicanos están, a nivel popular, empezando a demostrar que la masiva presencia de haitianos, con su bagaje de enfermedades y atraso resultan intolerables. El regreso de Tití ( Aristide ), enemigo declarado y feroz de RD, solo traería una agudización del conflicto entre ambos países, conflicto que hace tiempo está planteado esperando el demagogo adecuado para explotar.
¿ Será Aristide el demagogo adecuado ?
Quizás ud. tiene la respuesta.
Atte. Federico Nadal


RTA:Sr. nadal,

no es que me olvidé, lo escribí hace un mes, la última vez q me ocupe
de haiti. lo que pasa es que no puedo, ni debo, pasarme de una página.

saludos s







Muy interesante tu nota de hoy sobre Haití. Aclara bastante el panorama confuso.
Saludos,
Francisco Aiello.





Hola Santiago,

en tu articulo de Pagina 12 del domingo 23 (Ay haiti), decis que UNASUR ocupa militarmente a Haiti. Lo mencionas en dos oportunidades. Quien ocupa militarmente a Haiti son las Naciones Unidas a través de la MINUSTAH (Misio de Naciones Unidas de estabilizaciín de Haití), los cascos azules. La UNASUR son los países del Sur de América, ahora representados en Haiti por Mattarolo, si, pero no son Naciones Unidas ni tienen fuerza militar para ocupar nada. UNASUR es en realidad la esperanza de que algo menos burocrático y más politico participe de ese caos que ha provocado la comunidad internacional, como muy bien decis.

Acuerdo totalmente con tu articulo, pero quisiera rescatar a la UNASUR (Nestor Kichner fue su secretario general) de la bolsa comun de fuerzas de ocupacion

Estuve varias veces en Haiti como trabajadora de la salud y estoy de acuerdo con vos sobretodo con tu frase final: si eso es lo que puede esperarse de la ayuda internacional....

Saludos cordiales

Graciela Uriburu
Médica sanitarista


RTA:hola graiela,

gracias por escribir. me parece que dije algo fuerte sin darme cuenta lo fuerte que sonó. pero, si, son los paises de unasur, los que en una decision consensuada de política exterior, los que aceptaron la misión militar. estoy de acuerdo con vos que unasur es distinta a las demás y que es epernzador. y agregaría que de los que está allá, es el menos responsable por lo que pasa. Pero algunas cosas me parece que hay que decirlas claramente para que se entiendan. estamos ahí. y no como argentina, sino como parte de una mision regional. nuestra región.
bah, digo yo.
saludos ,s





El mejor y mas esclarecedor analisis de los momentos oscuros y que tras bastidores siempre han ocurrido en el mas desangrado de nuestra America.

Llevo tiempo tratando de descifrar la situacion y ahora con su articulo es que lo empiezo a ver claro.

Saludos desde Puerto Rico,

Roberto





Tu nota respecto a Haití es realmente muy buena, llena de información y análisis.
Saludos.

Victor

Ay Haití - Por Santiago O’Donnell


Reapareció Baby Doc Duvalier con un mensaje para la llamada “comunidad internacional”, esa entelequia de organismos multilaterales, ONU, OEA, UE, Unasur, que han colonizado Haití, que ejercen el control militar, que albergan y financian el sistema judicial y que organizan y sancionan las elecciones de sus autoridades.

El mensaje sería: si no podés arreglar Haití, no podés arreglar nada. Si no podés arreglar un pequeño país a tiro de Miami, olvidate de Medio Oriente. Si salen a la calle para recibir a un ex dictador (foto) después de seis años de ocupación de la ONU, si muchos creen que estaban mejor con Baby Doc, entonces estamos en el horno.+/- Ver mas...

Baby Doc, por si hace falta recordarlo, fue un cliché de dictador vitalicio sostenido por un temible aparato parapolicial, que gobernó Haití desde 1971 hasta que los norteamericanos lo echaron, en 1986. Su régimen era sanguinario y despótico, aunque algo menos que el de su padre y predecesor Papa Doc, y al menos tenía una esposa que se comparaba con Evita. La bella Michelle era tan conocida por sus joyas y sus vestidos como por su afán por construir hospitales.

Ahora reaparece Baby Doc en un país ocupado militarmente por la Unasur, bajo auspicio estadounidense, con mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Difícil de entender, más difícil de explicar. Vamos despacito.

El país viene de sufrir un tremendo terremoto hace un año que dejó más de 300 mil muertos y 1,5 millón sin casa en un país de diez millones de habitantes. El presidente de Estados Unidos designó nada menos que a Bill Clinton y a Bush padre para que coordinen la ayuda internacional, pero es tal el desconcierto que los soldados asiáticos estacionados allí desataron una epidemia de cólera, gran parte de la ayuda prometida no llega y cientos de miles de haitianos siguen viviendo en carpas.

Bajo todos estos auspicios, al que hay que sumar el de la Unión Europea, la ex colonia francesa celebró elecciones en noviembre con su líder popular Jean-Bertrand Aristide exiliado a la fuerza sin ninguna acusación judicial en su contra y su partido Lavalas proscripto.

El resultado de la elección quedó en suspenso porque los observadores de la OEA concluyeron que los resultados habían sido fraguados para permitir el ingreso a la segunda vuelta del candidato oficialista Jude Célestine, en perjuicio del cantante Michel Joseph Matelli, más conocido como “Dulce Micky”. Ambos terminaron detrás de la ex primera dama Mirlande Manigat. Llama la atención el informe de los observadores de la OEA, que habla de una diferencia de tres mil votos, o sea 0,3 por ciento del padrón, cuando los observadores normalmente no tienen acceso al total de los votos, sino a muestras representativas. Esas muestras suelen tener un margen de error del dos por ciento, muy superior a los tres mil votos en disputa.

Es algo sospechoso, sobre todo cuando el candidato oficialista que los observadores recomiendan desplazar prometió durante la campaña que permitiría la vuelta de Aristide. Y el candidato que lo reemplaza, Dulce Micky, declaró que le gustaría tener a Baby Doc como asesor en su gobierno.

Aristide, dos veces presidente constitucional, vive en Sudáfrica desde el 2004, cuando militares estadounidenses lo sacaron del palacio de gobierno, lo hicieron cruzar el Atlántico y le quitaron el pasaporte. Ahí empezó la ocupación de la Unasur, porque Haití estaba inmerso en una guerra civil y Bush ya tenía las manos llenas y no quiso invadir. Entonces le pidió a Brasil y Argentina que se hicieran cargo y les consiguió el auspicio político y financiero de Naciones Unidas.

Ahora vuelve Baby Doc. No vuelve por casualidad. Se sabe que no le gusta viajar. Vivió en el palacio de gobierno desde los cinco años hasta que lo echaron, a la edad de 35. A diferencia de la gran mayoría de la elite de su país, que se educó y vive gran parte del año en Estados Unidos o Europa, Baby Doc nunca abandonó su celda dorada hasta que los yanquis lo echaron. No viajaba al exterior por miedo a que lo derrocaran y algo de razón tenía: durante su mandato sufrió dos intentos de golpe militar. Para los haitianos era una presencia fantasmal. Sólo salía del palacio para viajar a su casa en la playa o a su casa en la montaña, las dos a menos de media hora de viaje desde el palacio. Siempre iba rodeado por un ejército de guardaespaldas de anteojos negros armados hasta los dientes.

Heredó de su padre Papa Doc la presidencia vitalicia a los diecinueve años y ya por entonces los parapoliciales Tonton Macoutes se habían convertido en una fuerza con autonomía propia, como cuenta Graham Greene en su novela Los comediantes. Entonces Baby Doc armó sus propios escuadrones de la muerte, llamados los leopardos. Después de la partida de Baby Doc los leopardos y los Tonton Macoutes se unieron en el movimiento paramilitar Fraph, liderado por el informante de la CIA Toto Constant, para socavar al gobierno de Aristide. Las milicias populares surgieron como respuesta a la Fraph.

Entre la partida de Baby Doc y la primera presidencia de Aristide se sucedieron una serie de narcomilitares y títeres civiles en la presidencia haitiana, entre ellos el oligarca Leslie Manigat, esposo de Mirlande, la candidata que entró primera en las elecciones del 28 de noviembre.

Aristide es un cura salesiano tercermundista, fundador del movimiento Lavalas, que arrasó en la urnas en las elecciones de 1991. Fue derrocado siete meses después por militares y restituido tres años más tarde por el gobierno de Bill Clinton. Terminó su mandato y esperó un turno como marca la Constitución, volvió a presentarse y volvió a ganar. Se arrimó a Chávez y a Fidel Castro y eso a George Bush hijo no le gustó nada. Estados Unidos le cortó la ayuda bilateral, le vetó créditos en el BID y en un país que no produce prácticamente nada, a los pocos meses la escasez derivó en revuelta. Entonces los norteamericanos se llevaron a Aristide a Sudáfrica.

Según todas las encuestas, aun en el exilio, Aristide sigue siendo de lejos el político más popular de su país, y desde hace años pide a gritos volver.

Pero no lo dejan. Su gobierno estuvo plagado de corrupción, tanto como los anteriores y algunos de los que lo sucedieron. Con eso la “comunidad internacional” avaló y justificó su derrocamiento y exilio forzado. Pero su pecado principal fue no haber atendido bien a los virreyes estadounidenses y franceses mientras fue presidente.

Los matones de Baby Doc mataron a miles de personas, pero Baby Doc ni siquiera tiene orden de captura. La Justicia en Haití está financiada por agencias de ayuda internacional y organizaciones no gubernamentales de Estados Unidos. El juzgado de Puerto Príncipe donde esta semana fue interrogado Baby Doc por malversación de fondos funciona en el edificio de Usaid, una agencia del Departamento de Estado estadounidense.

Esa Justicia armada y financiada por agencias y fundaciones extranjeras, que avaló elecciones proscriptivas, tampoco estaba preparada para la llegada de Baby Doc. No hablemos de Comisión de la Verdad, no había tan solo una denuncia por violaciones a los derechos humanos en contra del dictador. Apenas alcanzaron a retenerlo en el país con una vieja acusación por corrupción, pero cualquier abogado sabe que esos crímenes prescriben, no así los de lesa humanidad. Al día siguiente de su llegada a Haití se presentaron cuatro denuncias por muertes y torturas, casi de apuro.

La “comunidad internacional” no puede darse el lujo de no juzgar a uno de los genocidas más notorios del último siglo y es probable que Baby Doc termine en alguna cárcel. El presidente René Préval ha dado muestras de voluntad política para llevarlo a juicio. Ha solicitado el asesoramiento del argentino Rodolfo Mattarollo, un experto en el tema de renombre mundial y actual embajador de la Unasur en Haití.

Préval es un personaje bastante particular. Una especie de Scioli por la permanencia y la flexibilidad ideológica, pero sin la misma lealtad. Miembro de la elite, educado en Bélgica e Italia, exiliado en Nueva York durante el régimen de Papa Doc, volvió con Baby Doc y se sumó a los Comités de Resistencia a la dictadura. Después presidió una organización de derechos humanos en su país y más tarde se unió a Lavalas. Fue primer ministro durante el primer gobierno de Aristide. En 1996 Préval llegó a la presidencia como candidato de Lavalas con Aristide en el exilio. Sacó el 88 por ciento de los votos. Acorde con los tiempos y las exigencias del FMI, emprendió una ola privatista, se acercó a Estados Unidos y Francia y rompió con el cura tercermundista. Volvió a presentarse en el 2006, esta vez con partido propio. Ganó con el 51 por ciento de los votos. Su segunda presidencia no dejó mucho y cuando llegaron las elecciones del año pasado ni siquiera pudo imponer a su candidato con la promesa de un pronto retorno para el cura del pueblo. Ahora maneja otra vez un discurso progre, se arrima a la Unasur, se declara admirador de Lula y los Kirchner. Pero, al parecer, los haitianos mucho no le creen.

Tanto esfuerzo por evitar el retorno de Aristide y de repente vuelve Baby Doc. No se entiende bien por qué volvió, más allá de que se le terminó la guita. Se sabe que hace unos años lo demandó la compañía de electricidad francesa por una deuda de diez mil euros y que en los ’90 le congelaron sus cuentas suizas por las denuncias de enriquecimiento ilícito que le hicieron en su país. Tras años de pavonearse con la bella Michelle por la Costa Azul, el dinero se acabó y Michelle lo dejó. Hasta la semana pasada Baby Doc vivía modestamente con su nueva esposa Veronique en los Alpes franceses, donde se lo ha visto manejando un vehículo utilitario. Seguro que en Haití podría hacer algunos negocios. No lleva una semana ahí y Dulce Micky ya le ofreció ser asesor presidencial en su futuro gobierno.

Las fuentes consultadas en Washington y París piden discreción, dicen que hay mucha bronca. Coinciden en que Duvalier recibió un guiño y las miradas apuntan hacia el Palacio Elíseo. Baby Doc llegó a Haití desde Martinica. Es muy difícil que un tipo como él, que no viaja casi nunca, se ande paseando por las Antillas Francesas sin que los espías franceses lo sepan. Es probable que al gobierno francés no le guste cómo Estados Unidos está manejando las cosas en Haití. O, al revés, puede ser una jugada estadounidense en contra de Préval. El presidente haitiano declaró esta semana que va a ignorar el consejo de la OEA y va a hacer la segunda vuelta el 31 de marzo con su pollo Célestine y sin Dulce Micky. El portavoz del Departamento de Estado Phillip Crawley dice que el regreso de Baby Doc es “inconveniente”, como queriendo desligarse del tema. En cambio el gobierno francés dice que Duvalier es un hombre libre y puede hacer lo que quiera. Distintas maneras para referirse a un mismo criminal que se la pasó practicando terrorismo de Estado hasta que los estadounidenses y los franceses se cansaron de aguantarlo.

Ahora vuelve y, por lo que se lee, son muchos los haitianos que lo reciben entusiasmados. En la ONU y la OEA y la UE y la Unasur dicen que no entienden lo que está pasando. Esta bien, hubo un terremoto, una epidemia de cólera. Hay orden en la calle y ya no gobiernan los narcogenerales. Pero pasó un cuarto de siglo desde la partida de Baby Doc. Entraron millones de dólares, se hicieron muchos discursos, se armaron varias elecciones. El resultado está a la vista.

Mientras una ocupación extranjera macartea al líder de masas, Haití sigue siendo el país más pobre de Occidente. Si eso es lo que puede esperarse de la ayuda internacional, mejor decir no gracias y arreglarse con lo que hay.

Publicado en Página/12 el 23 de enero de 2011
Imagen: EFE

domingo, 16 de enero de 2011

Saludos desde Arizona (Sobre "Matar al líder")

Buen día Sr. O'Donnell,

Me llamo Derrick Del Pilar, soy un traductor estadounidense y hace unos años pasé siete meses maravillosos en Buenos Aires. Ahora vivo en Tucsón, Arizona y me afectó mucho la tragedia de Giffords y las otras personas que fueron matados o heridos en el ataque del 8 de enero, porque ella es mi congresista y ocurrió en un supermercado que suelo visitar, y muchos de mis amigos conocen personalmente a los víctimas.
Una amiga argentina me envío su artículo, y no más quería decir que estoy totalmente de acuerdo con lo que usted dice. Lo que me duele admitir es que la mitad (bueno, temo decirlo pero es muy posible que así sea: la mayoría) de mi país no estaría de acuerdo. Ronald Reagan dijo que hay que rechazar la idea que la sociedad, no el criminal, tiene la culpa cuando se comete un crímen, y desafortunadamente este dictamen coincide perfectamente con la cultura de individualismo y aislacionismo que prevale ahora en mi país. Tengo que admitir también que cuando fui a la cancha para escuchar a Obama y los otros, aplaudí, me emocioné, y lloré con todos...pero después cuando reflexioné más llegué a la misma conclusión que usted: que ahora mi país está metido en un maelstrom de violencia que se crea con las palabras tanto como las acciones. Hace un tiempito ya que hay los que dicen que los Estados Unidos es Roma en decadencia...y tengo que decir que estoy de acuerdo.
Gracias por su artículo, y un saludos desde Arizona,
Derrick Del Pilar
P.D.—Un pequeño detalle: Jim Brady no murió en el ataque contra Reagan—aun vive, es parapléjico. Es segundo de la derecha, sentado en su silla de ruedas, en esta foto del 2006.+/- Ver mas...





Hi Santiago,

I just read your article, and couldn't help but write this letter. It seems once again, a determined reporter has forsaken a moment to report truth, to instead foment a misguided political agenda. Politically I am an Independent. I supported Obama in 2008, and continue to wish him the best despite his rocky tenure as president. I am a student of American politics, and accept our US democratic experiment for what it is - the worst political system... except for all of the others.

Apart from the self-righteous tone of your op-ed piece even from the first paragraph, what disturbed me most is your determined effort to demonize the Tea Party as a driving force behind what happened to Mrs. Giffords. What we have learned about this seriously disturbed person who attempted to kill her, was that he had no political affiliations, or even a coherent ideology. It's alarming how your editorial - which may be one of the few sources of information Argentine's read to understand what took place here in the US last week - is so passive, and almost cowardly ambivalent to those truths. Instead of separating fact from ideology, you disassociate the shooter from the Tea Party by citing George Packer's article in the New Yorker.

What you, and many others fail to realize, is the truth about the tea party. It's not an organized movement of people with a uniform ideology. They aren't even "right-wing" as you would understand it. The masses that flock to the Tea Party are primarily frustrated with the economic irresponsibility of our government. Since our debts, our wars, our out of control spending has a bi-partisan quilombo, the Tea Party has emerged as a counter to those two parties, and one that demands our government cut spending, respect our constitution, but most importantly hold those stale career politicians who have dwindled away the economic riches of this nation and saddled us with tremendous debt accountable.

My issue with your article is simply your ignorance of the tea party. Your characterization of them as an organized group escalating violence, inciting hatred, and causing psycopaths to march down to their local Safeway Grocery to murder their congresswomen. What occurred has been a tragedy. We all have a lot to learn from this event. What we do not need is an army of reporters misrepresenting reality across the world. We need journalists to provide information to keep our country free and democratic; What we don't need is a peanut gallery of writers who bend and shape the political landscape to fit a narrative to fortify their own ideology.

thanks,

Conrad




Gracias

Por tu nota de P12 de hoy. Elocuente, instructiva y placentera de leer. Saludos
--
Mario Toer
Profesor Titular UBA





Otra vez: ¡qué buena nota, Santiago! Un abrazo, José Massoni.




Matar al líder, muy buena nota. Yo vivo en EEUU, y lei mucho de lo publicado despues de la matanza. Su nota analiza el problema con una profundidad y entendimiento que es dificil de encontrar en el periodismo americano. Muchas gracias. Roberto Garola





B día,

He leído tu art, muy centrado y realista. Mucha tela para cortar.

Es más si se piensa desde una lógica GOP fue la única forma de parar a la amenaza interna del partido Rep,

El Tea Party.

Te recomiendo un libro sobre el tema:

'The Whites of Their Eyes:The Tea Party's Revolution and the Battle over American History'
By Jill Lepore.

Esperando leer otros arts so el tema.

Slds cordiales,

Solange E Gómez.





Hola Santiago:

“Matar al lider”, publicado en Página/12 de hoy, es una excelente nota periodística sobre los Estados Unidos. Simplemente quiero comentarte que Jim Brady no murió en el atentado contra Reagan. Sigue vivo, con una discapacidad permanente.

Nuevamente, me encantó el artículo.

Saludos cordiales,

Ildefonso M. Thomsen





parece que no murió en el intento de asesinato... de hecho, parece que sigue vivo.

de todas formas, muy buena la nota.

saludos cordiales! Guillermo Faivovich





Hola Santiago,

me pareciò muy buena tu nota de hoy en Pàgina12 sobre el atentado a Giffords. Solo querìa señalarte un detalle: Jim Brady sigue vivo; no muriò en el atentado a Reagan. El suyo es un caso similar al de George Wallace.

saludos

Pablo





Me quedó una duda acerca de tu nota de hoy domingo (16 de enero): ¿Lo ocurrido influirá sólo en unos pocos discursos y debates hasta que todo se enfríe o percibís que esto generará algún cambio, por sutil que fuera? Gracias. Saludos. Rubén.






Estimado Santiago

No quiero subestimar lo que expresa en el articulo, con lo que estoy de acuerdo, pero en lo referente a Jim Brady: el no murio en el atentado sino que sufrio daño cerebral y despues de recuperarse en parte se involucro personalmente an la campana para pasar la ley Brady. El mismo estuvo presente en la firma de esta ley.

Mil gracias por su, usualmente, informada opinion.

Marcelo Birckenstaedt (cerca de Denver, Colorado)

Matar al líder - Por Santiago O’Donnell


El atentado contra la congresista Gabrielle Giffords (foto) en Arizona pegó fuerte en Estados Unidos. No tanto porque murieron seis personas. Eso ya no sorprende en el país norteamericano, como tampoco sorprenden las guerras interminables, los asesinos seriales, los sobres bomba o los ex empleados de oficinas federales que abren fuego a mansalva en edificios públicos. Todas esas formas de violencia ocurren cada tanto en Estados Unidos, mucho más que en cualquier otro país del mundo. Parece mucho, pero ya están acostumbrados.

En cambio el magnicidio es otra cosa. O en este caso, el magnicidio fallido que dejó malherida a la diputada Giffords. Si se me permite, como para que se entienda: para la sensibilidad de los estadounidenses el magnicidio es comparable con lo que sentimos los argentinos ante la desaparición de una persona. Porque ya lo vivimos, ya lo consentimos como sociedad hasta que un día hicimos una especie de nunca más. Pero el fantasma sigue rondando, porque el proceso de extirpar la raíz del mal y curar la heridas es lento y no termina. Hasta que un día el monstruo reaparece. Entonces el cuerpo social reacciona con rituales cargados de emoción, proclama que los tiempos han cambiado y que no habrá vuelta atrás, pero no puede exorcizar la sensación de que esos tiempos no han cambiado lo suficiente.+/- Ver mas...

Todo eso pasó el martes en el homenaje a Giffords y las víctimas de atentado que encabezó Obama en Tucson. La gente lloraba y aplaudía de pie en vivo por casi todos los canales de televisión. Todos eran Giffords. El país no vivía un momento así desde que Bush juró venganza parado sobre los escombros de las Torres Gemelas, con un bombero como único escolta, aquel trágico 11-S del 2001.

La tradición magnicida en Estados Unidos se remonta a los tiempos de Abraham Lincoln e incluye a cinco presidentes. En los sesenta y setenta el asesinato de líderes políticos y sociales se había convertido en moneda corriente. JFK, Robert Kennedy, Martin Luther King, John Lennon, George Wallace (zafó de morir, quedó paralítico), Harvey Milk, Malcolm X, seguramente algunos más que escapan a la memoria. Los nombres se suceden hasta llegar al intento de asesinato de Ronald Reagan en 1981, que el entonces presidente sobrevive con la gracia del actor de Hollywood que llevaba adentro. Después, nada.

Pasaron casi 30 años sin magnicidios. Hasta la semana pasada, cuando casi matan a Giffords, una congresista de Arizona relativamente desconocida fuera de su estado. Baleada en la cabeza a quemarropa por un loquito que se había enojado porque semanas atrás ella se había negado a contestarle una pregunta incoherente durante un acto de campaña.

En el atentado contra Reagan había resultado malherido su secretario de prensa Jim Brady. Al poco tiempo la esposa de Brady, Sarah, se convirtió en la principal portavoz y lobbista en favor de controlar el derecho a portar armas. Los republicanos siempre habían sido renuentes a limitar su uso, derecho que garantiza la famosa segunda enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Pero el paciente trabajo de la esposa de uno de los suyos pudo más y once años más tarde, durante la presidencia de Clinton, el Congreso sancionó la llamada ley Brady con apoyo bipartidista.

La ley Brady imponía por primera vez controles a nivel nacional para la compra de armas automáticas. Más importante, visibilizó la cara, la historia y el discurso de Sarah Brady y los contrapuso al héroe épico que representaba el actor Charlton Heston, por entonces presidente y portavoz de la poderosa Asociación Nacional del Rifle.

En las elecciones de noviembre los candidatos de la línea Tea Party hicieron campaña en contra de la ley Brady, algo que no había ocurrido nunca desde su aprobación. Les salió muy bien. En las primarias el movimiento libertario ultraderechista tomó por asalto al Partido Republicano. En las legislativas puso dos pies en el Congreso. El rival que Giffords había derrotado en las legislativas hizo campaña mostrándose con un rifle de asalto M16.

En los años sesenta muchos estadounidenses exhibían sus fierros sin ningún pudor, hasta que la práctica fue ilegalizada. Las míticas Panteras Negras protestaban sentados en las escaleras de los edificios municipales con pistolas en sus cinturas y escopetas en sus regazos. Las pickups de los cowboys siempre tenían un rifle colgado en la cabina. Hasta los hippies de Grateful Dead se fotografiaron con sus fierros en la emblemática esquina de Height and Ashbury, San Francisco, durante el Verano del Amor.

Ahora, recién ahora, los estadounidenses sienten que fueron demasiado lejos. Demasiado miedo al terrorismo, odio a los inmigrantes, inseguridad económica, racismo anti-Obama, fudamentalismo cristiano, guerra en Asia y en el Golfo. Too much. Un clima de violencia que los llevó a romper el último tabú, el último dique que los hacía sentirse parte de una sociedad civilizada.

Hizo falta que un loquito baleara a una diputada. Matar al líder, de eso se trata. Desnudar su fragilidad para poner en juicio lo que representa. Romper con el mito hollywoodense de que el poder premia a los héroes y mata a los débiles. Bajar al protagonista en la mitad de la película.

Es lo que hizo Jared Lee Laughner, el joven de 22 años que atentó contra Giffords. Laughner estaba convencido de que el gobierno intentaba controlar a la población a través de la gramática, como en el 1984 de Orwell, uno de sus libros preferidos. Tenía todos los síntomas de un esquizofrénico paranoide. Pero había algo más. Muchísimas personas que padecen enfermedades mentales no hacen lo que hizo él, y cosas como las que hizo él casi siempre pasan en Estados Unidos y no en otro país. Laughner, amén de sus particularidades, se formó en un tiempo y un lugar.

Como escribió George Packer en el New Yorker, no es que los Tea Party ordenaran el asesinato de Giffords. Más bien crearon un clima de crispación y violencia que puede ser interpretado por algunos loquitos como una luz verde, como una señal para matar a quienes los Tea Party marcan como enemigos.

Los magnicidios en Estados Unidos no son crímenes estrictamente políticos. Los asesinos no son militantes, no están encuadrados ni responden a estructuras orgánicas con proyectos de toma de poder. Giffords no era ni por asomo la principal enemiga de los Tea Party, pero Giffords había sido señalada con nombre y apellido como una de las candidatas a derrotar, cueste lo que cueste. Marcada por boca de la líder del movimiento, la cazadora antisemita Sarah Palin.

Las palabras no matan, dicen los republicanos. Un loquito hizo lo que hizo y ahora los demócratas buscan sacarle rédito político porque les tocó en suerte haber recibido el ataque.

Pero las palabras dañan y pueden matar. En uno de los fallos más citados de la jurisprudencia estadounidense, Schenk vs. United States (1919), la Corte Suprema limitó la libertad de expresión con el argumento de que si alguien grita ¡fuego! ¡fuego! en un teatro lleno se produciría una estampida y alguien se podría lastimar. Con ese argumento se han escrito leyes castigando el lenguaje racista después del Holocausto.

El atentado contra Giffords había pegado fuerte y hacía falta un exorcismo. Un cambio, algo que los hiciera sentir que la masacre no había sido en vano. Hacía falta un héroe y apareció Daniel Hernández, el secretario de Giffords. Candidato ideal, latino y abiertamente gay, para que les duela más a los Tea Party.

Hernández sostuvo a Giffords en sus brazos y tapó el agujero de la bala con una mano para evitar que la diputada se desangrara, mientras con su otra mano apretaba fuerte la de Giffords. El miércoles todo el país se emocionó con él, con su discurso al borde de la falsa modestia.

Hacía falta un héroe pero también una causa. Los medios se ocuparon de eso. Llenaron miles de páginas y pantallas con el debate sobre el lenguaje violento de los Tea Party. Y otras miles con el debate sobre la vigencia del derecho a portar armas. Y se habló de las víctimas fatales, del juez, de la niñita de nueve años que se había interesado en política y quería conocer a su congresista, del abuelo de 75 que escudó con su cuerpo al amor de su adolescencia, con quien se había reencontrado recientemente después de medio siglo de vidas separadas. Y el Capitolio se llenó de proyectos para mejorar la seguridad de los congresistas.

Y habló Obama, y habló la gobernadora de Arizona, y volvió a hablar el héroe latino y gay. Y todos aplaudieron emocionados y se juramentaron que nunca más. Como si fuera posible ahuyentar la espiral de violencia descontrolada que sacude a Estados Unidos, envolviendo palabras, gestos y acciones en un mismo huracán.

Publicado en Página/12 el 16 de enero de 2011
Imagen: AFP

lunes, 10 de enero de 2011

Querido señor Pacho!!! (Sobre "Señales")


Querido señor Pacho!!!

Acabo de leer su articulo sobre el gasolinazo. Poco conozco sobre el tema y mis argumentos para debatir sobre el hecho pasado en Bolivia son enclenques, pero de un tiempo aca una cosa me parece sensata: La izquierda si quiere construir una alternativa no puede forjar su nueva politica en economias de corte capitalista. Ya no podemos medir en crecimiento de un pais el nivel de las inversiones extrangeras (esas que saquean e impiden democratizar economias). Creo que el analisis es mucho mas complejo. Yo no me atrevo a sintetizar, pero creo que si en algo nos tenemos que fijar, para atender al progreso, es en el nivel de cumplimiento de los derechos humanos. Cuando digo derechos humanos no solo digo condenar dictaduras pasadas (que si), refiero al derecho universal de la dignidad, de la vivienda, de la libertad de expresion i mobimiento.... un sequito de derechos que hoy plasma la constitucion boliviana conviertiendose en avanguardia de crecimiento humano. Creo que hay que destacar estos hechos cuando hablamos de crecimientos latinoamericanos. Creo que ustedes, los medios de comunicacions deben premiar esas iniciativas.

M uchas gracias por su atencion. espero poder seguir debatiendo las cosas que tanto nos preocupan!

Un fuerte abrazo

Salu

Sebas


RTA: hola seba, dale, sigamos debatiendo. pero no soy pacho.

Señales - Por Santiago O’Donnell


El gasolinazo de Evo Morales tomó a muchos por sorpresa. En un país que venía de crecer saludablemente al cuatro por ciento, con reservas en alza y sin grandes problemas de caja, el gobierno boliviano le sacó los subsidios a la gasolina. Saltaron los precios del transporte público al doble y se levantó una pueblada que culminó con el presidente dando marcha atrás con la medida el lunes pasado.+/- Ver mas...

Claro que se puede hablar de cierta imprevisión por parte del gobierno boliviano. Pero el episodio es ilustrativo de un problema más de fondo. Bolivia importa petróleo a noventa dólares el barril y lo vende a 27 en el mercado interno. El litro de nafta cuesta cincuenta centavos, contra dos pesos en la Argentina, donde los subsidios van al transporte, mientras que en Bolivia van directamente al combustible. Bolivia es uno de los grandes productores mundiales de gas natural, pero debe importar gas de garrafa o GLP desde Argentina, porque no tiene refinerías. El gas natural que produce sólo sirve para mandarlo por caños, pero menos del 15 por ciento de la población tiene acceso a esos servicios, mientras que el resto debe calentarse a leña o con garrafas importadas. Como Bolivia no fabrica ni autos ni colectivos, todo el parque automotor es importado y funciona a nafta, en vez de GNC. La producción petrolera en Bolivia cayó este año un 50 por ciento porque se usa para cubrir parte del mercado interno y a nadie le conviene producir petróleo a 27 dólares el barril cuando podría hacerlo por noventa.

La necesidad de subsidiar el transporte público, aunque no sea a través del combustible, es más que evidente en Bolivia, el país con los ingresos per cápita más bajos del subcontinente. Pero bajo el esquema actual un litro de nafta es más barato que una botella de agua y los empresarios petroleros se quedan con gran parte de la ganancia.

Todos estos trastornos tienen una raíz común: la falta de inversiones. Hace falta mucho dinero para instalar caños, producir GLP, reconvertir el parque automotor, extraer más petróleo para el mercado interno. En un momento de enojo, Evo habrá pensado: si los empresarios del sector no hacen las inversiones que tienen que hacer, ¿para qué se los sigue subsidiando con el dinero de todos los bolivianos?

Según fuentes oficiales, el año pasado las inversiones en Bolivia crecieron un 27 por ciento, pero sobre un piso bajísimo y casi todo en un sector recientemente estatizado, el sector energético. O sea, casi todas las inversiones las hizo el Estado. La falta de inversiones en el sector alimenticio es especialmente preocupante, ya que la escasez de oferta tiene efectos inflacionarios, confiesa la fuente oficial. Evo pensaba quitarles el subsidio a las petroleras para hacer más obra pública y entregar más ayuda social. Pero no pudo.

El dilema excede a Bolivia y se inserta en una situación regional que ya no conviene ignorar. En los últimos años, con un viento de cola sin precedentes, han sido los gobiernos de derecha como Perú y Colombia quienes mejor lo aprovecharon en términos de crecimiento e inversión. En menor medida también lo hicieron gobiernos centroprogresistas aliados al sector financiero como Brasil y Uruguay.

Mientras tanto los países de centroizquierda como Bolivia, Ecuador y Venezuela vienen experimentando dificultades crecientes con su economía, que a su vez se traducen en desafíos políticos. La megadevaluación en Venezuela, la tasa de crecimiento negativa por segundo año consecutivo en Ecuador y el gasolinazo en Bolivia son los ejemplos más recientes.

El debate incluye también, por supuesto, a la Argentina. Para la oposición, el gobierno de los Kirchner está dejando pasar una oportunidad histórica para producir un despegue definitivo que deposite a la Argentina en el club de los países desarrollados. En un contexto internacional de tasas de interés bajísimas y precios record para los commodities que el país produce, los líderes opositores acusan al Gobierno de romper reglas de funcionamiento institucional en favor de un sistema informal de capitalismo de amigos. Intentan convencer a los votantes, de cara a las elecciones presidenciales del año que viene, por ahora sin demasiado éxito, de que ellos harían las cosas bastante mejor.

Pero para los defensores del modelo, el Gobierno ha sabido mantener un ritmo de crecimiento a tasas chinas (salvo el año de la crisis), más desendeudamiento, reservas record e inversión record, pública y privada, en sectores diversificados. El crédito externo barato todavía no llega, pero los banqueros locales ganan mucha plata y la Bolsa cerró un año redondito. Todo eso sin descuidar ciertos aspectos que hacen a la equidad social, desde la Asignación Universal por Hijo hasta el enfrentamiento con sectores de poder concentrado, políticas que los gobiernos derechistas de la región han sabido sacrificar en el altar del dios mercado. También hay que decir que difícilmente un gobierno de la actual oposición hubiera resistido la presión del lobby del campo y mantenido tan alto el nivel de retenciones a las exportaciones agrícolas. Esas retenciones son, además de la principal fuente de divisas del Estado, la herramienta fundamental para redistribuir ingresos a través de él.

El problema del crecimiento y las inversiones va más allá de lo ideológico. Las empresas privadas y también las estatales han hecho grandes negocios y grandes inversiones en países de toda clase de bandería política. Lo que siempre reclaman los empresarios, y escucharlos no significa más que eso, es reglas de juego y previsibilidad.

El problema es que en sociedades complejas ningún gobernante, por más poderoso que sea, puede garantizar por sí mismo esas reglas que los empresarios reclaman. Es fácil verlo en América latina porque vivimos en países imprevisibles, repletos de actores imprevisibles en todos los sectores de la sociedad.

Evo, Correa y Chávez forjaron sus liderazgos en países con sistemas políticos colapsados y debieron refundarlos. Los tres han sufrido intentos de golpes de Estado.

Después del golpe fallido, a fines del año pasado, Correa dijo que si no lo dejan llevar adelante sus políticas cerrará el Congreso, llamará a elecciones y mientras tanto gobernará por decreto, posibilidad que contempla la nueva Constitución ecuatoriana.

En Bolivia este año una nueva Corte Suprema y gran parte de la magistratura serán elegidas por voto popular, una experiencia inédita en el mundo, y Evo ya está preparando el terreno para un eventual intento de re-reelección.

En Venezuela las cosas están más claras en cuanto a las intenciones de su presidente. Chávez ya ha manifestado en las palabras y en los hechos que su intención es instaurar un régimen socialista, nacionalizando los medios de producción, planificando la economía, centralizando la conducción política en un partido único, interviniendo en las industrias culturales e impulsando un frente antiimperialista a través de su política exterior. Pero lo que no queda claro es qué nivel de radicalización está dispuesta a aceptar la sociedad venezolana, que parece haberle puesto ciertos límites al proyecto chavista en las últimas elecciones legislativas y en el referéndum del 2007 que rechazó la nueva Constitución bolivariana.

No es sencillo encontrar el camino hacia el desarrollo con equidad y por más que el debate atraviese la región, cada país es un mundo en sí mismo. Si algo aprendimos de la década neoliberal es que las inversiones y el crecimiento no necesariamente derraman en bienestar general. El propio Correa me aclaró en una entrevista el mes pasado que no toda inversión es buena, que muchas pueden ser nocivas, sobre todo si no se regulan y controlan. Y nadie debería discutir la idea de priorizar las necesidades de la población por encima de los reclamos empresariales.

No hay respuestas fáciles, pero el problema está ahí, latente, hasta que estalla en un gasolinazo. ’Ta bien. Podés culpar al imperio, a la globalización, al capitalismo salvaje o a los oligopolios de la alta burguesía nacional. Pero el problema va a seguir estando.

Publicado en Página/12 el 10 de enero de 2011

Correa en portugés

Publicado en Carta Maior